Señora Quintana:
En mi artículo que usted
critica, hago referencia a otro artículo mío publicado en La Vanguardia el día
17 de Junio del 2000 titulado “La Tragedia de
África: ¿Viagra o Malaria?”
en el que digo: “entre
1975 y 1997 se han patentado en el mundo 1233 productos farmacéuticos, de los
cuales solamente 13 eran para enfermedades tropicales”.
Curiosamente, los mismos datos que usted aporta (y que vienen de un estudio del Journal
of the American Medical Association de los doctores Pecoul, Chirac,
Troullier y Pinel titulado “Access to Essential Drugs in Poor Countries: A
Lost Battle?”). Notará pues, que no solamente sé los números sino que
estoy totalmente de acuerdo con usted sobre lo baja que es la investigación en
enfermedades tropicales (a pesar de que usted engaña al lector cuando dice que
“De los
1.233 nuevos medicamentos lanzados desde 1975, sólo 13 se destinaron a
enfermedades tropicales...”
en realidad no es desde el 1975 sino entre 1975 y 1997.
Las preguntas realmente importantes son: “¿por qué no ha habido
investigación?” y ¿cómo podemos hacer para cambiar las cosas?. La respuesta
a la primera pregunta es compleja. Una explicación es que los clientes son
pobres. Pero eso solamente es una respuesta parcial. Primero, porque los
clientes no son las personas sino los gobiernos. Y algunos de esos gobiernos no
son tan pobres. Por ejemplo, el presidente de Uganda se compró un avión
privado la misma semana que el FMI le condonó la deuda de su país en el año
2000. El presidente Obasanjo de Nigeria se gastará cientos de millones en un
estadio de fútbol nuevo para acoger la final de la copa de África. Botswana es
el primer productor mundial de diamantes y Sudáfrica de oro. Los gobiernos de
centroafrica se gastan miles de millones para financiar guerras absurdas y robar
diamantes. Pobres, pobres,
esos gobiernos no son. Una razón, pues, que hay detrás de la falta de I+D en
malaria no es que los gobiernos sean pobres sino que los líderes políticos (¡los
gobiernos!) tienen las prioridades distorsionadas. Segundo, otra explicación es
que, el sistema de patentes no es respetado en muchos de esos países pobres
hasta hace muy poco (ver, por ejemplo, el artículo del Profesor Michael Kremer
en el NBER working paper 7716 publicado en Mayo del 2000). Y claro, si los
clientes de unas potenciales vacunas no forman parte del círculo de países que
respetan los derechos de propiedad intelectual, las farmacéuticas no van a
invertir ni un duro en esas medicinas. Si ese es el problema, señora Quintana,
la solución no es eliminar las patentes sino introducirlas. Y, finalmente, otra
razón por la que no hay I+D en enfermedades tropicales es que las farmacéuticas
saben muy bien que los grupos de presión como el que usted representa van ha
hacer lobby para que se les roben los derechos de propiedad una vez hayan
inventado. Es decir, no esté tan segura que el hecho de que no hacen
investigación no tiene nada que ver con lo que ha sucedido en Sudáfrica.
Precisamente porqué ya anticipaban lo que pasaría en Sudáfrica que no hacían
investigación.
La solución pasa por preservar el sistema de patentes. Necesitamos que
las multinacionales hagan investigación y que encuentren soluciones. Al mismo
tiempo, y como indico en mi artículo, debemos suministrar medicamentos baratos
a quien no los puede pagar. Una manera de mantener el sistema de patentes es lo
que proponía en mis dos artículos y que usted critica: que los países ricos
compren vacunas a precio de mercado y las regalen o las vendan subsidiadas a los
países pobres. Usted prefiere la investigación pública. La investigación pública
va a gastar mucho dinero en caminos que no van a llevar a ninguna parte, en
investigadores que van a buscar la gloria (el premio Nobel) más que la vacuna y
la curación de los pobres. La compra de vacunas tiene la ventaja que solo se
paga si hay solución y todo proyecto que busca la gloria científica en lugar
de la cura se queda sin dinero. Creo que es una solución superior. Pero en
cualquier caso, se debería discutir con serenidad.
Dije en mi artículo que no sabía si alegrarme de la victoria de Sudáfrica.
Su carta no me ha hecho cambiar de opinión.
Xavier
Sala-i-Martin