Plan Marshall para África (I)
BLAIR PIDE QUE LOS países ricos donen el 0,7%
de su PIB anual durante 30 años, pero quiere que se desembolse todo
en los primeros diez años |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 17/03/2005
Ya tenemos un nuevo plan para salvar el mundo!: el pasado día 10 de
marzo, y ante la indiferencia de los medios de comunicación españoles,
Tony Blair presentó el esperado informe de la comisión para África: 453
páginas repletas de datos, análisis y recomendaciones. Algunos lo han
bautizado ya como el plan Marshall para África. El documento basa su
estrategia en lo que se conoce como la trampa de la pobreza, una vieja
teoría económica atribuida a un economista polaco (no polaco / catalán,
sino polaco de verdad) llamado Paul Rosenstein-Rodan allá por los años
cincuenta: la idea es que, dado que las economías pobres sufren muchos
problemas simultáneamente, atacar uno de ellos sin corregir los demás no
soluciona nada. Es más, la suma de las pequeñas ayudas realizadas a lo
largo de muchos años (como las llevadas a cabo por la comunidad
internacional durante la segunda mitad del siglo XX) no tienen efecto
alguno sobre el desarrollo económico. Para salir de la trampa hace falta
hacer un gran esfuerzo (un big push,utilizando la jerga de
expertos), aunque sea durante un corto periodo de tiempo. Y eso es lo
que propone Blair: un gran esfuerzo durante los próximos diez años por
parte de los gobiernos occidentales, los estados africanos y las
organizaciones internacionales.
La principal contribución de los países occidentales debe ser la
económica: actualmente la ayuda a África es de 25.000 millones de
dólares por año. El plan propone aumentarla en 25.000 millones anuales
durante los próximos 5 años y en 50.000 millones anuales entre el 2010 y
el 2015. Para ello, se pide a los gobiernos que dediquen el 0,7% del PIB.
Dado que los fondos se necesitan ahora y no se puede esperar a conseguir
el necesario consenso político dentro de los países donantes, se
intentará que los países ricos adelanten el dinero a base de pedir
prestado en los mercados financieros a cuenta de los 0,7 por ciento de
los futuros 30 años. Es decir, Blair pide que los países ricos donen el
0,7% de su PIB anual durante 30 años, pero quiere que se desembolse todo
en los primeros diez. Así se conseguirá el big push que requiere
la teoría.
Además de este dinero, el plan demanda la condonación de las deudas
multilaterales que tienen los países africanos (es decir, las que tienen
con el FMI o el Banco Mundial). También pide la eliminación de los
aranceles y los subsidios agrícolas con el objetivo de dejar que los
productores africanos puedan acceder a nuestros lucrativos mercados en
condiciones de igualdad y justicia. En cuanto a las aportaciones no
económicas, los países ricos deben comprometerse a encontrar soluciones
clínicas a los problemas del sida y la malaria y a perseguir a las
empresas de sus países que utilizan el soborno y la corrupción para
obtener contratos en países africanos.
A cambio de la ayuda internacional, el plan Blair hace bien en poner
deberes a los gobiernos africanos, empezando por la lucha contra la
corrupción y la ineficiencia burocrática, principales responsables de la
escasa inversión productiva en África. El informe también resalta -correctamente-
las importantes barreras que representan la escasa educación y las
pandemias del sida y la malaria. Para aumentar la escolarización, se
demanda la garantía de acceso gratuito a la educación primaria de todos
los niños y niñas del continente. En cuanto a la salud pública, los
gobiernos africanos deben invertir no menos del 15% del PIB en sanidad y
han de comprometerse a ayudar a los 14 millones de huérfanos del sida.
Otros compromisos que adoptar incluyen la inversión en infraestructuras
(carreteras, electricidad, puertos y aeropuertos) e irrigación (el
objetivo es doblar el área cultivable), y el respeto a la democracia,
los derechos humanos y la sostenibilidad medioambiental.
El tercer grupo de instituciones que deben contribuir de manera
fundamental son los organismos internacionales. El informe propone
resucitar el Banco Africano de Desarrollo (que hasta ahora no ha hecho
nada por falta de presupuesto). A la hora de canalizar recursos
económicos, humanos y tecnológicos, la comisión apuesta por el Banco
Mundial, la ONU y el FMI, organismos a los que exige reformas
importantes y un mayor esfuerzo a la hora de ayudar a los países
subsaharianos. También recomienda que, de ahora en adelante, sustituyan
la concesión de créditos por donaciones, con el objetivo de reducir
futuros endeudamientos, y reclama más transparencia y una mayor
representatividad de los estados africanos en sus órganos de gobierno y
decisión.
Después de leer las 453 páginas del informe y de escuchar el discurso de
Blair, se puede decir que la comisión para África ha hecho un buen
resumen de los problemas que aquejan al continente africano. También ha
presentado un gran número de propuestas que han sido bien acogidas tanto
por los líderes africanos como por las organizaciones internacionales.
Debemos aplaudir la decisión del primer ministro británico de liderar la
lucha contra la tragedia de África, la más grande que vive el hombre en
la actualidad. Es importante que el continente subsahariano esté en las
agendas de nuestros líderes políticos y la cruzada de Blair es un buen
paso en esa dirección. Desafortunadamente, ahí se acaban los piropos.Yes
que, en mi opinión, el gran plan Marshall para África es más de lo mismo
que ya ha fracasado durante décadas y no sólo no erradicará la pobreza
del continente, sino que puede hacer que las cosas empeoren.
Pero eso lo dejaré para el próximo artículo.
X. SALA I MARTÍN, de la Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www.umbele.org |