Legalizando la prostitución
LAS SOCIEDADES DEBEN solucionar los problemas
asociados al mercado del sexo de la manera inteligente, de la manera
liberal |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 13/01/2005
Empecemos el año 2005 con alegría: hablemos de sexo. Visualicen los
cuerpos desnudos de un hombre y una mujer moviéndose al unísono y
disfrutándose mutuamente. De repente él, acercándose a la cima del
placer supremo, pone cara de japonés y chilla hasta la extenuación.
Hasta aquí, todo normal. Nada condenable. Él se levanta, se viste y,
antes de despedirse, coge la cartera y paga con euros el precio que
habían acordado antes de entrar en la habitación.
Ahora sí: una gran parte de nuestra sociedad encuentra el acto
reprobable. El sexo, por más exuberante que sea, no es condenable si es
consentido. Lo censurable es que haya... ¡intercambio de dinero!
La derecha puritana desaprueba la prostitución por ser moralmente
intolerable (lo que sí es tolerable, curiosamente, es que una mujer se
case por dinero: eso indica que a la derecha le molestan los mercados
spot y no la compraventa de sexo con contratos a largo plazo: un
fenómeno digno de estudio desde el punto de vista moral). La izquierda
populista, por su lado, defiende la libertad de la mujer a decidir sobre
su propio cuerpo cuando se trata del derecho a abortar. En una curiosa
demostración de esquizofrenia intelectual, sin embargo, la misma
izquierda condena la libertad de la mujer a decidir sobre su cuerpo a la
hora de prostituirse porque, argumentan, las prostitutas son mujeres
explotadas y engañadas por mafias que las obligan a vender sus cuerpos
en contra de su voluntad.
El fenómeno de la prostitución está en el centro del debate de la
inmigración debido a la reciente ola de chicas extranjeras -sobre todo
provenientes de la Europa del Este y de América Latina- que ha llenado
los prostíbulos de la Unión Europea.Yes que para ganar dinero en el
mundo del sexo, no sólo no hace falta hablar muy bien el lenguaje local,
sino que, además, el exotismo que conlleva el ser de otro país puede
tener un atractivo adicional. La facilidad de emigrar, pues, permite que
miles de muchachas que cobrarían miserias en las fábricas de sus países
de origen acaben prostituyéndose en el extranjero.
En el centro del debate está la pregunta: ¿debería ser ilegal la
prostitución? Los argumentos pseudomorales de la derecha religiosa son
tan inaceptables a la hora de regular conductas sexuales como lo son
para regular cualquier otra actividad humana. Por lo que se refiere a
los argumentos de la izquierda, es cierto que si esas chicas fueran
ricas no se dedicarían a la prostitución en un país foráneo. Pero eso no
quiere decir que se vean obligadas a prostituirse. O, al menos, se ven
tan obligadas como las emigrantes que trabajan de mujeres de la limpieza
que también preferirían ser ricas para no tener que lavar calzoncillos
ajenos en un país extranjero. Y no veo que nadie quiera ilegalizar a las
trabajadoras del hogar simplemente porque las mujeres que se ven
obligadas a realizar esas tareas desearían no tener que hacerlas.
Dicho eso, es cierto que algunas chicas han venido engañadas por bandas
de mafiosos que las obligan a prostituirse durante un tiempo antes de
volver a su país. Éste, sin embargo, no es un buen argumento para
ilegalizar el comercio de sexo. Primero, porque las mujeres esclavizadas
son una minoría: la mayor parte de ellas viene a los países ricos
sabiendo exactamente lo que va a hacer y entendiendo que la cantidad de
dinero que va a ganar alquilando su sexo es muy superior a la que
ganaría alquilando cualquier otra parte de su cuerpo. Segundo, porque el
problema del tráfico de personas no se soluciona ilegalizando la
prostitución, sino persiguiendo a los abusadores. Y es que mafias que
intentan esclavizar a ciudadanos extranjeros hay en todos los sectores.
Por ejemplo, se han descubierto bandas que trafican con ciudadanos
chinos que son obligados a trabajar en condiciones de semiesclavitud en
restaurantes de Barcelona. La solución a ese problema no es, lógicamente,
la ilegalización de los restaurantes chinos.
Existen dos poderosas razones adicionales para legalizar la prostitución.
La primera es que se trata de una actividad que extiende enfermedades de
transmisión sexual.Del mismo modo que el Estado crea instituciones de
control sanitario en hospitales o restaurantes, el Gobierno debería
garantizar la sanidad en los mercados de sexo. Para ello, hay que
obligar a las trabajadoras a pasar controles sanitarios de manera
regular. Note el lector que no se puede obligar a ninguna trabajadora a
pasar ningún control si antes no se la reconoce legalmente.
La segunda razón es que la prostitución mueve ingentes cantidades de
dinero. Dado que las actividades ilegales no pagan impuestos, el negocio
del sexo no cotizará a Hacienda mientras viva en las tinieblas de la
legalidad. No tiene sentido (es más: es injusto) que el señor que gasta
100 euros en una comida pague el 16% de IVA y el que se los gasta en
señoras de alterne no contribuya ni un céntimo. No tiene sentido que el
propietario de un colmado legal cotice una parte de lo que gana mientras
el chulo no paga nada. No tiene sentido que a la taquillera del cine le
retengan una parte de su salario y que las prostitutas que ganan diez
veces más (y que utilizan el sistema sanitario con mucha mayor
frecuencia) no coticen nada.
Las sociedades modernas no deben, no pueden, sucumbir ni ante la
moralina de las derechas ni ante la esquizofrenia de las izquierdas.
Deben solucionar los problemas asociados al mercado del sexo de la
manera inteligente, de la manera liberal: legalizando la prostitución.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF
www.umbele.org |