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ENTREVISTA XAVIER SALA I MARTIN |
«España corre un serio peligro de morir de éxito y
acabar con crecimiento cero como Alemania» |
El Premio Rey Juan Carlos I de Economía advierte
de que la apertura comercial de España es la única manera que tiene el
país para despegar. Este catalán, residente en Columbia, está convencido
de que flexibilizar el mercado laboral no significa facilitar el despido. |
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PABLO PARDO / Washington
El Premio Rey Juan Carlos I de Economía y sus 72.000 euros han ido para
el profesor de la Univeridad de Columbia Xavier Sala i Martín. Sala es
un economista que se declara «admirador de Ronald Reagan», aunque tal
vez su característica más llamativa sea su forma de vestir, no apta para
daltónicos. El día que tuvo lugar esta entrevista vestía una americana
verde fosforescente con vacas, de la que rapidamente se desprendió.
Tal vez no sea, en principio, la indumentaria más habitual para dar un
seminario a los funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI),
que era la actividad a la que Sala se dedicaba cuando se reunió con EL
MUNDO. Pero lo cierto es que no se puede decir que a este economista,
nacido en Barcelona hace 41 años, le haya ido mal.
Después de ser profesor en Harvard y Yale se ha establecido en Columbia.
Es probablemente el único economista español al que The Economist le ha
dedicado una página completa. Fue el 18 de julio de 2002. El artículo
trataba, previsiblemente, de demostrar que la globalización reduce las
diferencias de renta a nivel mundial. Sala también ha sustituido a Jeff
Sachs en la coordinación del ranking de competitividad de países que
elabora todos los años el World Economic Forum de Davos.
Discípulo de Robert Barro, Sala defiende la apertura comercial y
económica como única forma de lograr crecimiento económico.Aunque no
todo es economía. Sala ha fundado una ONG y una empresa en Estados
Unidos, y sus intereses abarcan áreas tan heterogéneas como el efecto en
la tasa de mortalidad masculina de la tendencia de los hombres a mirar a
las mujeres. Quien quiera más detalles al respecto, puede ir a su página
web (http://www.columbia.edu/~xs23/home.html).Sala también fue nombrado
anteayer presidente de la Comisión Económica del FC Barcelona.
Pregunta.- ¿Cómo valora la situación económica de España?
Respuesta.- España ha superado los dos primeros estadios del desarrollo.
El primero, en el que se crece gracias a unos precios y salarios bajos,
y el segundo, en el que se produce con más calidad. Ambos estadios han
acabado porque se ha tenido éxito en ellos. Pero ahora España debe dar
el tercer paso y entrar en una economía basada en la innovación. Y ahí
las cosas no están claras.
P.- ¿Por qué?
R.- Hay un serie de obstáculos a la innovación. En España debemos
comprender que las exenciones fiscales no valen para nada a la hora de
innovar. Las subvenciones no son más que una transferencia de renta, del
contribuyente al subvencionado. Hay que crear un entorno para que la
gente innove. Y ahí es donde fallamos.
P.- ¿Es un problema cultural?
R.- Puede que haya algo de eso. Pero lo cierto es que antes no éramos
así. En Cataluña había un tremendo espíritu emprendedor.Hoy, el objetivo
es entrar a trabajar en La Caixa a los 20 años y seguir ahí toda la vida.
No obstante, es cierto que ahora existe un rechazo a las reformas
económicas. Los periódicos dan por supuesto que el capitalismo es malo.
Existe una satanización de los empresarios, fruto de la propaganda
socialista. Pero el problema es mucho más amplio. El sistema educativo,
por ejemplo, es memorístico, no incentiva la crítica. Existen numerosas
trabas a la creación de empresas. En EEUU se tarda dos días en crear una
empresa. En España 42.
P.- ¿Es sólo un problema de mentalidad o hay medidas de política
económica que pueden ayudar a solucionarlo?
R.- La política económica puede ser muy útil. La red de comunicaciones
en España, por ejemplo, es muy centralizada. Hay un exceso de regulación,
en parte, debido a la superposición de las administraciones local,
comarcal, autonómica, central y europea. Y está la tiranía de los
alcaldes. Cuando se pregunta a las multinacionales presentes en España
qué quieren, la primera respuesta es: «Quítennos a los alcaldes de
encima». Los municipios tienen un poder arbitrario que los convierte en
una traba al desarrollo.
P.- Pero el modelo español también tiene cosas buenas. Basta con irse a
tres calles de su despacho en Columbia para encontrarse con una zona en
la que la raza de los habitantes y el aspecto de sus casas hacen pensar
que estamos en un país africano de ésos a los que asesoras sobre cómo
salir del subdesarrollo. En España, eso no pasa.
R.- Ese no es un problema económico. Yo nunca he dicho que Estados
Unidos crezca porque tiene unos servicios sociales muy reducidos.Además,
no es necesario desmontar el estado del bienestar. Ahí está el ejemplo
de Finlandia, un país muy competitivo que no ha renunciado a la cohesión
social, sino que simplemente ha desarrollado un sector privado muy
dinámico después de que su mayor socio comercial, la Unión Soviética,
dejara de existir y el PIB [Producto Interior Bruto] del país se
desplomara. Por ejemplo, flexibilizar el mercado laboral no significa
facilitar el despido. También implica incrementar la movilidad
geográfica y funcional de los trabajadores, y hacer que la población
tenga una actitud favorable a seguir aprendiendo durante toda su vida.
En el fondo, se trata de una revolución de las mentes.
P.- Sin embargo, en España existe cierta complacencia con la tasa de
crecimiento, superior a la media de la Unión Europea.
R.- Es un error. Cuando vengan mal dadas, España no estará preparada.Es
lo que le pasó a Alemania, aunque en unas circunstancias y con una
estructura económica muy distinta. Un punto del crecimiento español es
regalado, ya que procede de las transferencias de la Unión Europea. Y,
además, hay un boom especulativo en el mercado inmobiliario que algún
día encontrará su límite. Yo no veo ningún indicio de que estemos
preparados para ello. La economía alemana es muy distinta de la española,
pero corremos peligro de caer en la misma situación: morir de éxito y
acabar con crecimiento cero. La autocomplacencia sólo va a agravar ese
peligro.
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