No estaré en Nueva York
TEMO QUE, AL VER SU “capacidad” de cambiar
regímenes democráticos, los terroristas piensen que pueden influir
en otros países |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 03:16 horas
- 17/03/2004
Estoy triste. Presencié los ataques del 11 de septiembre del 2001 en
directo en Nueva York. Viví las explosiones, las sirenas, los llantos y
los gritos, el derrumbe de las torres y el aterrador silencio que lo
siguió. Sufrí, lloré y tuve miedo. Mucho miedo. Pensé que el mundo se
había vuelto loco. El 11 de marzo del 2004, seguí los atentados de
Madrid desde lejos, a través de la televisión, el teléfono, la radio e
internet. A pesar de la distancia, sentí las explosiones, las sirenas
los llantos y los gritos, y oí el silencio de la noche de Madrid. Volví
a sufrir, volví a llorar y volví a tener miedo. Y ahora, pasados unos
días, vuelvo a pensar que el mundo se ha vuelto loco. ¿Cómo puede haber
personas que sean capaces de causar tanto sufrimiento a tantos
ciudadanos inocentes con no se sabe qué objetivo? Una locura
incomprensible.
Les decía que estoy triste. Por los atentados... y también por algunas
de sus consecuencias. Me entristecieron los intentos del Gobierno de
España de esconder información antes de las elecciones. Mientras toda la
prensa independiente e internacional señalaba a Al Qaeda, el Gobierno
insistía en la pista de ETA porque pensó que con ello ganaría las
elecciones. Quien manipula la verdad sobre algo tan grave, quien piensa
en los resultados de unas meras elecciones cuando trozos de cadáveres
todavía se apelotonan en el depósito esperando ser identificados, es
mezquino, despreciable e indigno. Y el pueblo no se lo ha perdonado.
Al otro lado del espectro, me entristeció ver a políticos “anti-PP”
intentando manipular las mismas elecciones, dando por hechas cosas que
todavía no se sabían, incitando a la gente a manifestarse el día de
reflexión a través de cartas masivas enviadas por internet y hablando de
“golpe de estado informativo”. Su insensibilidad es tan grande como la
de los que intentaron la manipulación en sentido contrario.
También me entristecen los políticos españoles (principalmente aunque no
únicamente del PP) que se han pasado años acusando de terrorista a todo
el que discrepaba con la postura oficial. Han trivializado tanto la
palabra “terrorista”, que ya no saben distinguir entre asesinos y
contrincantes políticos. Y tan grande ha llegado a ser su ceguera, su
fanatismo y su estupidez, que mientras ellos dedicaban su vida a buscar
terroristas en el PNV, en ERC y en la Generalitat, los criminales se
pasearon por Madrid, colocaron bombas a su antojo y asesinaron a
centenares de ciudadanos inocentes. Señores del PP: ahora que ya ha
pasado, ¿entienden la diferencia entre un terrorista y un adversario
democrático?
Claro que también me entristecen los que, desde el otro lado y con la
misma ligereza, llaman asesinos y terroristas a los miembros del Partido
Popular. Muchos afirman que los atentados son la respuesta islámica a la
participación de España en el conflicto de Iraq. Yo no sé si eso es
cierto. Lo que sí sé es que España está en el punto de mira de Al Qaeda
desde antes del comienzo de la guerra. El propio Bin Laden apuntó a
España por haber expulsado a los musulmanes de Al Andalus ¡hace más de
quinientos años! Es más, si los atentados de Al Qaeda son meras
respuestas a la participación en la guerra, que me expliquen los
atentados contra la ONU en Bagdad (¿no figuraba que era la institución
que se había opuesto al gran satán americano?) o los de Estambul (¿no
impidió Turquía el paso del ejército de EE.UU. justo antes de la
invasión?). O que me explique alguien los atentados del 11-S, un año y
medio antes de que empezara el conflicto de Bagdad.
Quizá la participación de España en la guerra de Iraq haya podido llevar
a algunos terroristas a poner más énfasis en España. No digo que no.
Pero que nadie se lleve a engaño y piense que retirando las tropas vamos
a estar mucho más seguros. Y si el nuevo Gobierno del Estado quiere
retirarlas, que lo haga porque eso es lo mejor para el país y no porque
así lo demandan los terroristas. Porque, digan lo que digan éstos (y
ellos hablan de Iraq, de defender a los pobres y de querer reducir las
desigualdades entre ciudadanos del mundo), la verdadera razón por la que
nos matan es que nos odian. Odian que seamos “infieles” y odian todos
los logros sociales que hemos conseguido en los últimos siglos: la
democracia liberal, la libertad de expresión, la separación
iglesia-Estado, la igualdad entre el hombre y la mujer, la tecnología y
el bienestar material. Unos logros a los que no queremos ni podemos
renunciar y por los que no vamos a ceder ante ningún chantaje, por más
sanguinario que sea. Los líderes civilizados del mundo deben entender
eso y deben dejar de pelearse entre ellos y unirse ante la amenaza común.
Y finalmente, me entristece que el día 11 de marzo, los fundamentalistas
consiguieron cambiar el resultado de unas elecciones democráticas. No.
No lamento la derrota del PP. De hecho, me alegré de que el aznarismo
acabara siendo tragado por sus propias arenas movedizas de arrogancia e
incompetencia, víctima del odio que había sembrado durante su mandato.
Pero sí temo que al ver su nueva “capacidad” de cambiar regímenes
democráticos, los terroristas piensen que pueden influir en otros países
en el futuro e intenten provocar terribles cadenas de atentados cada vez
que haya una elección en alguna parte del planeta. Llámenme
catastrofista. Pero yo, por si acaso, la semana del 2 de noviembre (día
de las elecciones presidenciales en Estados Unidos), no estaré en Nueva
York.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta,
Columbia University y UPF
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