Cambio Climático (I): Una Verdad Incómoda

 

Leo con estupor que el gobierno acaba de contratar a Michael Moore como asesor en temas de terrorismo y se ha comprometido a hacer llegar a todos los colegios españoles su película Fahrenheit 9/11.

¿O era Al Gore para temas de CC (o cambio climático)? Bien, Moore, Gore, para el caso es lo mismo: ambos se dedican a hacer cinematografía propagandística con una preocupante falta de respeto por la verdad. En el caso del ex vicepresidente, su lucrativa cruzada político-climática le ha llevado a protagonizar Una Verdad Incómoda, una película bien hecha, dramática y a veces estremecedora, pero con un pequeño inconveniente: está plagada de mentiras incómodas.

Empecemos por la afirmación de que un 100% de los científicos están de acuerdo con sus postulados. Es verdad que hay casi unanimidad en que la tierra se ha calentado (menos de un grado, eso sí) durante el último siglo. Desafortunadamente para la credibilidad de Gore, la unanimidad se acaba aquí. Y si no, comparemos las afirmaciones de la película, no con algún informe de algún científico loco en la nómina de Exxon, sino con el documento que el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU hizo público la semana pasada, documento probablemente sesgado a favor de posiciones ecologistas pero que, incluso así, demuestra que la película está llena de exageraciones.

Gore muestra imágenes de un océano Ártico sin hielo y de una Groenlandia y una Antártida descongelándose cosa que, asegura, causará una subida del nivel del mar de 7 metros. Es cierto que la masa de hielo del Ártico se ha reducido durante el último siglo (un proceso que, dicho sea de paso, empezó a principios del XIX, mucho antes de las emisiones de CO2 industriales). Pero en lo que se refiere a la Antártida, el IPCC dice que las temperaturas allí no sólo no han subido sino que han bajado (página 9) y se espera que su masa de hielo aumente durante el próximo siglo (página 13). La película muestra imágenes de una pequeña zona antártica cuyo hielo ha caído al mar, pero esa zona es la excepción en un continente que se está enfriando.

Lo de los 7 metros también es una exageración: la descongelación del Ártico tendrá consecuencias menores sobre el nivel del mar porque su hielo ya está flotando en el agua. Y como, según dice el IPCC, la Antártida no se va a derretir sino más bien al contrario, el aumento del nivel del mar no pueden ser muy grande. Las previsiones del IPCC confirman esa lógica y auguran que el nivel subirá no los 7 que dice Gore sino entre 0,18 y 0,59 metros (IPCC página 11). Las terroríficas imágenes de Nueva York inundándose lentamente y de Holanda, Shangai o Bangladesh desapareciendo y provocando cientos de millones de desplazados forzosos son pues, según el propio IPCC, una fantasía cinematográfica concebida para hacer cundir el pánico.

Gore sugiere que el deshielo de Groenlandia hará que se detenga la corriente del Atlántico que trae agua caliente de los mares del sur y provocará una nueva glaciación en Europa. Los científicos del IPCC están 90% seguros de que eso no pasará (página 12).

Tras mostrar imágenes de la ola de calor que sufrió Europa en 2003, Gore asegura que el calentamiento global causará millones de muertos. El IPCC dice (página 9) que los altibajos climáticos locales como los que sufrió Europa en 2003 no se pueden relacionar con el aumento de CO2. Es más, para ser intelectualmente honesto, a la cantidad de gente que se morirá por culpa del calor, Gore debería restar la gente que dejará de morir de enfermedades relacionas con el frío (hipotermias, gripes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares relacionadas con las bajas temperaturas, etc). La película no explica que durante ese mismo 2003 catastrófico en que murieron 34.000 europeos por la ola de calor, también murieron 100.000 europeos de frío.

Aventurándose en el terreno del género cómico, Gore afirma que la gripe aviar, la tuberculosis, la SARS e incluso la guerra de Darfur están causadas por el calentamiento global. Lógicamente, ninguna de esas graciosas aserciones aparece en el IPCC. También enseña un gráfico en el que los costes de las compañías de seguros para hacer frente a los huracanes se han disparado. El IPCC tampoco habla de eso porque todo el mundo sabe que los pagos del seguro aumentan cuando sube el precio de las casas y cuando hay más gente que vive en primera línea de mar en zona de huracanes.

Finalmente, el no va más de la impostura es la imagen de una New Orleáns devastada por Katrina y un Gore explicando que la culpa es el aumento de la intensidad y la frecuencia de los ciclones tropicales por culpa del calentamiento global. El IPCC (página 6) dice que, a pesar de que hay alguna evidencia observacional de que la intensidad puede haber subido desde 1970 en el Atlántico, los datos no permiten ver tendencias a largo plazo ni en la intensidad ni en la frecuencia de los huracanes. Es más, al tomar tierra, Katrina era un huracán menor de fuerza 3-4 en una escala de 5. La razón por la que fue devastador no fue su inusual potencia sino el hecho de que reventó unos diques de contención deteriorados por el tiempo. La ironía es que hacía años que los científicos estaban avisando al gobierno de que cualquier huracán que pasara por encima de los viejos diques podría romperlos y causar una catástrofe. Digo que es una ironía porque, ¿adivinan quien era el vicepresidente del gobierno que decidió ignorar esos consejos y no reparar los diques? La respuesta, señor Gore, sí es una verdad incómoda.

 

 

 

 

 

 

La Vanguardia, X-02-2007

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Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra

© Xavier Sala-i-Martín, 2007