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| Marketing climático
LA VANGUARDIA - 04.33 horas -
17/08/2002
XAVIER SALA I
MARTÍN
Compongo este artículo desde Washington, donde las temperaturas este
verano han sido las más altas de los últimos 50 años. Muchos dan por hecho
que eso se debe al cambio climático causado por la desenfrenada
industrialización del último siglo. La explicación es la siguiente: el uso
de combustibles fósiles provoca la emisión de partículas de CO2 que se
quedan flotando en la atmósfera terrestre. Esas partículas hacen de
"espejo" de los rayos infrarrojos solares que deberían rebotar en la
superficie de la Tierra y volver a salir hacia el espacio, pero que, por
su culpa, se reflejan de nuevo hacia nosotros y calientan el planeta. Es
el llamado efecto invernadero. La industrialización comporta la emisión
masiva de CO2 y eso ha hecho que algunos científicos la responsabilicen
del aparente aumento global de la temperatura del planeta durante el
último siglo.
Digo algunos, porque siguen existiendo discrepancias
en la comunidad científica. En particular, muchos dudan de que el
calentamiento del planeta se deba a la emisión de CO2 porque, entre otras
cosas, más de la mitad del aumento de temperaturas ocurrió antes de 1940,
¡cuando todavía no había coches y cuando más de cuatro quintas partes del
planeta no se había industrializado! Por eso siguen buscando explicaciones
"naturales". Al fin y al cabo, desde que el mundo es mundo, las
temperaturas han subido y bajado constantemente.
A pesar de que no
hay unanimidad entre los científicos, los defensores de la teoría del
calentamiento global parecen haber convencido a la prensa y a la
ciudadanía de que el problema está ahí. Su estrategia consiste en alarmar
a la población cada vez que se bate un récord de temperaturas en algún
lugar del planeta. "Hoy ha sido el 17 de agosto más caluroso del último
siglo en Sabadell", dirían los titulares. Y añadirían: "Eso no hace más
que confirmar el temor del calentamiento global del planeta". No importa
que la temperatura más alta nunca registrada en la Tierra sean los 58
grados de Al Aziziya, en Libia, en 1922, es decir, ¡hace 80 años! Los
continuos "récords locales" tienen mucho más impacto en la mente de los
ciudadanos y por eso los sacerdotes del catastrofismo climático los
repiten constantemente.
Tampoco importa que los récords también se
batan por abajo. Es decir, que cada año se produzcan tantos récords de
frío como de calor. Sin ir más lejos, mientras yo me freía en Washington,
la mayoría de ustedes no podían disfrutar de sus vacaciones debido a las
bajas temperaturas que ha habido en Cataluña este verano. Pero eso no es
problema para los defensores de la teoría del calentamiento global.
¡Faltaría más! Únicamente es cuestión de sustituir el concepto de
calentamiento global por el de cambio climático. Mientras el calentamiento
global solamente se confirma cuando hace calor, el cambio climático se
confirma tanto si hace calor como si hace frío... ¡y así siempre tenemos
razón!
De hecho, la teoría del cambio climático es tan brillante
que también permite hacer sonar las alarmas cuando hay grandes tormentas,
como las que han vivido los países del centro de Europa mientras yo estaba
en Washington y ustedes en Cataluña. El ministro ecopacifista alemán,
Jürgen Trittin, dijo la semana pasada que las catástrofes climáticas en
Europa van a seguir, porque "estamos pagando las consecuencias de cien
años de industrialización desenfrenada". El problema es que, a diferencia
de la teoría del calentamiento global, que, como hemos dicho, está
respaldada por cierta evidencia teórica y empírica, no existe ninguna
constatación científica de la relación entre la emisión del CO2 y la
fuerza o la frecuencia de las tormentas. A pesar de ello, los devotos
creen ver confirmada su fe cada vez que ocurre cualquier fenómeno
meteorológico con la misma facilidad que los creyentes en ovnis confirman
su existencia cada vez que hay una lucecita en el cielo.
Pero lo
más surrealista es que, incluso si el clima fuera normal cada día del año,
la teoría del cambio climático se vería confirmada porque ¡lo normal es
que el clima no sea siempre normal! Y claro, una "teoría" que nunca puede
ser refutada, tanto si hace frío como si hace calor, tanto si hay
tormentas como si no las hay, tanto si llueve como si hay sequía, es una
teoría que vende... pero es una teoría científicamente inútil.
La
pregunta es: ¿por qué algunos investigadores serios dejan que se perpetúe
la farsa? La respuesta nos la dio uno de los líderes del movimiento
ecologista y profesor de Stanford, Stephen Schneider, cuando, en una
entrevista para la revista "Discover", declaró: "Nosotros no sólo somos
científicos, también somos seres humanos. Como tales, queremos un planeta
mejor y para conseguirlo debemos conseguir el respaldo de la mayoría.
Naturalmente, eso requiere una gran cobertura mediática y, para ello,
debemos ofrecer escenarios escalofriantes, debemos hacer declaraciones
dramáticas y no debemos mencionar las dudas que podamos tener sobre la
validez de nuestras teorías".
Es decir, a pesar de que saben que
la ciencia no establece una relación entre emisiones y cambio climático, a
pesar de que reconocen que hay dudas sobre la validez de sus teorías, a
pesar de que saben que están atemorizando a la población con sus
constantes alarmas y a pesar de que corren el riesgo de perder
credibilidad allí donde pueden tener razón, ellos deciden seguir adelante
con sus fabulaciones porque lo más importante es "la cobertura mediática".
El vergonzoso sacrificio de la ética científica en beneficio del marketing
climático.
www.columbia.edu/%7exs23
XAVIER SALA I MARTÍN, de la Fundació Catalunya
Oberta, Columbia University y UPF |