Xavier Sala i Martín, con sus
dos relojes.
(VICENS GIMÉNEZ) a>ampliar
Bar de la Facultad de Económicas de la Universitat Pompeu Fabra. Sala
hace honor a su fama de excéntrico al aparecer con una chaqueta mil rayas
rosa chicle. Luego, la confirma plenamente.
Pregunta. ¿Es usted emergente o divergente?
Respuesta. No puedo ser emergente, acabo de hacer 42 años.
P. Pero provocador sí es.
R. Si por eso entendemos que no soy un borrego intelectual, sí.
La corrección política tendría que estar divorciada de la intelectualidad,
pero lamentablemente no lo está. El progreso está hecho contra la mayoría,
y la corrección política la dicta la mayoría.
P. ¿El Estado de bienestar es políticamente correcto?
R. Lo políticamente correcto para una nación no es ganar pasta,
sino aumentar el bienestar. Obviamente, como dice Woody Allen, lo más
importante no es el dinero, sino las tarjetas de crédito. La ONU habla de
índice de bienestar midiendo salud, renta, desarrollo, educación... Al
final del día, todo eso se compra con dinero.
P. ¿Por eso dicen que el poder global es de las
multinacionales?
R. Si en el mundo mandaran las empresas, no intentarían meter en
la cárcel a Bill Gates. El poder lo tienen los países.
P. Pero es la competencia la que aprieta a Gates.
P. El Estado debe mantener la competencia. La competencia es
buena. Sería una gran incompetencia no castigar a Gates si viola las leyes
antimonopolio.
P. ¿Así que hay cosas buenas y malas en la economía? ¿Moral?
R. Hay cosas que van bien y van mal para la economía. Yo no
entiendo de moral. Tengo mi ética pero no soy un experto.
P. Entonces, ¿mejor dejar a los Estados que decidan?
R. La respuesta es no. El Estado no es necesario ni es
necesariamente bueno. Hablamos muy contentos de nuestro Estado de
bienestar, pero si se lo cuentas a un americano se ríe de ti. "No, mire:
gano 100, pago 20 en Seguridad Social, 30 en IRPF, 7 o 16 en IVA, 24
cuando compro gasolina; si lo ahorro o se lo dejo a mis hijos, otro 50%".
"¿Y qué os dan a cambio?", pregunta él. "¿La hostia?". "No. Hospitales con
listas de espera, escuelas que son barracones, carreteras que paran en
cada pueblo... Así que me pago un seguro privado, un colegio privado,
autopista de peaje". ¡Y estamos orgullosos de ese Estado!
P. Pero pagan más los ricos.
R. Mentira. Pagan los trabajadores de sueldo alto. Los ricos de
verdad tienen el dinero en Jersey. Ese bienestar es una farsa. Queda muy
bonito en los libros de texto socialdemócratas, pero la práctica es una
farsa. Y tan cara que no se puede mantener.
P. Es preferible morir joven.
R. Desde luego. Mi padre murió hace un mes. Curró desde los 22.
A mi madre le ha quedado una pensión de 400 euros. ¡Que dejen ya esta
farsa! Que dejen de vendérnoslo como un tesoro.
P. Pues en Europa va a durar.
R. Es bastante imposible. Si tú vas a un restaurante con tu
esposa, pides lo que te apetece. Si vais 15, todos piden un poco más.
¡Como se paga entre todos! Bienestar es cuando tú vas a comer y paga otro.
El Estado no administra su dinero, son solidarios con el dinero ajeno. Y
por eso compramos 60 pastillas en vez de dos y tenemos la casa llena de
medicinas caducadas. Ese despilfarro hace que la gente no sea
responsable.
P. ¿EE UU funciona mejor?
R. Los impuestos son más bajos y hay más responsabilidad
individual. Pero tienen un presupuesto de Defensa exagerado, subsidios
absurdos como el del acero y otras industrias... No es el paraíso, pero
tampoco esta coña.
P. ¿Es usted lo que se llama un hombre de derechas?
R. Ni de izquierdas ni de derechas, sino todo lo contrario. Las
dos son esquizofrénicas. La derecha predica libertad cuando se habla de
economía, pero si hablamos de sexo, religión o gays pide al Estado que
preserve los valores. La izquierda es igual, pero al revés. El individuo
es estúpido a la hora de gastar, pero a la hora de casarse, no. Yo soy
igual las 24 horas del día. Mi lema es: ¡Que no me toquen la cartera ni la
bragueta! La derecha mete la mano en la bragueta. La izquierda, en la
cartera.
P. ¿Y España se hunde?
R. ¿Habláis del cambio climático? Tampoco me interesa eso. En la
Europa de 1945 había 45 países. Hoy hay 200. Si España se desintegra no
pasaría nada. Siempre que lo decidan los individuos votando... El horror
sería que pasara con violencia.
P. ¿Y qué le han hecho las vacas que tanto las critica?
R. Una vaca europea cobra de la UE siete dólares al día, lo cual
impide que los niños africanos tengan un dólar al día. Son subsidios
obscenos, como el del algodón, el lino, la banana, o como los aranceles
del arroz, del 100% en Corea y Japón. Ésa es una de las claves de la
miseria africana. Los niños tanzanos tiran la leche al mar porque es más
barato comprar la holandesa. 14 millones de huérfanos africanos se ganan
la vida vendiendo leche. Les decimos: el textil, la agricultura, los
aviones, lo hacemos nosotros. ¿Y ellos qué hacen? Dicen: venimos a
ayudaros. ¿Pateras? Ah, no. Os damos la caridad, el 0,7%. ¿Qué coño es
esto? ¡Déjenles que se ganen la vida, que entren en los mercados!
P. ¿Y si se enfada José Bové?
R. Claro, mejor seguimos subvencionando la fruta y las vacas
francesas, y alentamos el pillaje de las ayudas, que si no nos sacan los
camiones y nos paralizan el tráfico, o los payeses bloquean la
Diagonal... ¡Los agricultores son el 1% de la población europea y pillan
el 40% de las ayudas! Sólo porque tienen un lobby poderoso y
violento. ¡Pero esto qué es! ¡Si no te ganas la vida de campesino, hazte
un curso de mecanografía y vete a La Caixa a currar como todo el mundo! Es
irritante. Eso condena a 700 millones de africanos. El 33% de ellos tiene
sida, un millón muere cada año de malaria. ¡Que se jodan! Por eso odio a
las vacas.
El ultraliberal que sufre por África
Algunos oyen su nombre y huyen al grito de "ultraliberal". Otros le dan
el Premio de Economía Juan Carlos I. La FAES lo invita y él suelta una
soflama proafricana que ya quisiera Bono. Reniega de izquierda y derecha.
Da clases en la Columbia de Nueva York y en la Pompeu Fabra de Barcelona.
Preside la Comisión Económica del Barça. Tiene una fundación en África
(Umbele) que manda dinero a los misioneros... Con ustedes, el paradójico,
incisivo e irritante Xavier Sala i Martín.