Contra la “religión” del cambio climático
El economista Xavier Sala i Martín critica Kioto y
las tesis del cambio climático
El economista señala que aplicar Kioto costaría
ocho billones de dólares para lograr objetivos modestos |
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PIERGIORGIO M. SANDRI - 04:16 horas
- 16/04/2004
La provocación está servida. Xavier Sala i Martín, economista de la
Universitat Pompeu Fabra y de la Columbia University, cargó ayer contra
lo que llama “la religión del medioambientalismo”. Sala i Martín, cuyas
opiniones no suelen dejar a nadie indiferente, igual que el color de sus
americanas (ayer, ironía de la suerte, llevaba una color verde de tono
bastante ecologista), afirmó que la aplicación del protocolo de Kioto no
es la mejor solución para preservar el equilibrio medioambiental del
planeta y, en particular, frenar el recalentamiento de la atmósfera.
El punto de partida de su conferencia, organizada por la Fundació
Catalunya Oberta, fue que, en términos de “costes-beneficios”, el
protocolo de Kioto costaría, según los datos de las Naciones Unidas,
unos ocho billones de dólares para conseguir unos objetivos modestos.
Siempre citando a la ONU, añadió que mediante la reducción de las
emisiones de CO2 hasta los niveles de 1990 (tal y como prevé el tratado)
el incremento de la temperatura global del planeta sería de 2,49 Cº en
los próximos cien años. Pero sin Kioto el termómetro subiría apenas 2,53
Cº, es decir, que habría una diferencia mínima.
En realidad, Sala i Martín cuestiona la tesis dominante en el ámbito
científico que alerta sobre los crecientes peligros procedentes del
cambio climático. Las cifras oficiales sostienen que el siglo XX ha sido
el más caliente del milenio y que, debido a las emisiones crecientes de
CO2, por el llamado “efecto sierra”, la Tierra corre el riesgo de
recalentarse demasiado.
Un estudio sorprendente
Pues bien, el economista catalán cita un estudio publicado el pasado
otoño en el “British Journal of Energy and Environment” por un
matemático y un estadístico canadienses, Steve McIntyre y Ross McKitrik,
en el que revisaban lo que está considerado como el mayor trabajo
científico sobre el recalentamiento de la Tierra, el de Mann, Bradley y
Hughes, que vio la luz en 1998.
En el estudio de los canadienses, gracias a una revisión de las bases de
cálculo, se desprende que el siglo XX no fue ni mucho menos el periodo
más “caliente” de la Tierra. Siempre según este informe, la etapa con un
mayor incremento de las temperaturas se dio en la Edad Media, entre los
años 1400 y 1450. Desde entonces se habrían sucedido varios periodos de
enfriamiento, de manera que, según Sala i Martín, nos estaríamos ahora
recuperando de una fase de bajada anterior.
El académico de la Pompeu Fabra se mostró muy crítico con los sitemas de
medición de las temperaturas. En su opinión, los criterios escogidos
serían parciales y no reflejarían la verdad. Por ejemplo, en el
hemisferio norte se asistiría a un recalentamiento, pero en el
hemisferio sur estaría ocurriendo lo contrario. Asimismo, habría que
descontar el efecto distorsionador de las ciudades, ya que en las
aglomeraciones urbanas las temperaturas suelen ser más elevadas.
Según Sala i Martín, además, si se escoge una escala temporal más
amplia, se observa que la Tierra está acostumbrada a las oscilaciones de
las temperaturas. Así, en la Edad Media, el deshielo de los glaciares
habría permitido a los vikingos atravesar el Atlántico por el norte,
mientras que en los años setenta del siglo pasado, debido a un
provisional caída de las temperaturas, la Academia de Científicos de
EE.UU. llegó a “alertar sobre los riesgos del enfriamiento de la Tierra
en los próximos 100 años ”.
Ante estos datos, Sala i Martín concluye que no necesariamente debe
considerarse al CO2 como responsable del calentamiento del planeta, “ya
que este fenómeno se produjo incluso cuando no existían los coches”,
apuntó. Por ello, el profesor catalán invita a rebelarse contra el
“dogma del desarrollo sostenible”, base del protocolo de Kioto, que se
acepta “como si de unos auténticos mandamientos se tratara”. No sería,
argumenta el economista, la primera vez que la comunidad científica se
equivoca con las previsiones. Por ejemplo, la ONU alertó en 1986 sobre
los riesgos de desforestación debido a las lluvias ácidas, pero años más
tarde indicó que la superficie arbolada de la Tierra se había
incrementado. Asimismo, el gobierno de Estados Unidos llegó a afirmar en
los años treinta que las reservas de petróleo podían agotarse en un
decenio, algo que aún no ha ocurrido.
Xavier Sala i Martín, sin negar la existencia de problemas
medioambientales, invitó a los asistentes, una platea formada por
decenas de políticos y empresarios, a promover un mayor debate
científico sobre el asunto y a no convertir la tesis dominante en una
“inquisición religiosa”. |