Propuesta de 'finançament'
CATALUNYA DEBE TENER una agencia tributaria
propia, pues eso la protegerá ante las potenciales arbitrariedades
de futuros gobiernos radicales |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 17/04/2005
Entre los problemas de la economía catalana, destaca el de su pertinaz
déficit fiscal con España. Y es que, a pesar de que sus ciudadanos pagan
los impuestos que les corresponde, el Estado gasta en Catalunya mucho
menos de lo que sería razonable. Aunque ni mando ni asesoro a ninguna de
las partes implicadas, permítanme que hoy haga, desde aquí, una
propuesta de reforma basada en cuatro puntos.
Primero, Catalunya debe tener una agencia tributaria propia. Además de
darle poder de negociación, eso la protegerá ante las potenciales
arbitrariedades de futuros gobiernos radicales -de derechas o de
izquierdas- españoles.
Segundo, Catalunya debe decidir los impuestos que mejor se adapten a su
estructura económica -que es distinta de la española- con el objetivo de
fomentar el crecimiento y el bienestar de sus ciudadanos.
Tercero, con el dinero recaudado se pagará al Gobierno español la parte
proporcional de los gastos indivisibles centrales como embajadas,
ministerios o ejército porque éstos deben ser divididos solidariamente
entre todos los ciudadanos a los que, presumiblemente, benefician. Hasta
aquí, creo, todos los partidos catalanes están de acuerdo.
Cuarto, Catalunya pagará a España una contribución adicional (aunque
algunos políticos hablan de cuota de solidaridad, amí no me gusta esa
palabra porque es vaga y, en consecuencia, susceptible de generar
arbitrariedades fiscales. Propongo llamarla contribución adicional para
que todo el mundo entienda que es una contribución que suplementa lo que
ya se ha pagado de acuerdo con el apartado anterior). Esta contribución
adicional debe ser transparente, pública, verificable y sujeta a tres
principios fiscales fundamentales.
El primero es el de la equidad: todos los ciudadanos deben ser tratados
igual, por lo que el gasto por habitante debe ser el mismo en todo el
territorio. Eso implica que la proporción de toda la recaudación fiscal
de España que va a parar a Catalunya debe ser igual a la población
relativa. Dado que Catalunya tiene el 15% de la población española, el
criterio de equidad sugiere que la fracción del dinero español que debe
quedarse en Catalunya es del 15%.
El segundo principio es el de la eficiencia: el Estado no sólo está para
redistribuir, sino que también debe fomentar la eficiencia económica. En
este sentido, las regiones que más generan, deben tener más servicios
públicos: hay que hacer más carreteras allí donde hay más camiones. O
sea, que el gasto relativo debe ser igual al PIB (o al esfuerzo fiscal)
relativo. Dado que Catalunya genera el 19% del PIB español, el 19% del
dinero público debe quedarse aquí (21% si escogemos el esfuerzo fiscal
relativo).
Para compaginar los principios de equidad y eficiencia, el nuevo sistema
de financiación debería, pues, hacer que la cuota adicional sea un
promedio ponderado de la población (15%) y renta relativa (19%). La
pregunta es: ¿qué peso o importancia debe tener cada uno de los dos
factores en la ponderación? La respuesta nos la da el tercer principio
fundamental: las políticas de redistribución regional nunca funcionan si
son perpetuas: un Gobierno que sabe que va a recibir montañas de dinero
cada año, tiene pocos incentivos para comportarse de manera eficiente y
sacar su economía del pozo.
Por ese motivo, propongo que, en un primer momento, se dé el mismo peso
a la equidad y a la eficiencia y que, con el tiempo, la importancia de
la eficiencia vaya aumentando, cosa que automáticamente reducirá la
contribución adicional. Más concretamente, mi propuesta es que, en el
primer año, la proporción del dinero que finalmente se invierta en
Catalunya sea igual a un medio de la población relativa más un medio de
la renta relativa. El segundo año, las ponderaciones deben ser un tercio
para población y dos tercios para la renta. El tercer, cuarto, quinto
años, el peso de la población debe pasar a un cuarto, un quinto y un
sexto respectivamente, y así sucesivamente (si en lugar de la renta
utilizamos el esfuerzo fiscal relativo, la contribución adicional
desaparecía a medio plazo).
Si hacen ustedes las matemáticas verán que, concretamente, mi propuesta
implica que la contribución adicional del primer año será del 17% de los
impuestos pagados por los catalanes, lo cual corresponde a un déficit
fiscal del 4,6% del PIB. Esa cantidad refleja una gran solidaridad (¡17%
de nuestros impuestos!) y debería ser aceptada por todos aquellos que
dicen que los catalanes exageran cuando dicen que el déficit no es del
8% o 9% del PIB.
Si la renta de España no converge con la de Catalunya, el segundo,
tercer y cuarto años, la cuota adicional sería del 15,7%, 14,5% y 13,7%
de nuestra recaudación. Al cabo de 25 años, los catalanes todavía
enviaríamos a España el 10% de nuestros impuestos (o el 2,6% de nuestro
PIB). Si, por el contrario, la renta española converge con la catalana,
la cuota adicional desaparece automáticamente... como debe ser.
Una ventaja de esta fórmula es que debería ser asumible por todas las
comunidades porque, además de redistribuir y tratar a todos los
ciudadanos con la equidad que exige la izquierda centralista, fomenta la
eficiencia y la racionalidad económica que exige la derecha radiofónica.
Es más, al basarse en una regla clara y transparente, impedirá las
arbitrariedades actuales y evitará que los incendiarios habituales
acusen de insolidarios a quienes, en realidad, resulta que más
contribuyen.
Lucharán los partidos. Lloverán insultos. Sea como fuere, queda escrita,
aquí y hoy, mi propuesta de finançament.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www.umbele.org
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