¡Competencia!
EL NEOPROTECCIONISMO demuestra nuestra escasa
competitividad: sólo el equipo de fútbol mediocre busca los favores
arbitrales |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 08/03/2006
"Aquel que busque venganza deberá cavar dos tumbas: la de su enemigo...
y la suya propia" (Confucio, 500 a.C.). 24 de febrero de 2006. El
Consejo de Ministros de España aprueba un paquete de medidas con el
objetivo de impedir que empresas extranjeras controlen sectores
estratégicos como la energía. Es la respuesta del Gobierno a la opa
de E.ON sobre Endesa. Cuando E. ON se formó gracias a la fusión de las
privatizadas VEBA y VIAG, el Gobierno alemán aceptó con la condición de
que no podía ser opada por capital extranjero. A raíz de eso, ahora el
ministro Montilla argumenta:
"Mientras los alemanes se reservan el derecho a vetar las operaciones
que consideren que van contra sus intereses nacionales, los españoles no
podemos hacerlo". ¿Conclusión? El Consejo de Ministros ve justificada su
represalia y evita (de momento) que E.ON se haga con Endesa.
25 de Febrero de 2006. El Gobierno francés promueve la fusión del grupo
Suez con la empresa pública Gaz de France con el objetivo de evitar que
la italiana Enel lance una opa sobre Suez. La venganza no se hace
esperar y tres días después el Gobierno italiano favorece la unión de
las empresas públicas Eni y Enel para crear un gigante italiano. Ojo por
ojo, diente por diente.
Éstos son los dos ejemplos más recientes de intervencionismo estatal en
el libre funcionamiento del mercado, pero no son los únicos: Los
gobiernos de Luxemburgo y Francia impidieron hace unos meses que el
grupo indio Mittal se hiciera con la acerera Arcelor. En el 2005 la
norteamericana Pepsico intentó comprar a la francesa Danone. El Gobierno
galo se echó las manos a la cabeza y publicó una lista de once sectores
estratégicos cuyas empresas no pueden caer en manos extranjeras.
A estas alturas uno se da cuenta de que un país que cree que el del
yogur es un sector estratégico,o bien tiene una población con una
complicada flora intestinal o bien tiene serios problemas económicos.
Sigamos. Durante el verano del mismo año, unos 80 millones de camisas,
pantalones y calzoncillos procedentes de China se amontonaron durante
semanas en las aduanas europeas porque el lobby textil consiguió que
cuajara la peregrina idea de que el tinte utilizado por los chinos es
tóxico para los señoritos europeos.
Más ejemplos: en el 2004, doce de los quince miembros de la UE
impusieron leyes de transición para evitar que los trabajadores
de los 10 países que se incorporaron a la unión ese año pudieran emigrar.
El miedo a que los trabajadores polacos (no nosotros sino los polacos de
verdad) deprimieran los salarios en Europa occidental llevó a sus
gobiernos a violar uno de los principios sobre los que se fundamenta la
Unión: la libre circulación de trabajadores.
Justo cuando creíamos que el mundo estaba cada vez más globalizado,
justo cuando creíamos que éramos un mercado único, justo cuando creíamos
que el capital y el trabajo podían circular libremente por la UE, justo
cuando creíamos que las fronteras europeas habían desaparecido... justo
entonces, renacen el nacionalismo económico y el proteccionismo. ¡Pobre
Europa! Digo pobre porque esto demuestra que los europeos no nos
acabamos de creer eso de la unión. Mientras las cosas van bien, todo el
mundo es solidario. Pero a la que van mal dadas, los gobiernos se
olvidan del proyecto común y sólo se preocupan de la industria
nacional (léase los lobbies nacionales) olvidando que, si
somos europeos de verdad, ¿qué más da que el propietario de la empresa
sea francés, alemán o español? ¿Creen que a los americanos les importa
si el amo de la fábrica de coches es de Boston o de Detroit? La
respuesta es no..., porque ellos sí se creen su proyecto común.
Y digo pobre porque este neoproteccionismo demuestra que nuestra
economía es cada vez menos competitiva. Sólo el equipo de fútbol
mediocre busca desesperado los favores arbitrales. El que es bueno de
verdad confía en sus propias armas. Lo mismo pasa con las empresas: sólo
los lobbies de los sectores menos preparados presionan a su gobierno
para que adopte medidas proteccionistas (normalmente lo hacen apelando a
un supuesto bien nacional como el empleo, la salud o el
desarrollo estratégico). El problema es que las empresas protegidas no
tienen necesidad de innovar y mejorar, por lo que son cada vez menos
competitivas, lo cual las lleva a sus lobbies a pedir más protección...,
y la cosa degenera en una espiral de proteccionismo e ineficiencia.
Una de las primeras cosas que aprenden los estudiantes de economía
internacional es que si los extranjeros son estúpidos y ponen aranceles
sobre nuestros productos (¡cosa que encarece el precio para sus -repito,
sus- ciudadanos!) es poco inteligente tomar represalias y hacer lo mismo.
La razón es que eso perjudica a nuestros -repito, nuestros- ciudadanos,
que van a tener que pagar mucho más por los mismos bienes. En este
sentido, las palabras de Confucio son iluminadoras: ¡quien busque la
venganza deberá cavar dos tumbas!
En lugar de hacer caso a los expertos en economía internacional o de
escuchar el sabio consejo de Confucio, nuestros gobiernos estatales
parecen querer cavar nuestras tumbas económicas. Si Europa quiere tener
un futuro próspero, deberá pararlos como sea. Ha llegado la hora de que
la Comisión Europea haga algo más que pronunciar bonitos discursos y
sancione a los estados proteccionistas. Es hora de fomentar la
competitividad de nuestras empresas y es hora de hacerlo a través del
mejor mecanismo ideado por el hombre para luchar contra la incompetencia:
¡la competencia!
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www. umbele. org
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