África: se puede conseguir
Nuevos planes de ayuda económica internacional
encienden la esperanza de una mejora
África roza la tragedia final y el mundo ha tomado
conciencia. 2005 puede ser su año.Gran Bretaña propone un plan Marshall
y olvidar su deuda. La ONU pide un plan de choque para afrontar el sida
y los problemas de salud. Los gobiernos africanos aceptan un control
externo. La globalización va a llegar al continente
La mayor tragedia es que países africanos hayan
terminado el siglo XX más pobres de como lo empezaron |
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Gobiernos de la zona se han comprometido a
reformar sus instituciones a cambio de más ayuda |
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XAVIER SALA I MARTIN - 00:00 horas
- 23/01/2005
La catástrofe económica más significativa de los últimos cien años es la
de los países africanos, que han terminado el siglo XX más pobres de lo
que lo empezaron. Reconociéndolo, la ONU, a través de su principal
economista y profesor de la Universidad de Columbia Jeffrey Sachs, ha
lanzado un plan que reclama el 0.5% del PIB a los países ricos para
dedicarlo principalmente a solucionar los problemas más inminentes de
salud pública en África. El Gobierno inglés, por su lado, ha organizado
una cumbre de la pobreza donde pretende fomentar un gran plan Marshall
de ayuda al desarrollo africano.
Los presidentes Thabo Mbeki de Sudáfrica, Olusegun Obasanjo de Nigeria,
Abdelaziz Bouteflika de Argelia y Abdulaye Wade de Senegal han
desarrollado el plan NEPAD (New Partnesrhip for African Development)por
el que los países africanos se comprometen a reformar sus instituciones
y a montar mecanismos de control entre países africanos a cambio de un
aumento de la ayuda internacional.
Todos estos planes y proyectos van a estar en el punto de mira de los
analistas económicos internacionales durante el año que ahora empieza.
Todos intentan solucionar uno de los dramas más importantes a los que se
enfrenta la humanidad.
Seis factores han impedido e impiden el desarrollo económico de África.
El primero es la falta de seguridad debido a la violencia que plaga el
continente: la economía no puede funcionar en un marco de incertidumbre
bélica. El segundo elemento es el de las pandemias. Tanto el anófeles
gambiae y como el plasmodio,mosquito transmisor y protozoo
que causa la malaria respectivamente, han desarrollado resistencia a los
tratamientos tradicionales, cosa que ha disparado la incidencia en los
últimos años. El SIDA, por su parte, está causando estragos entre la
población del sur del continente y la incidencia en países como
Botswana, Sudáfrica, Lesotho, Namibia, Swazilandia y Mozambique se
acercan al 30% de la población.
Las consecuencias económicas de estas pandemias son incalculables: 14
millones de huérfanos deambulan por África sin la ayuda económica y
moral que dan los padres; la esperanza de vida vuelve a bajar, cosa que
reduce los incentivos de los ciudadanos a estudiar, a ahorrar e invertir;
las empresas abandonan el continente debido al elevado coste de educar a
una mano de obra que no llegará a la edad de 30 años; la sanidad acaba
devorando el dinero del erario público y reduciendo la capacidad de
invertir en las instituciones. La malaria y el SIDA tienen así
devastadores efectos económicos que van más allá del simple problema
sanitario.
El tercer factor es la falta de inversión: los países africanos
invierten cerca del 5% de su PIB (comparado con el más del 20% de la
OCDE y el más del 30% en los países asiáticos). Lo peor del caso es que
la mayor parte de la inversión es pública, y ya se sabe que ésta tiene
la nefasta tendencia a ser esencialmente inútil. En los años setenta, el
gobierno socialista de Tanzania invirtió millones de dólares en una
empresa pública de zapatos llamada Morogoro. La empresa debía fabricar
zapatos para toda la población del país y, además, exportar millones de
unidades a Europa. La fábrica cerró en 1990, con unas pérdidas de miles
de millones de dólares sin, lógicamente, haber exportado un solo zapato
en los veinte años que duró la payasada. Este sólo es un ejemplo de los
muchos que se pueden encontrar en un continente flagelado por la
incompetencia del sector público.
Un cuarto factor adverso es que África está llena de estados con
instituciones deterioradas: la ineficacia a la hora de garantizar la ley
y el orden (que, desde Adam Smith, los economistas han considerado como
fundamentales a la hora de generar progreso económico) limita la
capacidad de muchos países de crecer y desarrollarse. La corrupción
rampante ahuyenta a las empresas y reduce la inversión directa
extranjera. La falta de propiedad privada hace que infinidad de
individuos se vean privados de la capacidad de pedir prestado, crear
negocios y prosperar. Todos estos fracasos del sector público acaban
imponiendo barreras al desarrollo y el crecimiento económico.
La quinta barrera es la falta (repito, falta) de globalización: a
diferencia de las asiáticas, las economías africanas están esencialmente
cerradas. La mundialización económica se podría definir como el libre
movimiento de capital, trabajo, tecnología y mercancías. Que la
globalización no ha llegado a África es patente: ni el capital
extranjero invierte en el continente, ni sus ciudadanos pueden emigrar
libremente a los países desarrollados (si emigrar fuera fácil no
arriesgarían sus vidas para cruzar el estrecho en peligrosas pateras),
ni las tecnologías que tenemos en los países ricos acceden rápidamente
al continente africano, ni los africanos pueden vender sus productos en
los mercados internacionales.Yno lo pueden hacer, entre otras cosas, por
culpa del proteccionismo agrícola practicado por europeos,
norteamericanos y japoneses, países que se bajan los pantalones ante los
lobbies agricultores que extraen monumentales y obscenos subsidios
públicos que no sólo empobrecen a los contribuyentes del primer mundo
sino que arruinan a millones de granjeros del continente africano.
Finalmente, uno de los problemas más importantes para el desarrollo de
las economías africanas es la falta de educación. La formación de la
población es uno de los pilares fundamentales del proceso de desarrollo
económico. Sin ir más lejos, los países asiáticos han hecho esfuerzos
monumentales de inversión en escolarización. En este sentido, dos tipos
de costes impiden que millones de niños africanos vayan al colegio. Por
un lado están los costes directos de matrículas, uniformes, libros,
comida y transporte. Por otro lado están los costes de oportunidad:
muchas familias pobres no pueden sobrevivir sin los ingresos que aportan
los niños. Si ir al colegio comporta la pérdida de esos ingresos, la
familia acaba decidiendo que el niño abandone la escuela.
Para solucionar este abanico de problemas hace falta la cooperación de
todos. Los líderes políticos africanos deben abandonar los conflictos
bélicos y poner su casa en orden eliminando la corrupción y fomentando
la ley, el orden, la propiedad privada y la economía de mercado. Los
estados ricos deben encargarse de financiar la investigación médica que
lleve al descubrimiento de vacunas contra el SIDA y la malaria y deben
abandonar sus políticas agrícolas proteccionistas. Las instituciones
internacionales (Banco Mundial, FMI y ONU entre otras), deben redirigir
todos sus fracasados programas de ayuda al desarrollo poniendo más
énfasis en los problemas de salud pública. Las iglesias deben abandonar
su dogmatismo sexofóbico y fomentar la utilización de preservativos para
evitar la extensión del SIDA. Y, finalmente, los ciudadanos de a pie
pueden colaborar con las ONGs que dirijan sus recursos de manera
eficiente con el objetivo de incentivar la educación de los niños para
los que es demasiado caro ir a la escuela y fomentar los incentivos a la
creación de pequeños negocios que ayuden a los africanos a salir por si
solos de la situación de pobreza a la que se ven condenados.
La humanidad tiene un problema…pero un problema que se puede solucionar:
hace cuatro décadas, Asia era más pobre que África. El espectacular
crecimiento económico de Oriente no sólo ha invertido la situación sino
que nos ha demostrado que escapar de la pobreza en pocos años es un
objetivo que se puede conseguir.
Xavier Sala-i-Martin ,Fundació Umbele, Columbia
University y UPF. www.umbele.org |