Cuestiones de fe
LOS ANTILIBERALES creen que el cambio climático
queda demostrado con la ola de calor en Europa, pero en el
hemisferio sur ha hecho más frío |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 03:46 horas
- 17/09/2003
Bueno. Ya se han acabado las vacaciones de un verano que, sin duda, será
recordado por la ola de calor que ha azotado a Europa durante tres meses
consecutivos. Para los creyentes del cambio climático, las altas
temperaturas no han hecho más que confirmar lo que ya “se sabía”: el
calentamiento global del planeta es un hecho que demuestra que la
globalización neoliberal (salvaje, no se olviden de lo de salvaje) está
llevando al planeta por el camino del infierno, literalmente. Así nos lo
han hecho saber a través de periódicos, radio y televisión. Yo mismo he
recibido decenas de cartas de desconocidos con ataques más o menos
personales por mi devastadora contribución al calentamiento del planeta
a través de mi defensa de la economía liberal de mercado. Incluso muchos
de los mensajes me criticaban porque, a raíz de las altas temperaturas
durante la semana del 15 de agosto, los norteamericanos encendieron el
aire acondicionado y provocaron un enorme apagón de 24 horas de duración.
Y es que los antiliberales, como los caracoles cuando llueve, no fallan
nunca: cada vez que creen ver algo que “demuestra” que el liberalismo no
funciona, salen de sus escondites y nos evangelizan con aquello de que
otro mundo es posible.
El problema es que tienen tanta prisa por sacar pecho que se olvidan de
algunos hechos importantes. Por ejemplo, se olvidan de que la teoría del
calentamiento global hace referencia a eso: al calentamiento global. No
se refiere a las altas temperaturas que hay en el patio de nuestra casa
cuando hacemos una barbacoa, sino a las temperaturas de todo el planeta.
Y nuestro egocentrismo europeo a veces nos impide recordar que hay mucho
mundo más allá de nuestras fronteras. Si miramos lo que ha pasado en ese
mundo nos daremos cuenta de que, si exceptuamos la semana del apagón,
Estados Unidos ha tenido un verano inusualmente frío. También veremos
que, durante el mismo mes de agosto que nos ha freído a nosotros, las
temperaturas del hemisferio sur han sido 0,108 grados por debajo de lo
normal.
La revista “Newport This Week” publicaba un artículo sobre Susan Adie y
Brad Stahl, un matrimonio de exploradores que gusta de caminar por el
polo Norte. Resulta que este verano intentaron cruzar el Ártico a bordo
del rompehielos ruso “Yamal”. Dos veces lo intentaron y dos veces
fracasaron: unas placas de hielo de hasta cinco metros se acumulaban en
la zona que hay entre Svalbard y Franz Joseph Land e impidieron el
avance del rompehielos ruso hacia el polo. El capitán del “Yamal” dice
que en 35 años de navegación por el Ártico nunca había visto nada igual.
Y aquí es cuando los devotos del cambio climático no entienden nada: ¿no
habíamos quedado en que los casquetes polares se estaban derritiendo
debido al calentamiento global?, ¿cómo puede ser que el hielo haya
reaparecido justamente durante el verano más caluroso de la historia? La
respuesta es simple: ¡lo que ha pasado este verano no tiene nada que ver
con el calentamiento de la Tierra! Sí. Es verdad que ha hecho calor en
Europa. Pero, para demostrar que la teoría del cambio climático es
cierta, hay que establecer que las temperaturas globales (repito,
globales) tienen una tendencia creciente a largo plazo (repito, largo
plazo). Y ni las temperaturas europeas son las globales, ni el calor de
un verano tiene nada que ver con la tendencia a largo plazo. Una flor no
hace verano... y un verano no demuestra una teoría.
Llámenme extravagante pero, para mí, lo más destacado de la reciente ola
de calor han sido sus mortíferas consecuencias. Muy en particular, las
consecuencias sufridas en el país paradigmático del Estado de bienestar
europeo: Francia. Todos ustedes saben que los franceses son un modelo
que todos deberíamos seguir. Mientras en Estados Unidos la gente pobre
se muere a las puertas del hospital porque no tienen dinero para pagar (llevo
veinte años viviendo en aquel país y nunca he visto nada de eso), en
Francia el Estado y su sistema de salud pública protege a los ciudadanos
desde que nacen. Mejor dicho, los protege... hasta que hace un poco de
calor. Y es que resulta que 15.000 franceses han muerto este verano como
resultado de las altas temperaturas y ante la pasividad del Estado
benefactor. Sí, sí. Lo han leído bien: 15.000 ciudadanos, la cifra más
alta desde el final de la Segunda Guerra Mundial, han fallecido en
Francia por culpa del calor. Mejor dicho, por culpa del calor... y de
que en los hospitales (públicos) no había suficientes camas, de que los
asistentes sociales (públicos) no se preocuparon de que los ancianos
tuvieran sus casas refrigeradas, de que la mayoría de los médicos estaba
de vacaciones, de que nadie hizo nada para que volvieran a su trabajo a
pesar de la situación de emergencia, y de que los médicos que sí estaban
no trabajaban suficientes horas por aquello de las 35 horas semanales.
Es decir, por culpa de que el Gobierno fue incapaz de reaccionar y
fracasara a la hora de auxiliar a todos aquellos a los que les había
prometido su magnánima protección.
Resumiendo: las altas temperaturas provocan 15.000 muertos en Francia y
la lección principal del verano es que el neoliberalismo es “salvaje”
porque ha habido un apagón en EE.UU. y porque ha quedado demostrado que
existe calentamiento global. Y es que, para los antiliberales, la
confianza ciega en la capacidad del Estado y en el dogma del cambio
climático ya se ha convertido en cuestión de fe.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta,
Universidad de Harvard y UPF
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