Salvar el mundo puede ser
perjudicial
ANTES DE MORIR, Victòria dels Àngels dejó a la
fundación Umbele como heredera universal |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 12/12/2005
Dicen los expertos que el 2005 ha sido un buen año para la ayuda al
desarrollo: en febrero Tony Blair propuso el gran plan Marshall para
África, que triplicará la ayuda hasta 75.000 millones de dólares anuales
en los próximos diez años; en la cumbre de Gleneagles de julio, los
países del G-8 condonaron 55.000 millones de dólares de deuda de países
pobres; en agosto, Bob Geldof organizó el megaconcierto Live-8,
que dicen que llegó a todos los rincones del mundo; en septiembre, la
cumbre mundial de la ONU propuso un plan para multiplicar la ayuda
económica. En medio de todo ello, el economista principal de la ONU
publicó el enorme libro The end of poverty,que propone un plan
integral con 449 recetas para erradicar la pobreza del mundo. Magnánimos
planes, proyectos ambiciosos y miles de millones de dólares de ayuda
internacional. ¡Impresionante!
Permítanme los lectores que no llore emocionado ante tanta benevolencia,
pero es que las fastuosas declaraciones de buena voluntad y los
planes integrales para salvar la humanidad se vienen repitiendo
desde 1957 (año en que Ghana se convirtió en la primera colonia africana
que conseguía la independencia). A pesar de que, desde entonces, la
ayuda oficial al continente subsahariano suma ya 615.000 millones de
dólares, África está cada día peor.
Los grandes planes de salvación universal no funcionan en África por la
misma razón que nunca funcionaron en las economías planificadas:los
administradores no tienen incentivos para tener en cuenta los deseos de
los beneficiarios. Me explico: una empresa que no satisface a sus
consumidores es castigada con la ruina y expulsada por el mercado; un
gobierno democrático que no satisface a los votantes es castigado con la
pérdida del poder y expulsado por los electores. En cambio, un burócrata
de la ONU o del Banco Mundial que no satisface las necesidades de los
africanos no es castigado. ¡Al contrario! Si hace las cosas mal, dirá
que el país en cuestión "se está alejando de los objetivos del milenio"
y acabará obteniendo... ¡un mayor presupuesto! (y ya saben ustedes que
lo que más pone - con perdón- a los burócratas es un buen presupuesto) ¿Ven
ustedes la perversión del sistema?
Y al no poder exigir responsabilidades, los ciudadanos africanos no
tienen ni voz ni voto a la hora de decidir qué se debe hacer en sus
pueblos. El problema es que son ellos y no nosotros (cantantes,
expertos y políticos de países ricos) quienes saben cuáles son sus
necesidades inmediatas. Conclusión: se construyen escuelas donde no hay
estudiantes, hospitales donde no hay médicos y carreteras donde no hay
coches. Es decir, el dinero se pierde en acciones tan inefectivas como
indeseadas. Otro problema de los grandes planes integrales es que
se implementan a través de las burocracias locales, lo que provoca
corrupción y genera violencia entre los individuos que luchan por
gestionar las donaciones. Es más, malgastan el talento del país al hacer
que, en lugar de querer ser ingenieros, arquitectos o empresarios, los
ciudadanos más listos quieran ser los poderosos administradores de todo
ese dinero fácil. Resultado: los planes no sólo no tienen los efectos
deseados, sino que acaban siendo perjudiciales.
Lo que no quiere decir que toda la ayuda al Tercer Mundo sea inútil. Un
reciente estudio de los profesores Banerjee y He del MIT demuestra que
existen muchas pequeñas acciones que sí tienen efectos positivos. Entre
ellas están, por ejemplo, los salarios para estudiar o el pago de
matrículas, libros y uniformes escolares que promueven la educación.
Noes casualidad que uno de los principales objetivos de la fundación
Umbele sea, precisamente, el de financiar salarios para niños y
otros gastos educativos en África. Tampoco es casualidad que Umbele no
intente imponer soluciones diseñadas desde aquí, sino que
pregunte a la gente de allí qué problemas tiene y cómo cree que se
pueden arreglar. Lo hace a través de misioneros que, al llevar años
trabajando en África, conocen perfectamente a los ciudadanos y la
realidad local. Umbele recoge las propuestas de esos misioneros, las
publica en www.umbele.org y ustedes,
tanto si son socios de la fundación (teléfono 34-93-759-12-76) como si
son donantes ocasionales, deciden si los financian.
Hace un año escribí un artículo en estas mismas páginas pidiéndoles
ayuda en nombre de los ciudadanos de África. Gracias a su generosidad,
en poco más de un año Umbele ha escolarizado a niños, repatriado a
refugiados de guerra y financiado pequeños negocios en ocho países
africanos (Malawi, Camerún, Congo, Mozambique, Senegal, Burkina Faso,
Costa de Marfil y Kenia). Hemos construido un mecanismo de financiación
que no requiere rellenar decenas de solicitudes ni papeleo burocrático.
Estamos orgullosos de haber obtenido la confianza de muchos y estamos
especialmente agradecidos a Victòria dels Àngels, una de las voces más
dulces que jamás cantaron en nuestro planeta: antes de morir, Victòria
dejó a la fundación Umbele como su heredera universal de todos sus
bienes.
Pero todo esto, aun siendo positivo, no es suficiente. Muchos africanos
siguen teniendo ideas y ganas de salir adelante y Umbele quiere seguir
ayudando a que lo puedan conseguir. No prometemos erradicar la pobreza...
no porque no queramos, sino porque no podemos. No creemos en grandes
planes integrales. Creemos en escuchar a los africanos y enviarles
recursos eficientemente, sin intermediarios ni burócratas y sin intentar
salvar el mundo. Y es que, a veces, intentar salvar el mundo puede ser
perjudicial.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele y Columbia
University www.umbele.org
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