Los interrogantes que se
merece
EL ESTUDIO DE LA Johns Hopkins sobre el número
de víctimas civiles en Iraq está siendo desacreditado por impreciso
y tendencioso |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 17/11/2004
A principios del 2003 yo estaba a favor de la guerra de Iraq: porque
viví en directo el 11 de septiembre en Nueva York y sabía que Saddam
financiaba a los familiares de terroristas suicidas en Oriente Medio,
porque pensaba -como todo el mundo- que Bagdad tenía armas de
destrucción masiva, porque creía (y sigo creyendo) que los países
islámicos merecen que los ayudemos a democratizarse y que un dictador
menos es mejor que uno más, porque considero que la ONU es una
institución poco útil y corrupta donde los votos se venden al mejor
postor y porque sabía que las relaciones entre Francia e Iraq eran
incestuosas.
Ahora bien, estoy muy desencantado con el Gobierno de Estados Unidos por
cómo ha conducido hasta ahora la guerra contra el terrorismo: subestimó
el número de tropas necesarias, no previó correctamente la reacción del
pueblo iraquí, tenía que haber castigado más duramente a los
responsables de las humillaciones de Abu Graib (es decir, a Rumsfeld) y,
sobre todo, no debería haber creado esa cárcel en Guantánamo donde se
niegan a los prisioneros los derechos que una democracia como la
norteamericana debe garantizar y defender. La protección de los
ciudadanos ante los abusos del Estado es uno de los fundamentos de la
democracia liberal y, al violar ese principio, Bush está desprestigiando
al sistema de libertades de todo el mundo.
Dicho esto, una de las cosas que el Gobierno americano no ha hecho mal
ha sido el intentar minimizar el número de víctimas civiles. Según
diversas organizaciones como Human Rights Watch o la británica Iraq Body
Count la guerra ha causado sólo entre 14.000 y 17.000 muertos
civiles. Esos números no son bajos... pero son muy inferiores a los
100.000 anunciados por un reciente y publicitado estudio del profesor
Les Roberts.
Confieso que en cuanto supe del artículo de Roberts, sospeché de sus
resultados. Primero, porque casualmente se publicó cuatro y sólo
cuatro días antes de las elecciones a pesar de que el estudio se hizo en
septiembre. Segundo, porque no salieron en la revista Lancet a
través de los medios normales y el día que tocaba, sino que se
difundieron aceleradamente en internet.
Y tercero, porque Roberts (de la Universidad Johns Hopkins, ¡vaya otra
casualidad!) es un conocido militante antiguerra y anti-Bush y ya se
sabe que el sectarismo está reñido con la honestidad científica.
La metodología utilizada por el estudio es más o menos la siguiente: se
buscan 30 puntos aleatorios en Iraq, se escogen 30 familias de
cada uno de estos puntos y se les pregunta el número de muertos en esa
familia 14 meses antes y 14 meses después de la invasión. Se estima la
mortalidad antes de la invasión (unas 5 personas por cada 1.000
habitantes) y la de después (7,9 muertos de cada 1.000). Se extrapola
ese aumento a todo el país y se estima que la guerra ha causado 100.000
muertos.
Un detalle: el hecho de que se tome una pequeña muestra de ciudadanos (y
no a todos ellos) hace que los estadísticos no estén muy seguros de sus
resultados y, por ello, no sólo den una estimación del número de muertos,
sino también un intervalo de confianza que, más o menos, dice:
"Con un 95% de seguridad, el número de muertos está entre este mínimo y
este máximo". Pues bien, el intervalo de confianza del estudio va de
¡8.000 a 194.000 muertos! Para entendernos: si una encuesta electoral
dijera que en las próximas elecciones ERC sacará entre cero y 135
escaños, la tiraríamos a la basura por inútil y poco informativa. Pues
lo mismo pasa con el trabajo del señor Roberts.
De hecho, la muestra es tan poco representativa que el estudio dice que
durante el mes de enero del 2003 no murió absolutamente nadie en Iraq y
que en los 14 últimos meses del régimen de Saddam, sólo hubo dos (repito,
dos) muertes por violencia y ambas ocurrieron en junio del 2002. No es
creíble que la muestra sea realmente aleatoria. Es más, las estimaciones
no cuadran con los datos de la ONU que indicaban una mortalidad
prebélica de entre 6,8 y 8,1. Noten que esos números son muy parecidos
al 7,9 de después de la invasión. Es decir, si tomamos los datos de la
ONU para el periodo preconflicto, las mortalidades antes y después de la
guerra no son estadísticamente distintas. ¿Quiere esto decir que las
hostilidades no han causado víctimas? No. Lo que significa es que la
cantidad de muertos que ha generado la guerra es parecida a la que
producía el régimen de Saddam antes de la invasión. Y recuerden que el
corrupto programa de petróleo por alimentos de la ONU comportó
escasez de medicinas y comida y, según se nos decía entonces, causaba
centenares de miles de muertos... antes de la guerra.
En resumen: los datos que tenemos son difusos y no nos permiten saber si
las víctimas de la guerra de Iraq superan a las del antiguo régimen. Lo
que sí sabemos con certeza es que existen profesores que abusan de su
supuesta imparcialidad y publican estudios llenos de
manipulaciones estadísticas que intentan influir en las elecciones (este
fenómeno se conoce en Catalunya con el nombre de chupacabrismo).Los
profesores tienen (¡tenemos!) derecho a opinar e incluso a votar, pero
no tenemos derecho a fabricar datos y farsas con objetivos partidistas.
El estudio de la Johns Hopkins está siendo desacreditado -incluso por
organizaciones antiguerra como Human Rights Watch- por impreciso, mal
ejecutado y tendencioso. Convendría que la prensa europea no volviera a
quedarse en fuera de juego y pusiera a ese estudio todos los
interrogantes que se merece.
X. SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www.columbia.edu/%7exs23 |