¡Que la noche no dure 36 días!
LAS COSAS NO PINTAN bien para Kerry, pero
todavía no lo tiene perdido: la carrera está muy igualada y la noche
electoral puede ser larga |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 27/10/2004
Bueeeno. Ya han despilfarrado más de mil millones de dólares en otra de
esas folklóricas campañas electorales, y ¿dónde nos encontramos?...,
pues más o menos igual que al principio: unos siguen fieles a George W.
Bush, otros le odian tanto que optarían por quien fuera con tal de que
no saliera reelegido, y un tercer grupo (entre los que me incluiría yo),
que no está contento con Bush pero que tampoco está convencido de que
John F. Kerry, senador de mirada ecuestre cuya fortuna se multiplica
milagrosamente cada vez que pasa por el altar nupcial, vaya a ser
mucho mejor.
La pregunta es: ¿cuántos votantes hay en cada uno de esos grupos?
Difícil de decir. Si cogemos los 16 sondeos disponibles a día de hoy y,
siguiendo la gloriosa tradición de los jueces de patinaje artístico,
eliminamos los más favorables a Bush (la encuesta conjunta de CNNUSA
Today le daba una ventaja de 8 puntos) y el más propicio a Kerry (la
Associated Press daba una ventaja de 3 puntos al senador), el promedio
de los 14 restantes da una ventaja a Bush de 2,6 puntos y sólo uno de
ellos da la victoria a Kerry. Los mercados de apuestas también le dan al
presidente un 60% de probabilidades de ganar. Parece, pues, que Bush
vuelve a abrir la brecha que se había cerrado tras los dos primeros
debates.
¿Por qué parece el senador incapaz de superar al presidente? Por
diversas razones. Una es que las mujeres, que en el 2000 votaron
masivamente a Al Gore, están ahora mucho más preocupadas por la
seguridad y el terrorismo, y los continuos cambios de opinión del
senador en el tema de Iraq no les inspira confianza.
Otro factor es que el entusiasmo de los afroamericanos por los
demócratas está disminuyendo hasta el punto de que un 18% de ellos dice
que votará a Bush (en el 2000, sólo lo hizo un 9%). La explicación es
que la propuesta de Kerry de legalizar el matrimonio homosexual cuenta
con el rechazo masivo de las comunidades evangélicas en las que
predominan los negros. Un tercer elemento es que los católicos,
tradicionales votantes del partido demócrata, también se oponen al
matrimonio gay y al aborto, por lo que no van a votar a Kerry a pesar de
que el senador no sólo es católico practicante, sino que de pequeñito ¡hacía
de monaguillo! Y ya saben lo que dice el antiguo proverbio chino que me
acabo de inventar: "Cuando los católicos no votan a sus monaguillos, los
demócratas tienen apurillos". Finalmente, una cuarta razón es que un 46%
de los votantes piensa que el senador miente cuando dice que no subirá
los impuestos de la clase media. Su sospecha se basa en que no está
claro cómo financiará todas sus costosas propuestas. Tampoco ayuda el
hecho de que el último presidente demócrata, Bill Clinton, incumplió
exactamente la misma promesa al subir los impuestos pocas semanas
después de llegar a la Casa Blanca.
Si a eso le sumamos la imagen de mala persona que transmitió
Kerry cuando sacó a relucir la homosexualidad de la hija de Cheney o las
declaraciones de su esposa, la arrogante heredera de la fortuna del
ketchup Heinz, menospreciando a Laura Bush porque "no había trabajado en
su vida" (cosa que, además de no ser cierta, es un insulto a las amas de
casa que no pueden emplear amayordomos y sirvientas), tenemos que Kerry
no acaba de convencer ni a sus bases tradicionales (un 9% de los
demócratas dice que votará republicano) ni a los que querrían no tener
que votar a Bush.
Dicho esto, existen tres razones por las que desconfiar de los sondeos.
Primera, las encuestas tienden a equivocarse cuando el número de
votantes aumenta súbitamente. La razón es que las empresas demoscópicas
preguntan a una pequeña muestra de diferentes grupos representativos y,
antes de proyectar los resultados finales, tienen que predecir cuánta
gente de cada grupo acabará votando. Como no lo saben, examinan su
propensión a votar en pasadas elecciones. Lógicamente, cuando un grupo
cambia su comportamiento de forma masiva (como hicieron los jóvenes
españoles el 14-M), las encuestas yerran de mucho. Kerry espera que se
repita en Estados Unidos lo que pasó en marzo en España. Y puede que no
ande muy equivocado, ya que el número de ciudadanos registrados para
votar este año ha subido vertiginosamente.
La segunda razón por la que hay que desconfiar de las encuestas es la
proliferación de... (no se rían, por favor), ¡teléfonos móviles! En
Estados Unidos es ilegal que las empresas te llamen al móvil (porque el
precio de la llamada se divide entre el que llama y el que es llamado).
Eso hace que exista un número creciente de familias que no han sido
sondeadas al no disponer de teléfono fijo. Dado que éstas tienden a ser
jóvenes y a apoyar a Kerry, las encuestas pueden estar infravalorando el
apoyo real al candidato demócrata.
Y tercera, los sondeos mencionados son nacionales pero, en realidad, hay
51 elecciones estatales. A estas alturas, la mayor parte de los estados
ya se ha decantado, pero un reducido número de ellos (los llamados
swing states, o estados columpio) entre los que destacan Florida,
Iowa, Michigan, Minnesota, Nuevo México, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin,
arrojan empates técnicos. Dado que estos ocho estados suman un total de
117 votos electorales de los 270 que se necesitan para ganar, si Kerry
consiguiera apuntalar unos cuantos de éstos, la presidencia sería suya.
En resumen, las cosas no pintan bien para Kerry, pero todavía no lo
tiene perdido. La carrera está muy igualada y la noche electoral puede
ser larga. Esperemos, eso sí, que esta vez la noche no dure 36 días.
X. SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www.columbia.edu/%7exs23 |