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Xavier Sala i Martín.
(CARLES RIBAS)
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"En términos globales, el planeta va bien. Cerca de 450 millones de
personas han salido de la pobreza en los últimos 20 años y las
desigualdades se reducen". Son palabras de Xavier Sala i Martín, uno de
los economistas autóctonos cuyos trabajos de investigación han sido más
citados en los últimos años y que hoy recibirá el premio de Rey Juan
Carlos de Economía por sus teorías sobre el crecimiento económico y
desarrollo. Ayer, rodeado de una pizarra con fórmulas matemáticas, de
muñequitos vestidos del Barça (preside su comité económico) y de
papeles por el suelo en su despacho de la Universidad Pompeu Fabra,
este catedrático de Columbia desgranaba así sus opiniones de corte
liberal, a menudo provocadoras.
Pregunta. ¿Qué va antes, desarrollo o democracia?
Respuesta. La mayoría de dictaduras son un desastre, pero hay de
todo. Miremos Singapur o China. Hay poca relación entre democracia y
desarrollo.
P. Sostiene que la diferencia reside en si los países han abierto o no sus economías al exterior.
R. La apertura comercial es buena. Sin duda. África es un
desastre económico. No le ha llegado la globalización ni del trabajo,
la tecnología, las mercancías, la información o el capital. Asia se ha
globalizado y ha reducido su pobreza.
P. Baja el número global de pobres, pero las desigualdades aumentan entre países. ¿Por qué hay que medirlo en población?
R. Si China va bien y crece un 10%, muchos de sus 1.300 millones
de habitantes dejan de ser pobres. Me preocupa el bienestar de los
ciudadanos, no de los territorios.
P. ¿En España crecen o no las desigualdades?
R. Las regiones pobres crecieron más que las ricas hasta los 80.
La convergencia se frenó con las políticas de redistribución regional.
La política de invertir en las zonas pobres queda muy bien, pero ha
sido un fracaso. En Europa, EE UU o China. Cuando el Gobierno intenta
inducir el crecimiento de un país, fracasa. Debe dedicarse a reducir la
burocracia y a incentivar la creatividad. No debe tener astilleros,
bancos, eléctricas o aeropuertos. Sí crear un entorno para que las
empresas hagan negocio. Y sí combatir la evasión fiscal.
P. ¿Ayudaría a ello simplificar los impuestos?
R. Los países nórdicos tienen impuestos sobre la propiedad y el
capital más bajos que EE UU. Pero los tienen más altos sobre la
gasolina o los bienes de lujo, ya que tienen mucho gasto social y
necesitan impuestos eficientes. Nosotros queremos un Estado del
Bienestar nórdico, pero tenemos unos impuestos ineficientes. Y
los ricos siguen yendo a Jersey. Simplificar los impuestos es bueno,
sobre todo para perseguir la evasión fiscal y para que la recaudación
sea mucho más eficiente.
P. España sale mal parada de los ranking de competitividad.
R. La competitividad viene de los jóvenes que quieren crear su
empresa y de los empresarios con espíritu crítico. Aquí tenemos
burócratas y jóvenes que quieren trabajar toda la vida en La Caixa, y a
los niños no se les enseña a cuestionar al profesor. En España, todo va
de subsidios a la Nissan de turno para que no se vaya.
P. ¿Qué puede hacer un Gobierno ante la deslocalización?
R. Si una empresa quiere irse, que se vaya. Seguramente vino
aquí porque España era más barata y antes cerró en otro lugar. El
Gobierno no puede aguantar la presencia de empresas con subvenciones.
Debe crear un entorno educativo adecuado y para que se creen otras
nuevas empresas.
P. ¿Qué efecto tendrá la apreciación del euro?
R. El euro puede frenar el crecimiento de Europa. El lado bueno
es que no hemos vivido tanto el encarecimiento del petróleo. El malo
tiene que ver con el déficit comercial de EE UU con Asia, sobre todo
con China, ya que le vende menos de lo que le compra. Para
equilibrarlo, EE UU encarece sus importaciones y vende más barato. Una
forma de hacerlo es que el dólar baje. El otro lado de la moneda es que
esto provoca que los productos europeos sean más caros para los
americanos, que los compran menos. China tiene un tipo de cambio fijo
con el dólar, así que todo este ajuste del desequilibrio entre China y
EE UU se corrige creando otro entre Europa y EE UU. El desequilibrio
entre China y EE UU lo pagaremos los europeos. Porque nosotros no
intervenimos la moneda. El problema es mayor para Alemania o Italia,
pero una crisis en estos países, indirectamente, afecta a España.
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