Menos ONU y Banco Mundial
EL OBJETIVO DEL milenio de reducir la
pobreza a la mitad casi ya se ha conseguido..., ¡con doce
años de antelación! |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 17/07/2003
La ONU alerta del incremento de la pobreza en el mundo pese al
auge económico global.” Éste era el titular que los periódicos
de aquí ponían la semana pasada a la noticia de la presentación
del informe anual de Desarrollo Humano. La ONU “confirmaba”
aquello de que el crecimiento económico beneficia sólo a unos
cuantos y que la globalización neoliberal (salvaje, no se olviden
de lo de salvaje) no sirve para erradicar la pobreza del mundo.
Les debo confesar que, cuando leí esa noticia, me sorprendí
porque yo había visto versiones preliminares del informe y no era
ésa la conclusión a la que llegaban. Me conecté rápidamente a
Internet y conseguí una copia final del informe. Y cuál no fue
mi sorpresa cuando, efectivamente, en la página 5 leí: “En el
mundo hay 1.200 millones de ciudadanos que sobreviven con menos de
un dólar al día. Durante los años 90, la fracción de la
población mundial que vive en situación de pobreza extrema cayó
del 30 por ciento al 23 por ciento. Pero en un mundo de población
creciente, el número de pobres se redujo sólo en 123 millones”.
Los datos publicados por la ONU, por tanto, indican claramente que
la pobreza en el mundo se ha reducido. Misteriosamente, el titular
de periódico decía exactamente lo contrario. Es cierto que el
comentario que acompaña a los datos del estudio indica que los
economistas de la ONU creen que esta reducción es muy pequeña
(“sólo” 123 millones de seres humanos han dejado de ser
pobres).
Ahora bien, que la tasa de pobreza se haya reducido en una cuarta
parte durante una década en la que la población mundial ha
aumentado en 1.000 millones de personas (y recuerden que la mayor
parte de ésas nacieron en países subdesarrollados) es un éxito
casi sin precedentes. De hecho, solamente la década de los 80, la
otra década de la globalización neoliberal, supera a los 90 en
reducción de pobreza.
Todo esto sería cierto si los datos de la ONU fueran correctos.
El problema es que la ONU toma ciegamente los datos del Banco
Mundial, una institución que recibe dinero para erradicar la
pobreza. Es decir, una institución a la que, por un lado, le
interesa decir que en el mundo hay muchos pobres (cosa que
justifica su propia existencia) y, por otro, le interesa decir que
se está mejorando (cosa que demuestra que no todo el dinero se
pierde en los pasillos de la burocracia y la incompetencia)...
Aunque sólo un poco (o sea, que con un poco más de presupuesto
se arreglará todo). “Curiosamente”, ésta es la conclusión a
la que llega el Banco Mundial.
Calcular bien los índices de pobreza es importante, entre otras
cosas, porque en el año 2000 la ONU se propuso conseguir los
“objetivos del milenio”. El primer objetivo era que, para el año
2015, la tasa de pobreza extrema debía ser la mitad de la de
1990. Rápidamente, el Banco Mundial pidió un aumento de
presupuesto de decenas de millones de dólares para conseguirlo. Y
para saber si se alcanza el objetivo, las tasas de pobreza deben
ser estimadas correctamente. He aquí la importancia de los datos.
Ahora bien, como parte interesada, el propio banco no debería ser
el único evaluador del éxito de sus programas, ¿no? Pues hasta
hace bien poco, lo era. Afortunadamente, algunos investigadores
académicos han puesto fin a ese monopolio de los datos y han
hecho sus propios cálculos. En un libro reciente, el economista
indio Surgit Bhalla critica ferozmente la metodología, el
secretismo y las conclusiones a las que llega el Banco Mundial.
Sus estimaciones indican que, entre 1990 y el 2000, la fracción
de la población mundial con menos de un dólar al día ha caído
del 25,4 por ciento a 13,1 por ciento. Es decir, la tasa de
pobreza se ha reducido a casi la mitad. Según Bhalla, el número
de pobres dista mucho de los 1.200 millones estimados por el Banco
Mundial y la ONU, y se sitúa en un total de 647 millones de
ciudadanos.
En una serie de estudios aparecidos recientemente, un servidor
estima que la tasa de pobreza ha bajado del 20 por ciento al 12,
una reducción menor que la estimada por Bhalla pero bastante
superior a la de la ONU. Note el lector que, si estos estudios son
correctos, el objetivo del milenio de reducir la pobreza a la
mitad casi ya se ha conseguido..., ¡con 12 años de antelación!,
y por lo tanto, el incremento de presupuesto demandado por el
Banco Mundial no está justificado. A pesar de que discrepan con
el Banco Mundial (y por ende, la ONU) sobre la magnitud de la
pobreza y su evolución desde 1990, los nuevos estudios confirman
que la región del mundo que más ha mejorado es Asia, que tanto
América Latina como el mundo árabe no han empeorado pero tampoco
han mejorado mucho y que los problemas de pobreza se concentran en
el continente africano. La pregunta es: ¿por qué no ha crecido
África? Y ¿es por culpa de un exceso de globalización
neoliberal?
La respuesta es, clara y rotundamente, no: en África no invierten
las multinacionales, los ciudadanos africanos no pueden emigrar
libremente, sus productos no se pueden exportar a los países
ricos por culpa de nuestro absurdo proteccionismo agrícola y las
tecnologías que ya existen en el mundo desarrollado (como las
pastillas antirretrovirales que impiden que el VIH se convierta en
sida) no llegan al continente negro. Es decir, si la globalización
económica se caracteriza por el libre movimiento de capital,
trabajo, mercancías y tecnología y si ninguno de esos factores
ha llegado todavía a África, la solución al mayor problema económico
del mundo no es menos sino más globalización. Más globalización...
Y menos ONU y Banco Mundial.
X. SALA, Fundació Catalunya Oberta,
Columbia University y UPF.
www.columbia.edu/%7exs23
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