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imperfectos como empresarios
LA VANGUARDIA - 03.48 horas -
17/07/2002
XAVIER SALA I
MARTÍN
Decía Ronald Reagan que el socialismo se basa en tres principios
sencillos: "Si se mueve, ponle un impuesto. Si se sigue moviendo,
regúlalo. Y si deja de moverse, dale un subsidio para que se vuelva a
mover, y así le puedes poner otro impuesto".
Durante la campaña
electoral, George W. Bush se autoproclamó heredero político de Reagan y se
disfrazó de liberal. Pero si utilizamos la definición del propio Reagan,
la política económica de Bush desde el 11 de septiembre debería ser
catalogada de "socialista", ya que no para de crear nuevos impuestos (como
los aranceles al acero), nuevos subsidios (como los que dio a las líneas
aéreas o a los agricultores por medio del "farm bill") y nuevas
regulaciones (como las que está introduciendo a raíz de los "escándalos
financieros").
Analicemos estos últimos. Muchas empresas
norteamericanas están yendo mal, como siempre que ha habido crisis
económica. La novedad es que, ahora, las quiebras van acompañadas de
intentos de esconder las pérdidas mediante una contabilidad fraudulenta.
De ahí que muchos piensen que los escándalos financieros están provocando
quiebras empresariales. La realidad, sin embargo, es más bien la
contraria: los escándalos y los fraudes son la consecuencia, no la causa,
de las suspensiones de pagos. Enron era una empresa enferma que perdía
dinero porque había arriesgado excesivamente invirtiendo en sectores en
los que no era competitiva y hubiera ido a la bancarrota aunque sus
directivos no hubieran hecho trampas contables.
Las preguntas son:
¿por qué empresas como Enron arriesgaron tanto? y ¿por qué intentaron
esconder los malos resultados? Curiosamente, las dos preguntas pueden
tener la misma respuesta: la moda de remunerar a los ejecutivos con "stock
options".
Una "stock option" es simplemente una opción de comprar
una acción de la empresa a un precio determinado, similar a la opción que
algunos equipos de fútbol tienen de comprar jugadores a final de
temporada. Imaginemos que le damos a un directivo la "opción" de comprar
un millón de acciones a 10 euros dentro de un año. Si, cuando llega el
día, las acciones valen 50, el ejecutivo podrá comprar a 10 y vender a 50,
por lo que ganará 40 millones de euros en cuestión de minutos. Si las
acciones valen menos de 10, él no ejercerá su opción y no ganará, aunque
tampoco perderá nada.
El problema es que las "stock options" crean
dos tipos de incentivos perversos. Primero, dado que si las acciones
suben, el directivo gana y, si bajan, no pierde nada, éste tiene la
tentación de embarcarse en proyectos excesivamente arriesgados en los que
se puede ganar mucho..., pero en los que también se puede perder todo.
Segundo, cuando hay pérdidas, tiene tentaciones de encubrirlas durante
unos meses para que no bajen las acciones mientras él ejecuta sus
opciones, y se forra. Es decir, las "stock options" explican, a la vez, el
riesgo excesivo y los intentos de camuflar pérdidas.
¿Por qué,
pues, las empresas complementaron los salarios de sus directivos con
"stock options" durante los años noventa? Pues, por un lado, porque a los
accionistas también les interesa que las acciones suban, por lo que las
"stock options" hacen que los deseos de los directivos se alineen con los
suyos. Por otro lado, porque el sistema fiscal introducido en 1993 limita
a un millón de dólares el salario que las empresas podían deducir y no
obliga a considerar el valor de las "stock options" como pago que reduce
los beneficios. Es decir, el fisco permite pagar menos impuestos si las
empresas regalan "stock options" a sus directivos que si les pagan
salarios reales. La consecuencia, lógicamente, es el uso y abuso de esos
medios de pago. Dado que el sistema fiscal fue introducido por el Estado,
se podría argumentar que más que un fracaso del mercado, lo que está
pasando es consecuencia de un fracaso del Gobierno.
Pero lo que
hay que hacer no es buscar culpables sino soluciones. Y la verdad es que
la iniciativa privada ya lo está haciendo. Por ejemplo, la Bolsa de Nueva
York (una entidad privada a la que no le interesa que haya fraudes) ya ha
propuesto nuevas reglas contables de mayor transparencia a todas las
empresas que quieran cotizar en su bolsa. La S&P (una agencia privada
dedicada a catalogar la credibilidad empresarial) también está
desarrollando nuevos principios que obliguen a contabilizar las "stock
options" como gastos y tiene pensado hacer públicas las auditorías de
todas las empresas americanas.
Mientras tanto, la "solución" de
Bush no es otra que la de poner en marcha la lenta maquinaria
burocrático-legislativa. Pero en lugar de crear reglas nuevas, mejor sería
que hiciera cumplir las leyes actuales (que ya prohíben falsear y destruir
documentos y utilizar información privilegiada) y que eliminara la
legislación fiscal del 1993, que induce al abuso de las "stock options".
Mi sospecha, sin embargo, es que las acciones de Bush no son más que
fuegos artificiales electorales que, en el mejor de los casos, no van a
solucionar nada. Y si no, que se lo pregunten a los accionistas de Mario
Conde, que perdieron todo su dinero a pesar de que docenas de auditores
del Banco de España les "protegían" inspeccionando a Banesto durante dos
años, sin enterarse de lo que pasaba hasta que fue demasiado tarde.
Demasiado a menudo los que proponen el intervencionismo estatal
ignoran los incentivos perversos que el gobierno tiende a introducir y
olvidan que los burócratas que presuntamente van a solucionar los
problemas son personas imperfectas. Al menos tan imperfectas como los
empresarios.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta,
Universidad de Columbia y UPF
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