Varios fundamentalismos
UNA COSA ES NO QUERER que se imponga la
religión en escuelas públicas y otra impedir que el niño pueda
decidir tener religión en esas mismas escuelas |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 17/01/2006
Entonces dijo Dios: ´Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del
cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se
desplaza sobre ella´. Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen
de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Los bendijo y les dijo: ´Sed
fecundos y multiplicaos. Llenad la Tierra y dominadla´... Y vio Dios que
cuanto había hecho era bueno. Atardeció y amaneció el sexto día" (Génesis,
capítulo 1).
La creación del hombre es motivo de controversia en EE. UU., donde la
extrema derecha religiosa está intentando que la teoría del
diseño inteligente sea enseñada en las clases de ciencias naturales. El
diseño inteligente es la última versión del creacionismo judeocristiano
según el cual el hombre no es el resultado de un complejo proceso de
evolución darwiniana sino el fruto directo de la creación divina. La
teoría acepta que la selección natural explica fenómenos como que
las bacterias acaben desarrollando resistencia a los fármacos pero niega
que ésta explique la creación del hombre. De hecho, los defensores del
diseño inteligente aprovechan las lagunas en nuestro conocimiento
científico para argumentar que lo inexplicable tiene que ser
fruto de la acción de Dios. Éste no es un fenómeno nuevo. Desde siempre
el hombre ha asociado lo desconocido con las deidades. En sociedades más
primitivas, todos los fenómenos naturales inexplicados (el rayo, el
trueno, los volcanes, los planetas o los terremotos) eran resultado de
alguna manifestación divina.
Todo esto sería muy interesante si se explicara en las clases de
teología o de historia de la religión. El problema es que los
fundamentalistas cristianos intentan colarla en las clases de ciencias
naturales. Y, como ciencia natural, el diseño inteligente es un fraude
que viola los principios básicos de cualquier teoría científica. Entre
ellos, el que dice que toda teoría tiene que ser empíricamente
rechazable. Decir que un determinado fenómeno es fruto de la
intervención divina es una cuestión que nunca puede ser refutada
empíricamente, por lo que el diseño inteligente no es una teoría
científica.
Lo que no quiere decir que ciencia y religión deban estar enfrentadas.
De hecho, los científicos más grandes de la historia eran hombres de fe:
Albert Einstein, por ejemplo, era un judío que decía que él intentaba
entender las leyes del universo para comprender el pensamiento de Dios a
través de sus teorías. Sir Isaac Newton era un devoto anglicano que
pensaba que las leyes de la física eran tan elegantes y tan simples que
sólo podían haber sido diseñadas por Dios. Se puede, pues, ser un buen
científico y, a la vez, ser profundamente religioso. Yes que como
mecanismo para explicar lo inexplicable, el avance de la ciencia implica
necesariamente un retroceso de la religión. Pero la religión es más que
una explicación del universo, es también un sistema de valores éticos y
morales que modelan el comportamiento individual y ayudan a organizar
una sociedad (el concepto de que robar no está bien no tiene
ninguna base científica, pero es útil como norma de comportamiento).
El problema es que, como sistema de organización, nuestra sociedad
moderna sufre el azote de otra forma de religión fundamentalista: el
secularismo recalcitrante. Aclamando el principio liberal de separación
entre Iglesia y Estado, los sacerdotes del laicismo acaban persiguiendo
todo lo que tiene connotaciones religiosas: condenan los pesebres en las
plazas públicas, prohíben que las chicas lleven velo en el colegio,
vetan las clases de religión en escuelas públicas, quieren eliminar la
palabra Dios del dólar o impiden que políticos cristianos
practicantes como Rocco Buttiglione obtengan puestos importantes en la
Unión Europea.
Y si Einstein y Newton fueron ejemplos de científicos con creencias
religiosas, algunos de los padres de la democracia liberal también eran
hombres de marcada devoción. En la declaración de independencia de EE.UU.,
por ejemplo, Thomas Jefferson escribió que el Creador ha dotado a todos
los seres humanos de ciertos derechos inalienables como la vida, la
libertad y la consecución de la felicidad. Jefferson luchó contra la
discriminación religiosa ya que, decía, la libertad de fe es el más
inalienable de todos los derechos humanos. Porque una cosa es no querer
que se imponga la religión en las escuelas públicas y otra impedir que
los niños (o sus padres) puedan decidir si estudian religión en esas
mismas escuelas, por más públicas que sean. Una cosa es no permitir que
la Iglesia imponga sus leyes a través del Estado y otra discriminar
sistemáticamente contra ciudadanos por sus creencias. Una cosa es
proteger a los ciudadanos de los históricos abusos que algunos estados
hicieron en nombre de la Iglesia, y otra practicar un anticlericalismo
intransigente, excluyente y sembrador de odio.
El pasado 24 de diciembre, el juez del Tribunal Federal de Pennsylvania
John E. Jones - cristiano practicante, dicho sea de paso- decidió que
enseñar diseño inteligente en las clases de ciencias era
inconstitucional. Lamentablemente, esto no va a hacer desaparecer a los
que quieren imponer su visión creacionista en las escuelas, como tampoco
van a desaparecer los ultrasecularistas intolerantes y fanáticos. Y es
que los dos grupos utilizan el extremismo del otro para justificar su
propia existencia. Son dos polos opuestos que se necesitan, dos
fundamentalismos que se retroalimentan.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www. umbele. org
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