XAVIER SALA I MARTÍN - 10/09/2004
JOAN CASAS
 

¡Deja ya de hablar de Vietnam!


 

LA CAMPAÑA ELECTORAL demócrata se ha basado en el falso heroísmo de Kerry, mientras un sonriente Bush da soluciones a la ciudadanía  

XAVIER SALA I MARTÍN - 03:46 horas - 10/09/2004

Día 13 de marzo de 1968. Lanchas rápidas americanas patrullan por el río Hap cuando el ejército del Vietcong les tiende una emboscada. Una granada explota bajo una de las embarcaciones y el boina verde Jim Rassman cae al agua. Desafiando las balas que silban sobre su cabeza, el soldado John F. Kerry sucumbe a la tentación de salvarse, da media vuelta con su lancha y se juega la vida para salvar la de su compañero. Kerry es herido, pero consigue rescatar a Rassman. Su heroísmo le vale la más alta condecoración militar de Estados Unidos: el corazón púrpura.

29 de julio del 2004. El soldado Kerry, convertido en senador, se presenta ante la convención demócrata y acepta ser su candidato presidencial con las militares palabras: “Me llamo John y acepto la misión”.

Y es que la campaña electoral demócrata se ha basado casi exclusivamente en el heroísmo y el valor de Kerry (el resto se ha dedicado a subrayar las presuntas mentiras de Bush sobre la guerra de Iraq) para demostrar que son tan machos en defensa como los republicanos. Eso es muy importante en un país en guerra contra el terrorismo global. La cosa pareció funcionar durante unos meses. Tanto, que las encuestas pusieron a Kerry por delante de Bush.

Los problemas empezaron cuando, después de la convención demócrata, no se produjo el esperado y tradicional salto en las encuestas: Kerry solamente subió 2,75 puntos, el aumento más pequeño de los últimos 30 años (Al Gore subió 16 puntos después de su convención en el 2000). ¿Por qué? Pues porque todo ese show no aportó nada nuevo. Los electores sabían que Kerry era un héroe y que Bush había mentido, pero, una vez sabido, ¿qué soluciones aportaba el Partido Demócrata a los problemas de la gente? La respuesta: un profundo silencio. La gente de Kerry empezaba a preocuparse... pero lo peor estaba por llegar.

Durante el mes de agosto, 16 de los 20 oficiales que lucharon junto Kerry en Vietnam formaron el grupo Swift Boat Veterans for Truth (veteranos de las lanchas rápidas a favor de la verdad) y pusieron devastadores anuncios televisivos donde decían que, si bien es cierto que el día 13 de marzo de 1968 una lancha topó con una mina y que un soldado cayó al agua, la verdad es que ni hubo disparos enemigos ni heroicidades por parte de nadie y, lo que es más fuerte, ¡John Kerry no estaba presente! Es más, el médico que le curó la herida afirma que ¡se la hizo él solito al manipular una granada! (vean los anuncios en www.swiftvets.com). ¡Resulta que todo eso del heroísmo era una patraña inventada por los estrategas electorales del senador! Al final, sus asesores confesaron que habían exagerado un poco, aunque “no tanto como decían los veteranos”. Sea como fuere, la imagen del héroe que debía liderar la lucha contra el terrorismo se fue desvaneciendo... y quien había acusado a Bush de mentir era el primero en faltar a la verdad. ¡Ay, políticos!

El problema para los demócratas es que todos sus huevos estaban en la misma cesta (lo digo metafóricamente) y, sin la imagen heroica de Kerry, no les quedaba nada de nada. Claro que aún cabía esperar un fracaso de la convención republicana. Un fracaso que no llegó: el ex alcalde Rudy Giulinani y el supergobernador Arnold Schwarzenegger hicieron de policías buenos e intentaron ganar el voto de los indecisos moderados. El vicepresidente Cheney y el senador demócrata (repito, demócrata) de Georgia Zell Miller, por su parte, hicieron de policías malos y atacaron el supuesto heroísmo de Kerry entre las carcajadas y el delirio de sus simpatizantes. Y entre unos y otros, un moderadísimo y sonriente Bush se dedicó a poner sobre la mesa soluciones a los problemas de la economía, la salud, la educación y el terrorismo. Un montaje magistral.

Ni qué decir tiene que todo era una farsa. Una gran farsa que se repite en los congresos de todos los partidos (y no me refiero sólo a los norteamericanos). No en vano hace cuatro años los mismos republicanos prometieron disciplina fiscal, liberalización de mercados y reducción del tamaño del Estado cuando, en realidad, aumentaron el déficit, los aranceles, los subsidios agrícolas y el gasto público (aunque lo más ofensivo de esta convención no fueron las promesas que sabemos que no van a cumplir –eso lo hacen todos los partidos–, sino el hecho de que, cuando los líderes aparecieron con sus familias, Dick Cheney se presentó sin su hija homosexual, para no molestar a la derecha religiosa que está convirtiendo al Partido Republicano en un vergonzoso manantial de intolerancia). A pesar de todo, las encuestas han vuelto a poner a Bush 11 puntos por delante de Kerry. La maquinaria republicana funciona a la perfección.

Para ganar, a Kerry sólo le queda arrollar a Bush en los debates televisados. Pero su perpetua cara de palo y su falta de flexibilidad mental y oral no le van a ayudar. Si no, a esperar que los seguidores de Saddam Hussein desplieguen una ofensiva militar que cause un gran número de bajas americanas en Iraq justo semanas antes de las elecciones (tras el 14-M en España, los terroristas saben que sus acciones violentas pueden tener efectos electorales.)

Si no ocurre nada de eso, las cosas no pintan bien para Kerry. Y no pintan bien incluso si cambia radicalmente de rumbo y sigue el sabio consejo de Bill Clinton, quien, minutos antes de ser intervenido quirúrgicamente del corazón, telefoneó al candidato y le dijo: Por lo que más quieras, ¡deja ya de hablar de Vietnam!

XAVIER SALA I MARTÍN, de la Fundació Catalunya Oberta, Columbia University y UPF
www.columbia.edu/%7exs23


 

 

 

 
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