El fin del 'milagro' chino
ES POSIBLE E INCLUSO probable que el gigante
asiático pronto deje de crecer, pero yo no apostaría mucho dinero
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 13/06/2005
Escribo este artículo desde Shanghai. Mirando por la ventana de mi
habitación veo docenas de rascacielos iluminados que forman un perfil de
ciudad que recuerda el de Manhattan. En la calle, millones de ciudadanos,
sorprendentemente bien vestidos, compran y venden en medio de un
bullicio donde se mezclan bazares tradicionales, vendedores de productos
falsificados y tiendas de marcas familiares que van desde Starbuck´s a
BMW pasando por McDonald´s o Armani. Afortunadamente, lejos quedan los
tiempos de Mao Tse Tung, la revolución cultural, el gran salto adelante,
el comunismo chino... y de los millones de muertos de hambre causados
por un sistema de planificación miserable y empobrecedor.
Durante mi estancia hablo con varios líderes políticos. Figura que el
experto en crecimiento económico soy yo, pero el éxito que está teniendo
este país me aconseja no dar lecciones sino callar, escuchar y aprender.
Los gobernantes, orgullosos de sí mismos, me explican que el milagro
se ha basado en cuatro pilares fundamentales. El primero, la
introducción de mercados y la apertura de éstos al exterior, importando
tecnología y capital y exportando productos industriales basados en mano
de obra barata. Sorprende ver cómo políticos comunistas ensalzan
las bondades del mercado. Claro que la evidencia hace callar incluso a
los más fanáticos: desde 1978, unos 400 millones de ciudadanos chinos
han dejado de ser pobres. El capitalismo está erradicando rápidamente
toda la pobreza que generó el socialismo.
El segundo pilar es que las reformas se han hecho desde dentro, sin
imposición por parte de países ricos o de instituciones internacionales.
En diversas ocasiones he escrito desde estas páginas que lo que funciona
en un país no tiene por que funcionar en otros ya que las culturas, las
historias, las experiencias y las actitudes de los ciudadanos son
distintas. Y China ha sabido encontrar instituciones propias que, de
momento, parecen funcionar. Por ejemplo, ha combinado el capitalismo de
mercado con una propiedad privada limitada. También ha conseguido que
los municipios compitan entre ellos ya que se pueden quedar el dinero de
los impuestos una vez pagada al Estado central una cuota establecida. La
competencia entre gobiernos es una brillante estrategia para un país
tradicionalmente ahogado por la burocracia y la corrupción.
Tercero, las reformas se están introduciendo lentamente: primero se
prueba una política en una ciudad o región. Si funciona, ésta se
extiende a todo el país y, si no, se desestima y se introduce otra. Esta
experimentación gradual (que los economistas llaman learning by doing
o aprender haciendo) parece haber dado mejores frutos que los
cosechados, por ejemplo, en Rusia, donde las reformas se hicieron de
golpe (estrategia que se dio en llamar el big bang). Esa rapidez
produjo un vacío institucional que permitió que unos cuantos espabilados
del partido se apoderaran de los recursos del país y formaron una
oligarquía corrupta.
El cuarto es lo que llaman socialismo de mercado.Al principio no
entiendom uy bien de qué me están hablando ya que utilizan palabras
tradicionales de la filosofía china. Ya saben, aquello del yin y el
yang, el equilibrio entre cuerpo y alma o entre hombre y naturaleza, el
pequeño saltamontes y todo esto. Finalmente, deduzco que creen haber
introducido mercados manteniendo la armonía social, reduciendo
desigualdades entre personas, regiones, etnias y sexos. Es decir, la
filosofía china sustituye a la retórica progre de la izquierda europea
para explicar que el mercado es malo y que el Estado debe
corregirlo. La diferencia es que los chinos no se lo creen. Al fin y al
cabo ellos saben lo trágico que es vivir en una economía socialista de
planificación... algo que los progres europeos sólo conocen a
través de la lectura de las obras completas de Mao. Y digo que no se lo
creen porque, si ustedes miran los datos, verán que en China las
desigualdades de renta entre ciudadanos, regiones y etnias han aumentado
drásticamente y que las mujeres siguen teniendo un papel testimonial (entre
ustedes y yo, ninguno de los líderes políticos con los que me reuní era
mujer).
Ignorando el cuarto pilar -colocado en los discursos oficiales con
finalidades claramente propagandísticas-, la lección es que el éxito de
China se ha basado en la introducción gradual de mercados y la apertura
a las fuerzas de la globalización. La pregunta es si este milagro
durará mucho tiempo. Y la respuesta es que... ¡no lo sé! Hay quien dice
que el sistema financiero, inundado de créditos impagables, está a punto
de quebrar. Otros dicen que, a medida que los ciudadanos se enriquezcan,
las demandas de libertad harán incompatible el sistema de mercado con la
falta de democracia política. Un tercer grupo opina que, al basarse en
industrias de salarios bajos, el crecimiento económico hará que éstos
suban y eso acabará por matar la gallina de los huevos de oro.
Finalmente, otros auguran una revaluación del yuan (un encarecimiento de
la moneda china con el consiguiente encarecimiento de los productos
chinos), cosa que frenará las exportaciones que han sido el motor del
milagro.
Es posible e incluso probable que el gigante asiático pronto deje de
crecer. Ahora bien, dadas las sorpresas que nos ha deparado en los
últimos treinta años, yo no apostaría mucho dinero a favor de los que
auguran el fin del milagro chino.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele,
Universidad de Columbia y UPF www.umbele.org
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XAVIER SALA I MARTÍN - 13/06/2005 |
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El fin del 'milagro' chino
ES POSIBLE E INCLUSO probable que el
gigante asiático pronto deje de crecer, pero yo no apostaría
mucho dinero |
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XAVIER SALA I MARTÍN -
00:00 horas - 13/06/2005
Escribo este artículo desde Shanghai. Mirando por la ventana de
mi habitación veo docenas de rascacielos iluminados que forman
un perfil de ciudad que recuerda el de Manhattan. En la calle,
millones de ciudadanos, sorprendentemente bien vestidos, compran
y venden en medio de un bullicio donde se mezclan bazares
tradicionales, vendedores de productos falsificados y tiendas de
marcas familiares que van desde Starbuck´s a BMW pasando por
McDonald´s o Armani. Afortunadamente, lejos quedan los tiempos
de Mao Tse Tung, la revolución cultural, el gran salto adelante,
el comunismo chino... y de los millones de muertos de hambre
causados por un sistema de planificación miserable y
empobrecedor.
Durante mi estancia hablo con varios líderes políticos. Figura
que el experto en crecimiento económico soy yo, pero el éxito
que está teniendo este país me aconseja no dar lecciones sino
callar, escuchar y aprender. Los gobernantes, orgullosos de sí
mismos, me explican que el milagro se ha basado en cuatro
pilares fundamentales. El primero, la introducción de mercados y
la apertura de éstos al exterior, importando tecnología y
capital y exportando productos industriales basados en mano de
obra barata. Sorprende ver cómo políticos comunistas
ensalzan las bondades del mercado. Claro que la evidencia hace
callar incluso a los más fanáticos: desde 1978, unos 400
millones de ciudadanos chinos han dejado de ser pobres. El
capitalismo está erradicando rápidamente toda la pobreza que
generó el socialismo.
El segundo pilar es que las reformas se han hecho desde dentro,
sin imposición por parte de países ricos o de instituciones
internacionales. En diversas ocasiones he escrito desde estas
páginas que lo que funciona en un país no tiene por que
funcionar en otros ya que las culturas, las historias, las
experiencias y las actitudes de los ciudadanos son distintas. Y
China ha sabido encontrar instituciones propias que, de momento,
parecen funcionar. Por ejemplo, ha combinado el capitalismo de
mercado con una propiedad privada limitada. También ha
conseguido que los municipios compitan entre ellos ya que se
pueden quedar el dinero de los impuestos una vez pagada al
Estado central una cuota establecida. La competencia entre
gobiernos es una brillante estrategia para un país
tradicionalmente ahogado por la burocracia y la corrupción.
Tercero, las reformas se están introduciendo lentamente: primero
se prueba una política en una ciudad o región. Si funciona, ésta
se extiende a todo el país y, si no, se desestima y se introduce
otra. Esta experimentación gradual (que los economistas llaman
learning by doing o aprender haciendo) parece haber dado
mejores frutos que los cosechados, por ejemplo, en Rusia, donde
las reformas se hicieron de golpe (estrategia que se dio en
llamar el big bang). Esa rapidez produjo un vacío
institucional que permitió que unos cuantos espabilados del
partido se apoderaran de los recursos del país y formaron una
oligarquía corrupta.
El cuarto es lo que llaman socialismo de mercado.Al
principio no entiendom uy bien de qué me están hablando ya que
utilizan palabras tradicionales de la filosofía china. Ya saben,
aquello del yin y el yang, el equilibrio entre cuerpo y alma o
entre hombre y naturaleza, el pequeño saltamontes y todo esto.
Finalmente, deduzco que creen haber introducido mercados
manteniendo la armonía social, reduciendo desigualdades
entre personas, regiones, etnias y sexos. Es decir, la filosofía
china sustituye a la retórica progre de la izquierda europea
para explicar que el mercado es malo y que el Estado debe
corregirlo. La diferencia es que los chinos no se lo creen. Al
fin y al cabo ellos saben lo trágico que es vivir en una
economía socialista de planificación... algo que los progres
europeos sólo conocen a través de la lectura de las obras
completas de Mao. Y digo que no se lo creen porque, si ustedes
miran los datos, verán que en China las desigualdades de renta
entre ciudadanos, regiones y etnias han aumentado drásticamente
y que las mujeres siguen teniendo un papel testimonial (entre
ustedes y yo, ninguno de los líderes políticos con los que me
reuní era mujer).
Ignorando el cuarto pilar -colocado en los discursos oficiales
con finalidades claramente propagandísticas-, la lección es que
el éxito de China se ha basado en la introducción gradual de
mercados y la apertura a las fuerzas de la globalización. La
pregunta es si este milagro durará mucho tiempo. Y la
respuesta es que... ¡no lo sé! Hay quien dice que el sistema
financiero, inundado de créditos impagables, está a punto de
quebrar. Otros dicen que, a medida que los ciudadanos se
enriquezcan, las demandas de libertad harán incompatible el
sistema de mercado con la falta de democracia política. Un
tercer grupo opina que, al basarse en industrias de salarios
bajos, el crecimiento económico hará que éstos suban y eso
acabará por matar la gallina de los huevos de oro. Finalmente,
otros auguran una revaluación del yuan (un encarecimiento de la
moneda china con el consiguiente encarecimiento de los productos
chinos), cosa que frenará las exportaciones que han sido el
motor del milagro.
Es posible e incluso probable que el gigante asiático pronto
deje de crecer. Ahora bien, dadas las sorpresas que nos ha
deparado en los últimos treinta años, yo no apostaría mucho
dinero a favor de los que auguran el fin del milagro
chino.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele,
Universidad de Columbia y UPF www.umbele.org
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