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| XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta, Columbia
University y UPF APLAUDAMOS LOS avances logrados contra la malaria
porque son los primeros pasos para erradicar la enfermedad y la pobreza
XAVIER SALA I MARTÍN El otro gran "eje
del mal"
LA VANGUARDIA - 03.23 horas -
17/10/2002
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De tanto hablar de la hipotética (y hasta ahora inexistente) guerra de
Iraq, parece que hemos olvidado que en el mundo se están librando otras
guerras mucho más mortíferas. De tanto criticar a George W. Bush, se nos
ha pasado por alto el reciente éxito en la batalla contra la pobreza: el
descubrimiento del código genético del parásito plasmodio que provoca la
malaria y del mosquito anófeles que lo transmite. Actualmente, entre 300 y
500 millones de personas padecen malaria y entre uno y tres millones de
ciudadanos mueren de esa enfermedad cada año. La inmensa mayoría de ellos
son niños. Casi todos son pobres. La situación está empeorando porque el
plasmodio ha desarrollado resistencia a la cloroquina, mefloquina y
doxyciclina, las principales armas que teníamos hasta ahora. En amplias
zonas de África y Asia, esos medicamentos ya no tienen efecto.
Curiosamente, el método de transmisión de la enfermedad a través
de los mosquitos es especialmente perjudicial para los ciudadanos pobres
del planeta. Me explico. Cuando un mosquito chupa la sangre de un humano
infectado, el plasmodio pasa a vivir dentro de su organismo. Antes de que
el parásito pueda ser transmitido a otro humano, el plasmodio debe
reproducirse dentro del mosquito y debe subir hasta sus glándulas
salivales (los mosquitos emiten saliva cuando pican a los humanos porque
ésta tiene propiedades anestésicas -para que su víctima no se dé cuenta de
la picadura- y anticoagulantes -para que la sangre humana fluya mejor).
Sólo cuando el plasmodio ha completado ese viaje, la nueva víctima de la
picadura adquiere la malaria.
El problema es que el proceso de
reproducción del plasmodio dentro del mosquito y su viaje hasta sus
glándulas salivales tarda unos 18 días. Y 18 días es también, más o menos,
la esperanza de vida del mosquito. Digo más o menos porque depende de la
meteorología: cuanta más humedad y calor, más tiempo viven. Allí donde el
tiempo es frío y seco, los mosquitos mueren antes de poder transmitir el
parásito. Lamentablemente, el mosquito vive mucho más de 18 días en las
zonas más calurosas y húmedas del planeta y eso explica que sólo haya
malaria en países tropicales.
¿Qué tiene todo esto que ver con la
pobreza? Pues bien, si cogen ustedes un mapa del mundo y pintan de color
azul todos los países con renta per cápita de más de 5.000 euros y de
color rojo los de menos de esa cantidad, verán que les queda una especie
de bandera del Barça: una banda horizontal azul en el norte (Norteamérica,
Europa, Rusia y Japón-Corea), una banda roja en el centro (Centroamérica,
África central y el sur de Asia) y otra banda azul en el sur
(Chile-Argentina, Botswana-Sudáfrica y Australia-Nueva Zelanda). De hecho,
únicamente hay dos "países" ricos en los trópicos y son muy pequeños:
Singapur (con cuatro millones de habitantes), Hong Kong (que, con siete
millones de ciudadanos, ya no es un país sino que forma parte de China).
Bueno, en realidad también está Brunei, con su sultán, su hermano, sus 50
esposas y 200 hijos. Es decir, un total de 11 millones 252 personas ricas
viven en los trópicos. Los demás son pobres.
Vemos, pues, que los
países tropicales son pobres y que, por razones biológicas que tienen que
ver con la esperanza de vida de los mosquitos, la malaria sólo existe en
los trópicos. Esto tiene dos consecuencias muy importantes. Primera, dado
que el desarrollo de vacunas o pastillas contra la malaria es muy costoso
y éstas sólo van a ser utilizadas por ciudadanos pobres (es decir, con
poco poder adquisitivo), a las empresas farmacéuticas no les es rentable
investigar este tema. Observen la mala suerte: si el mosquito viviera unos
días más, habría malaria en países ricos y ese hecho haría que las
empresas dedicaran tantos recursos a ésta como dedican a la cirugía
plástica, a la disfunción eréctil u otras enfermedades de ricos y muy
probablemente el plasmodio habría desaparecido del planeta hace tiempo.
Pero siendo la naturaleza del insecto la que es, la malaria sólo afecta a
los países pobres y eso desincentiva la búsqueda de soluciones médicas: la
pobreza causa enfermedad.
La segunda consecuencia es que, al matar
principalmente a los niños, las familias tropicales deciden tener una gran
descendencia. Una de las razones es que, en muchos de esos países, la
religión exige que los hijos entierren a los padres. Y claro, si uno
quiere asegurarse de que va a tener un heredero que llegue a los 20 años y
sabe que muchos de sus hijos van a morir de malaria antes de llegar a los
10, pues uno debe tener 14 o 15 hijos. Y una familia pobre no puede
alimentar y educar a tantos niños por lo que la siguiente generación de
ciudadanos pasa a ser poco educada, mal nutrida y condenada a seguir
siendo pobre: la enfermedad causa pobreza.
Nos encontramos, pues,
ante un macabro círculo vicioso entre la economía y la medicina, donde la
pobreza causa enfermedad y la enfermedad causa pobreza. Y cuando parecía
que no había manera de salir de esa trampa siniestra, aparece un poco de
luz al final del túnel: un equipo internacional de científicos
(financiados, en parte, por Bill Gates) acaba de publicar los códigos
genéticos del plasmodio y del anófeles. Eso abaratará el desarrollo de
vacunas, de mosquitos genéticamente modificados que se mueran antes de que
el plasmodio suba a las glándulas salivales o de nuevos insecticidas.
Debemos aplaudir este descubrimiento porque puede representar el primer
paso para erradicar simultáneamente malaria y pobreza, esos dos factores
que representan el otro gran "eje del mal".
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