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El rey Juan Carlos entrega a Xavier Sala i Martin el premio de Economía que lleva su nombre.
(EFE)
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Cuenta Xavier Sala i Martin que cuando comenzó a dar clases en Yale le
fue a ver un día Bob Mundell -profesor en Columbia, padre de la teoría
de la moneda única y premio Nobel de Economía- y le soltó: "Un hombre
con chaqueta fucsia tiene que vivir en Nueva York". Miró por la ventana
y sólo vio "un bucólico paisaje con césped, árboles y vacas". Y se
horrorizó. Así que aceptó la oferta de la universidad neoyorquina y se
trasladó con sus llamativas chaquetas chillonas que tanto llamaron la
atención a Mundell a vivir a la Gran Manzana.
Ayer, este economista catalán de 41 años se vistió con una chaqueta de
brillante color verde jaspeada con vacas pintas para recibir el premio
Rey Juan Carlos de Economía que concede la Fundación José Celma Prieto
de manos del Jefe del Estado. Con esa imagen rompedora, despachó un
original y, al mismo tiempo, demoledor discurso que llenó de atención
el pomposo salón de actos del Banco de España, en el que una escogida
representación de los más destacados economistas patrios rieron sus
gracias y valoraron sus teorías sobre el crecimiento económico.
En los pocos años que lleva de profesor, oficio que compatibiliza entre
la citada Universidad de Columbia y la catalana Pompeu Fabra, Sala i
Martin se ha convertido en un experto de primera fila en esa teoría y
en uno de los economistas españoles con más prestigio mundial,
alcanzando ya la talla de gentes como Enrique Fuentes Quintana, Luis
Ángel Rojo y su admirado Andreu Mas Collell (presentes ayer en el acto
y, asimismo, premios Rey Juan Carlos).
Precisamente, el premio que recibe, y cuya cuantía de 72.000 euros
entrega en su totalidad a la Fundación Umbele (que quiere decir futuro
en suahili) de ayuda al desarrollo en África que él mismo creó, se debe
a sus estudios sobre el crecimiento económico. En ellos ha analizado el
desarrollo, la pobreza y la desigualdad, la productividad y la
competitividad, el capital humano, la inversión, las finanzas públicas,
la seguridad social y la economía monetaria. Todo eso, nada menos.
Para entrar en harina se remontó 200 años. Primero dijo que entonces
"el mejor indicador de si una persona era rica o pobre era su clase
social". "Hoy las cosas han cambiado radicalmente, porque el bienestar
no depende tanto de su clase social, si no del país en que viven".
Luego concluyó: "La lección más importante que debemos aprender de
estos dos siglos de investigación económica es que no existen fórmulas
mágicas, ninguna de estas teorías es cierta por sí sola, todas y cada
una tienen sentido y muchas de ellas podrían ser ciertas
simultáneamente".
Para Sala, África es una obsesión. ¿Por qué son pobres los ciudadanos
africanos? y ¿qué se debe hacer para que dejen de serlo?, se preguntó.
Luego comentó que muchos factores determinan el evidente fracaso
económico de casi todo el continente. Destacó algunos:
- Las guerras. Sólo Botsuana no ha tenido conflictos en 40 años y su crecimiento es el mayor del mundo.
- La salud pública. "Todos los países de los trópicos son pobres por la
mortalidad que provocan la malaria y el sida". "Catorce millones de
niños deambulan por África". Otro dato: en Mozambique viven 18 millones
y sólo hay 40 médicos.
- Las inversiones. Los subsidios europeos a la agricultura provocan que
cada vaca de la UE reciba siete dólares al día mientras que un africano
sólo dispone de uno.
- Las instituciones. Las extensas burocracias impiden la creación de negocios y la corrupción ahuyenta a las multinacionales.
- La globalización. "Es buena y punto. Gracias a ella, China y los
países asiáticos han crecido como lo han hecho mientras África es más
pobre que hace 40 años: está cerrada y ni sus productos ni sus
ciudadanos salen por el mundo".
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