XAVIER SALA I MARTÍN - 17/06/2004
JOAN CASAS
 

Mandamientos de la ley de Dios


 

POR MÁS QUE LEO UNA Y otra vez los mandamientos de la ley de Dios no logro ver uno que diga: “Seguirás el tratado de Kioto al pie de la letra”  

XAVIER SALA I MARTÍN - 04:46 horas - 17/06/2004

Y entonces Dios entregó esos mandamientos diciendo: ‘Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de Egipto y te liberé de la esclavitud. 1. Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 2. No tomarás el nombre de Dios en falso. 3. Recuerda el sábado para santificarlo. 4. Honrarás a tu padre y a tu madre. 5. No matarás. 6. No cometerás adulterio. 7. No robarás. 8. No darás falso testimonio. 9. No codiciarás la mujer de tu prójimo. 10. No codiciarás ni la casa ni los bienes ajenos”. (Éxodo, 20:1-17).

Es curioso: por más que leo una y otra vez la lista de los diez mandamientos, no consigo ver uno que diga: “No emitirás más dióxido de carbono que en 1990” o “Seguirás el tratado de Kioto al pie de la letra”. Digo que es curioso porque un gran número de ecologistas (no todos) se comportan como si Kioto tuviera inspiración divina. Y es que el medioambientalismo se ha convertido en una especie de religión que cada vez se basa menos en el debate científico sosegado y más en la condena de quien disiente; por ejemplo, el estadístico danés y ex militante de Greenpeace, Bjorn Lomborg, quien en su libro El ecologista escéptico (Espasa Calpe) demuele cada una de las letanías sobre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y demás presuntas tragedias medioambientales. La reacción de los verdes no fue, como habría sido de esperar, la de debatir los datos de manera científica, sino la de enviar al hereje a la pira purificadora, acusando a Lomborg de deshonestidad intelectual ante los tribunales. No hace falta decir que Lomborg ganó la partida legal.

Otro ejemplo: nuestro conseller de Medi Ambient, Salvador Milà Solsona, escribía en La Vanguardia una feroz crítica a una conferencia que pronuncié yo mismo sobre el medioambientalismo (a la que, por cierto, él no asistió). Lejos de discutir la veracidad de los datos que aporté, el conseller intentó desacreditarme diciendo que yo era un “destacado devoto de las doctrinas más ortodoxas del neoconservadurismo norteamericano fracción Bush”. Estoy muy lejos del neoconservadurismo (entre otras cosas, porque el liberalismo está reñido con la imposición de religiones... incluidas las medioambientales) o de apoyar devotamente a Bush (al que he criticado desde estas mismas páginas). Pero la verdad es algo que no importa a los fundamentalistas. Ellos son gente de dogma, de fe y de expiación de los sacrílegos. Gracias, pues, conseller, por confirmar con sus palabras lo que decía yo en mi conferencia.

Una vez hecho el agradecimiento, hubiera preferido que el conseller explicara que durante el último año, el llamado consenso de Copenhague reunió a prestigiosos sabios y científicos (incluyendo a varios premios Nobel) para que hicieran una lista de prioridades entre los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad, como son la pobreza, la falta de agua potable, el cambio climático, las epidemias, la corrupción, el comercio injusto, los conflictos o la emigración, para comparar los beneficios (sociales, humanos y económicos) con los costes que comportaría implementar las políticas y contestar a la pregunta: “Si la humanidad tuviera x billones de dólares para solucionar problemas, ¿dónde debería invertirlos primero?”. Las respuestas son muy interesantes: lo prioritario es la lucha contra el sida, seguido por la malnutrición, la liberalización del comercio agrícola y el control de la malaria. A mitad de la tabla figuran la eliminación de las trabas a la creación de empresas o la reducción de las barreras a la emigración. Lo más llamativo es que las tres acciones que, según los sabios, deben tener menos prioridad son las que se refieren al medio ambiente y al cambio climático. Y el tratado de Kioto es la penúltima de una lista que cierra el impuesto sobre las emisiones de CO2.

Quizá este resultado sorprenda al conseller Milà y demás miembros de su verde partido. A mí no. Primero, porque la incertidumbre que todavía rodea a la hipótesis del calentamiento global causado por el hombre es demasiado grande y aconseja prudencia antes de actuar. Segundo, porque los costes de Kioto deben pagarse ahora y los beneficios, si es que existen, vendrán en un futuro muy lejano. Y tercero, porque según el propio IPCC de la ONU, si no hacemos nada, la temperatura media en la Tierra subirá en 2,53 grados en el año 2100, mientras que si aplicamos Kioto, el aumento de temperaturas será sólo de 2,49 grados: una mejora ridícula si la comparamos con los enormes costes económicos que comportará la reducción de emisiones prevista por el tratado. Todo eso contrasta con los beneficios tangibles (en términos, sobre todo, de vidas humanas) de solucionar los problemas del sida, la desnutrición o la falta de agua potable en África.

Dicen que la política es el arte de priorizar, de distinguir lo importante y urgente de lo secundario y lo que puede esperar. Es posible que el calentamiento de la Tierra sea un problema. No digo que no. Pero no es ni el mayor ni el más urgente del mundo, digan lo que digan el conseller Milà y todos aquellos que todavía creen que el tratado de Kioto es uno de los mandamientos de la ley de Dios.

XAVIER SALA I MARTÍN, FUNDACIó CATALUNYA OBERTA, COLUMBIA UNIVERSITY Y UPF
WWW.columbia.edu/%7exs23


 

 

 

 
LA VANGUARDIA, el diario más vendido en Catalunya  Control OJD-WWW
Copyright La Vanguardia Ediciones S.L. y Iniciativas Digital Media S.L. All Rights Reserved Aviso Legal