OPINIÓN > VERSIÓN PARA
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| ATRIBUIR AL cambio climático la causa directa de todo
desastre meteorológico tiene poco sentido J. LORENTE, catedrático de
Física del Aire, Universitat de Barcelona DEBATE El cambio
climático Las catástrofes
LA VANGUARDIA - 03.23 horas -
17/10/2002
JERONI LORENTE
Como viene ocurriendo cada vez que el clima nos azota con algún
fenómeno extremo causante de un desastre natural, las catastróficas
inundaciones sufridas en Centroeuropa y un verano atípico tormentoso han
hecho resurgir el debate. Algunos señalan como presunto responsable el
cambio climático, convertido así en una especie de bestia negra a la que
podemos culpar de cualquier desarreglo, sea en forma de diluvio, violenta
tormenta o devastador huracán. A la mala conciencia que ya teníamos de
estar contaminando el planeta, se añadiría ahora la de propiciar
catástrofes con las emisiones de gases invernadero. No obstante, y con
algo más de seriedad, atribuir al cambio climático la causa directa de
cualquier fenómeno meteorológico extremo tiene poco sentido y puede
contribuir de alguna manera a aflorar posicionamientos en contra de la
adopción de medidas (léase protocolo de Kioto) de reducción de emisiones.
La historia nos muestra que siempre ha habido catástrofes
relacionadas con la variabilidad climática, mucho antes de que se empezara
a hablar de calentamiento global por el uso de combustibles fósiles. No en
vano, en el ranking de desastres naturales, los de tipo meteorológico
ocupan el primer lugar. Sin embargo, se tiene la impresión de que estos
fenómenos son cada vez más frecuentes y virulentos. Descartando su
relación directa con el cambio climático, el debate habría que centrarlo
en si el clima tiende a ser más extremo como consecuencia del
calentamiento global, es decir, si ahora se producen más trombas de agua,
huracanes, olas de frío, de calor, o pertinaces sequías. O si en realidad
de lo que se trata es de que en un mundo cada vez más superpoblado, cuya
faz hemos transformado tan drásticamente, ha aumentado la vulnerabilidad.
Fenómeno extremo no es sinónimo de desastre natural y a menudo sus efectos
pueden minimizarse si antes se adoptan precauciones. Hace pocos años, una
aparatosa tormenta que apenas produjo 30 litros por metro cuadrado
ocasionó serios problemas en una ronda de Barcelona, mientras que con más
de 200 litros caídos el 1 de agosto pasado los efectos en esa vía apenas
se notaron, gracias al funcionamiento de depósitos pluviales urbanos.
Aunque, por su naturaleza, un fenómeno extremo es de muy difícil
predicción, su asociación con el calentamiento global, aún con grandes
incertidumbres, parece tener fundamentos. En el caso de la lluvia, es
conocido que las mayores intensidades se registran en las zonas cálidas de
la Tierra, dado que el aire puede contener más vapor de agua cuanto más
caliente está. Un clima global más cálido supondría mayor humedad absoluta
en la atmósfera y en definitiva un aumento global de la lluvia, una
especie de aceleración del ciclo del agua, si bien resulta muy complejo
predecir cómo afectaría a su distribución geográfica. Basado en numerosos
estudios sobre el tema, y en los indicios de que los fenómenos extremos se
repiten cada vez con más intensidad y frecuencia, el último informe del
Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) da como muy probable
para el siglo XXI el aumento de los episodios de lluvias torrenciales en
latitudes medias y altas, así como el de las lluvias monzónicas y ciclones
tropicales. Por el contrario, la sequía puede incrementarse en algunas
zonas interiores continentales. En la medida en que los modelos climáticos
sean más fiables y puedan concretar y validar estos indicios, la reducción
de emisiones de gases invernadero se tomará más en serio.
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