XAVIER SALA I MARTÍN - 26/04/2003

AVALLONE

 


Lo repugnante tiene su atractivo

 

ALEMANIA, FRANCIA y Rusia tienen la oportunidad de enseñarnos que lo único repugnante de su conducta es la deuda de Iraq  

XAVIER SALA I MARTÍN - 04:16 horas - 26/04/2003
Siempre he creído que Francia, Rusia y Alemania eran países sin intereses económicos y que se oponían a la guerra de Iraq por el bien de la humanidad. Su exquisita bondad contrasta con la malicia de los americanos, esos incultos y calculadores asesinos que sólo quieren controlar el petróleo, destruir estatuas milenarias e infligir sufrimiento a la población civil iraquí.

Sí, ya sé que se está descubriendo que los gobiernos de París y Moscú estuvieron vendiendo armamento e inteligencia a Iraq hasta poco antes de que estallara el conflicto, contraviniendo las sanciones impuestas por la ONU. También sé que los gobiernos de Francia y Rusia tenían contratos multimillonarios con Bagdad para que sus multinacionales explotaran unos nuevos pozos petrolíferos descubiertos en la zona de Basora y que, junto con Egipto, eran los países que más se beneficiaban (con ventas de 3.100 y 4.300 millones de dólares respectivamente) de ese programa petróleo-por-alimentos que querían perpetuar. Y sí, también sé que Alemania, Francia y Rusia son los principales acreedores del Gobierno de Saddam, cuya deuda externa parece ascender a más de 120.000 millones de dólares (eso excluye las reparaciones que adeuda a Kuwait desde la primera guerra del Golfo).

A pesar de toda esta evidencia, sigo creyendo en la benevolencia de estas tres potencias europeas. Al fin y al cabo, Chirac, Schröder y Putin se han felicitado jubilosos por la eliminación del tirano y han aprovechado para ofrecer, con todo el desinterés que les caracteriza, su participación en la reconstrucción del país. A George W. Bush parece no gustarle la idea. Pero antes de que se niegue a aceptar tan generosa oferta de colaboración, yo le explicaría al presidente norteamericano la interesante doctrina de la “deuda repugnante”.

Todo empezó en 1898, después de la guerra de Cuba, cuando los isleños exigieron que las deudas del gobierno colonial español no fueran pagadas porque eran “repugnantes” al haber sido contraídas sin el consentimiento de la ciudadanía. La doctrina de la “deuda repugnante” ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX. En la actualidad, se dice que una deuda es “repugnante” si se contrae sin satisfacer dos criterios: el consentimiento de la ciudadanía y el propósito de ayudar al pueblo. Por ejemplo, si un régimen democrático malgasta el dinero, la deuda no es “repugnante” porque no satisface el primer criterio. Tampoco si una dictadura pide dinero para hacer hospitales porque no satisface el segundo.

La doctrina consiste en que, una vez el país ha sido liberado de la dictadura, las deudas “repugnantes” no se deberían pagar. En este sentido, los 12.000 millones de dólares que Mobuto Sese Seko debía en nombre de Zaire, los 28.000 millones que Marcos cargó a Filipinas o los 500 millones que Somoza endosó a Nicaragua no se tenían que devolver.

Actualmente no existe legislación firme sobre la “deuda repugnante” por dos razones. Primero, porque no hay quien tenga la capacidad de decidir objetivamente si una deuda lo es o no. Y segundo, porque si los países que deben dinero no pagan sus deudas, por más ilegítimas que éstas sean, se ven castigados por los mercados financieros con la imposibilidad de pedir nuevos préstamos. Para solucionar estos problemas, el profesor Michael Kremer, de la Universidad de Harvard, ha propuesto la creación de una institución independiente que haga una lista de países “repugnantes”. Es decir, de países no democráticos que no utilizan los recursos financieros en beneficio de la población. Bajo la propuesta de Kremer, la deuda contraída después de que el país ha sido catalogado de “repugnante” se cancelará automáticamente una vez el régimen dictatorial desaparezca. De esta manera, el gobierno que sucede al dictador no perderá reputación internacional y seguirá teniendo acceso a los mercados financieros. Si los bancos privados o los países soberanos quieren dejar dinero a las dictaduras “repugnantes”, allá ellos. Pero que sepan que, una vez liberado el país, no van a cobrar ni un dólar.

La creación de este mecanismo llegaría demasiado tarde para el caso de la actual deuda de Iraq. Pero no importa, porque los líderes políticos de los tres principales acreedores, Alemania, Francia y Rusia, han repetido una y otra vez que su oposición a la guerra no tenía nada que ver con los beneficios económicos que obtenían de Saddam, sino que su preocupación real era el bienestar del pueblo iraquí. Ha llegado la hora de demostrar que siempre han dicho la verdad. Y la mejor manera de hacerlo es que declaren voluntariamente que sus deudas con el régimen dictatorial son “repugnantes” y que, acto seguido, anuncien su inmediata condonación incondicional. No una condonación “a cambio de mantener los contratos para la explotación de petróleo”, como sugirieron cómicamente tras su reunión en San Petersburgo. Me refiero a una condonación sin contrapartidas. Eso aliviaría a los ciudadanos inocentes iraquíes de los que tanto dicen preocuparse de la carga financiera que representa una deuda tan masiva y, a la vez, demostraría claramente que no engañaban a la comunidad internacional cuando se disfrazaron de pacifistas.

Hay quien piensa que el comportamiento cínico e hipócrita de quienes dicen querer la paz cuando están defendiendo oscuros intereses económicos es repugnante. Pero ahora los cínicos tienen la oportunidad de enseñarnos que lo único repugnante de su conducta es la deuda de Iraq. Si lo hacen, demostrarán que, a veces, lo repugnante tiene su atractivo.

X. SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta, Universidad de Columbia y UPF www.columbia.edu/%7exs23


 

 

 
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