Cómo encontrar la flauta mágica
NO EXISTEN LAS FLAUTAS mágicas que quieren
evitar la inconsistencia temporal, pero el Nobel del 2004 ha
premiado la búsqueda de alternativas |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 17/10/2004
Al oír la melodía que emanaba del instrumento mágico, todas las ratas de
la ciudad siguieron frenéticamente al músico. Éste las guió con pericia
en dirección a un río que acabó arrastrándolas hacia la muerte. Cumplida
su misión, el flautista regresó a Hamelín para cobrar los mil florines
que el alcalde había prometido. Para su sorpresa, éste se negó a pagar".
¿"Para su sorpresa"? ¿De veras creyó que al alcalde le pagaría? ¿En qué
planeta vivía ese flautista?
¡No! ¡No me entiendan mal! No lo pregunto porque los políticos tengan
esa pronunciada tendencia a incumplir sistemática, patológica e
impunemente sus promesas. Lo digo porque, desde el punto de vista de la
sociedad de Hamelín, lo mejor que podía pasar una vez eliminadas las
ratas era que el dinero público no se usara para pagar al flautista,
sino para construir escuelas y hospitales. ¡Y él lo tenía que haber
imaginado! Fíjense ustedes en el fenómeno: antes de que desaparezcan las
ratas, lo óptimo es que el alcalde prometa el oro y el moro a quien las
extermine. Después de que desaparezcan, sin embargo, lo mejor para todos
es que no pague. Lo que es bueno antes de que se produzca el hecho deja
de ser bueno después. Este es un fenómeno tan común en nuestro mundo que
los economistas le han dado nombre propio: inconsistencia temporal. De
hecho, es tan importante que dos de los primeros economistas que lo
analizaron, Finn Kydland y Ed Prescott, acaban de ganar el premio Nobel
del 2004. Lo interesante es que la conclusión a la que llegan es,
digamos,... deprimente: cuando la gente inteligente entiende el problema
de la inconsistencia temporal, ¡la sociedad acaba en una situación
trágica!
Me explico con un ejemplo de siniestra actualidad: los secuestros. Antes
de que se produzcan, lo mejor que puede hacer el Gobierno es jurar y
perjurar que nunca negociará con secuestradores porque si éstos saben
que no sacarán nada, no se molestarán en chantajear y se acabará la
extorsión. El problema es que, una vez se ha producido el secuestro, lo
mejor es negociar. Al fin y al cabo, ¡una vida vale mucho más que unos
miles de euros! Si los secuestradores pensaran que la política de no
negociar es creíble, no habría secuestros. Pero como son
inteligentes, entienden que eventualmente el Gobierno va a cambiar de
opinión. ¿El resultado trágico?: el mundo está lleno de secuestradores...
y encima les pagamos dinero.
Otro ejemplo de dramáticas consecuencias: el sida. Antes de que se
descubra una vacuna, hay que inducir a las farmacéuticas a invertir en
I+D. Para ello, lo mejor es prometer que se respetarán sus derechos y se
les permitirá cobrar royalties y ganar así mucho dinero. Una vez
inventada la vacuna, sin embargo, lo óptimoe s obligarlas a regalarla.Al
fin y al cabo, ¿cómo vamos a impedir que se salven los ciudadanos que no
pueden pagar si existe una salvación? De nuevo, el problema es que las
farmacéuticas saben que, por más que se les prometa ahora, una vez
obtengan una vacuna, la sociedad va a presionar para que se reparta
gratis y ellas tendrán pérdidas monumentales. ¿El resultado trágico?:
los recursos dedicados a investigar el sida desaparecen, la vacuna nunca
se inventa y doscientos millones de africanos mueren.
Tercer ejemplo: la inflación. Antes de que empresarios y trabajadores
acuerden precios y salarios, lo mejor que puede hacer el Gobierno es
prometer que no va a imprimir dinero para que todos piensen que no habrá
inflación. Una vez han firmados sus contratos, sin embargo, lo óptimo es
imprimir para reducir la tasa de paro. El problema es que empresarios y
trabajadores entienden que el Gobierno les va a traicionar y firman
contratos anticipando aumentos sustanciales de precios. ¿El resultado
trágico?: inf lación generalizada.
La inconsistencia temporal está por todas partes. La pregunta es: ¿cómo
se soluciona? Pues la verdad es que es muy difícil. Los hermanos Grimm
pudieron inventarse el final de su cuento y simplemente dotaron al
flautista de Hamelín de la capacidad de atraer a los niños con su música
y, gracias a ello, acabó cobrando. En la vida real, sin embargo, las
flautas mágicas no existen y hay que buscar alternativas. La mejor es "atar
las manos del Gobierno" intentando impedirle de manera creíble que
cambie de opinión... por más beneficioso que sea ese cambio. En el caso
de los secuestros no parece que haya una manera creíble de comprometerse
a no cambiar la decisión. En el ejemplo del sida, una solución es la
creación de un fondo que solamente -la palabra solamente es importante-
se pueda utilizar para comprar vacunas a precio de mercado (eso
incentiva a las empresas a investigar porque el fondo garantiza
que van a cobrar) y, una vez compradas, se regalan a los ciudadanos de
África. De hecho, en el 2002 se creó el Fondo Global de la ONU para la
sida exactamente con este objetivo. Y en el caso de la inflación, una
solución es separar creíblemente la autoridad monetaria de lo que es el
Gobierno central. En los años noventa, muchos países aprobaron leyes que
independizaban legalmente a sus bancos centrales (la ley de Autonomía
del Banco de España se aprobó en 1994). La consecuencia fue la reducción
drástica de las tasas de inflación en todo el mundo.
El Nobel de este año galardona merecidamente a dos líderes de la escuela
de Minnesota (la escuela clásica o anti-keynesiana de los años setenta)
pero, sobre todo, premia unas ideas relevantes dentro y fuera de la
economía, ideas importantes que nos ayudan a pensar en cómo encontrar la
flauta mágica.
X. SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www.columbia.edu/%7exs23 |