Catalunya empieza con CAT
LA FUGA DE EMPRESAS no es culpa del tripartito,
pero éste necesita cambiar de rumbo y fomentar la competitividad, la
astucia y el talante |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 03:16 horas
- 10/02/2004
Qué hubiera pasado si, cuando la agricultura empezaba a extenderse por
los valles del Tigris y el Éufrates hace unos 10.000 años, los líderes
locales hubieran boicoteado su expansión con el argumento de que ésta
comportaba pérdidas de puestos de trabajo entre cazadores y recolectores?
Pues, sencillamente, que hoy todavía viviríamos de la caza y la
recolección, inmersos en la miseria. Y es que, en un mundo de constantes
mutaciones tecnológicas, las sociedades que sobreviven no son ni las más
fuertes ni las más inteligentes, sino las que mejor se adaptan al cambio.
Últimamente, muchos son los que, en Catalunya, se preocupan por la
deslocalización de empresas. Voces interesadas (entre las que destaca
algún ministro de Madrid) echan las culpas al tripartito de izquierdas.
La verdad es que esas acusaciones son absurdas porque, entre otras cosas,
éste no es un fenómeno catalán. Sin ir más lejos, Estados Unidos,
paraíso de la informática, está muy preocupado por el constante traslado
de programadores a Bangalore (India). Las deslocalizaciones ponen de
manifiesto que vivimos en un mundo en el que el progreso tecnológico
impone cambios constantes a todos..., y nosotros no somos una excepción.
Ahora bien, que la Generalitat no sea directamente responsable no quiere
decir que no tenga un papel fundamental que desempeñar.
Dicen que el pesimista ve problemas en cada oportunidad y el optimista
ve oportunidades en cada problema. En ese sentido, el Govern debería
contribuir al optimismo llevando a cabo políticas que ayuden al país a
aprovechar las oportunidades. En mi opinión, para ello debería actuar en
tres frentes a los que llamaré competitividad, astucia y talante.
Competitividad es crear un entorno que permita a todas las personas
participar del juego económico. Para conseguirlo, lo primero que se
requiere es un cambio mental: hay que aceptar que el progreso va a
seguir mutando nuestro entorno y hay que entender que el listón seguirá
subiendo cada día, nos guste o no. Una vez aceptado, lo segundo es
invertir en la capacidad de los ciudadanos de trabajar y vivir en ese
mundo cambiante. La educación anquilosada del pasado debe dejar paso a
métodos que flexibilicen nuestras mentes y que nos enseñen a aprender y
reciclarnos con facilidad. Si el sistema educativo hubiera sido eficaz,
hoy no habría tantas personas de más de 45 años incapaces de utilizar
medios informáticos. Lo tercero es el fomento de los incentivos a través
de la meritocracia: los mejores puestos y salarios deben ser para los
más preparados, más eficientes y más flexibles. Sólo si el esfuerzo se
ve recompensado con la promoción económica y social se incentiva la
superación. Las diferencias salariales que aceptamos con naturalidad en
el fútbol deberían ser la norma en ámbitos tan o más importantes como
son la empresa, la universidad o la administración.
El segundo frente, la astucia, consiste en visualizar el futuro y
construir los puentes que nos lleven a él. Un ejemplo: la población
europea va a envejecer notablemente en las próximas décadas. Muchos
creen que eso va a ser un inconveniente. Una vez más, el optimista debe
ver la oportunidad y no el problema: la “gerontocracia” que se avecina
será un negocio para quien sea capaz de capitalizarla. Otro ejemplo: en
los próximos diez años, el mundo que nos rodea será digital, móvil y
virtual. Las cámaras digitales, los teléfonos móviles y las webcams son
los primeros pasos de un proceso que no ha hecho más que empezar. La
pregunta es: ¿nos estamos dotando de la capacidad de adaptación a ese
cambio? Tercer ejemplo: durante los años noventa, las empresas tuvieron
tendencia a hacer grandes conglomerados y a dirigir sus negocios de
manera vertical y jerárquica con el objetivo de maximizar la cotización
en bolsa. La explosión de la burbuja y los casos de corrupción
empresarial (Enron, Vivendi, Parmalat...) están haciendo que la
tendencia ahora sea la “horizontalización”, es decir, la cooperación de
pequeños centros operacionales en los que el objetivo no es sólo
satisfacer a los accionistas, sino también a clientes, trabajadores y
proveedores. ¿Entienden nuestras autoridades que ésa es la dirección del
futuro y están haciendo algo para que el país pueda sobrevivir en esa
nueva situación?
Finalmente, el talante. El talante es la manera como se hacen las cosas.
Las ideas son importantes, pero el “cómo se implementan éstas”, también.
Empresas y administraciones deben actuar con transparencia, eficacia,
honestidad y equidad. Por ética, por imagen y, sobre todo, para
transmitir la confianza y el optimismo necesarios. En este terreno, el
currículo del Govern empieza a ser preocupante. Quien responde a la
marcha de Philips con la ridícula amenaza de no comprarle bombillas
demuestra no saber de qué va la partida. Tampoco han contribuido los
numerosos casos de deslealtad, de falta de transparencia, de
enfrentamientos internos, de contrataciones de familiares (hay quien
propone cambiar el nombre de “Generalitat” por el de “Germanalitat”), de
parálisis y de obsesión enfermiza por controlar parcelas de poder. Todo,
absolutamente todo eso demuestra un talante que, de proseguir, acabará
siendo terriblemente perjudicial para nuestro futuro económico y nuestra
posición en el mundo.
No. La deslocalización empresarial no es culpa del tripartito. Pero si
éste no quiere que abandonemos la vía de la modernidad, necesita cambiar
rápidamente de rumbo y fomentar la competitividad, la astucia y el
talante. El futuro de Catalunya empieza con CAT.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta,
Harvard University y UPF
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