AÑO XIV. NUMERO 4.564.
Domingo, 2 de junio de 2002



«¿Tiene usted una camisa china?»
El líder de Attac, Bernard Cassen, y el economista liberal Xavier Sala, discuten sobre el crecimiento de los países pobres gracias a la globalización

MANEL MANCHON
BARCELONA. Camisa negra, corbata blanca con tonos azules, americana rojo chillón, micro en mano y una exhibición de datos estadísticos a través de una gran pantalla. El economista Xavier Sala Martín, convertido en el adalid del liberalismo, defendía con vigor que el número de pobres en todo el mundo ha descendido desde los años 80, coincidiendo con la apertura de los mercados en todos los países, fomentada por el neoliberalismo. Pero enfrente Xavier Sala tenía a Bernard Cassen, presidente del movimiento antiglobalización Attac. La discusión estaba servida.

Las frías estadísticas son inapelables. Todos los indicadores, creados por la clase académica, muestran, según Sala Martín, profesor de la Columbia University y de la Pompeu Fabra, que de los 1.400 millones de pobres a finales de los años 70 se ha pasado ahora a poco más de 1.000 millones. «El mundo no es perfecto pero va mejorando», defendió el economista.

El debate entre Sala y Cassen, que tuvo lugar el pasado miércoles en el Institut Francés, mostró el serio enfrentamiento entre los defensores de la globalización y los que consideran que «todo se ha puesto al servicio de los intereses financieros dejando a las personas como pequeños átomos que se deben adaptar a la nueva situación», en palabras del presidente de Le Monde Diplomatique y líder de Attac.

De pie, modulando su voz en función de sus intereses, Sala Martín dio una lección de cómo se debe vender un producto, en su caso el proceso de la globalización económica: «¿Tiene usted una camisa china?, seguro que todos tenemos una camisa producida en China en nuestros armarios y eso quiere decir que China ha crecido porque ha sabido abrirse al exterior, porque ha abierto sus mercados».

La experiencia de China la contrastó Sala Martín con la de los países africanos, lamentando que las inversiones de capital no lleguen al continente más castigado del planeta. «Otro mundo es posible, el que asegure la globalización de Africa», sentenció el economista, asesor de varios gobiernos, parafraseando uno de los lemas del movimiento antiglobalización que representa Attac.

Cassen, sentado, con las piernas entrecruzadas, también con una camisa roja y calcetines grises con unas largas franjas de colores, escuchaba con incredulidad. Pero se preparaba para atacar con fuerza a Sala Martín.

Resulta que los países que más han crecido y que han erradicado con éxito la pobreza son los llamados tigres asiáticos: Indonesia, Corea y China, entre otros. Y su crecimiento, argumentó Cassen, se forjó gracias a una apertura comercial, sí, pero también en una protección de sus mercados y con una clara premisa, cerrar el mercado de capitales, impidiendo la especulación financiera.En esa cuestión Xavier Sala no quiso entrar, acusando al movimiento antiglobalizador de querer aplicar medidas proteccionistas, identificando como el líder que presiona en ese sentido a José Bové. Más tarde llegaría el FMI presionando para que esos países permitieran la apertura de capitales, provocando la enorme crisis de 1997, como explica en su libro El malestar en la globalización el premio nobel de Economía Joseph Stiglitz.

La tesis de que el proceso de globalización beneficia a todos los países y especialmente a aquellos que se han abierto más al mercado la rechazó Bernard Cassen al asegurar que precisamente un informe del Banco Mundial, que financiaba el propio organismo y una serie de fundaciones norteamericanas, mostraba que las consecuencias habían sido nefastas. Ante tamaña respuesta el Banco Mundial decidió desmarcarse del informe. Los asistentes vibraron con el cruce de argumentos. Algunos intervinieron, citando a Gramsci y a su concepto de «hegemonía», entendiendo que «el liberalismo lo ha cooptado todo, y es muy difícil hacerle frente».

Pero también hubo quien apoyó al profesor Sala, fascinados por su facilidad de comunicación. «¿Quién habla de 'catastrophe'»?, afirmaba Sala Martín con sorna sobre el vocabulario utilizado por Cassen, evidenciando también el distanciamiento cultural e ideológico entre un pensador francés y un amante del modelo de EEUU.

«Sería para mí muy negativo que un hijo mío naciera en Estados Unidos, donde los ricos se deben proteger cuando van por la calle, donde hay dos millones de personas en las cárceles, donde no está asegurada ni la educación ni la sanidad», se despachó Cassen, frente a la corbata blanca con tonos azules de Sala Martín, que se remitía a su página web para que todos comprobaran sus datos.


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