El instinto básico de Sharon
Stone
PARA CUMPLIR LA promesa, Stone pidió a Unicef
que donara 750.000 dólares para las mosquiteras de Tanzania
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ABANDONEMOS el sistema que deja las decisiones
en manos de los caprichos de los ricos |
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XAVIER SALA I MARTÍN - 00:00 horas
- 17/04/2006
Davos (Suiza), enero del 2005. El presidente de Tanzania, Benjamin Mkapa,
explica que cerca de un millón de niños mueren anualmente de malaria
porque no tienen mosquiteras que cuestan cuatro dólares. Sharon Stone,
que está entre el público, pide la palabra y afirma estar conmovida. Con
lágrimas en los ojos, dona diez mil dólares a mister Mkapa y pide a la
audiencia de multimillonarios que haga lo mismo. Se levantan manos y más
manos, cada una prometiendo 10.000 dólares. Se toman los nombres de los
benefactores y, al rato, se anuncia que se ha recaudado un millón de
dólares. A la mañana siguiente todos los medios del mundo hablan del
episodio y Sharon Stone se convierte en la superestrella de Davos 2005.
Un año más tarde pregunto a miembros del Foro Económico Mundial qué pasó
con el dinero. Me explican que, a la hora de la verdad, muchos de los
que levantaron la mano cambiaron de opinión y, en realidad, sólo se
recaudó un cuarto de millón. Para cumplir la promesa, Sharon Stone pidió
a Unicef que donara 750.000 dólares y así se enviaron mosquiteras a
Tanzania por valor de un millón de dólares. Pregunto si saben qué pasó
con las mosquiteras. La respuesta es no: no saben cuántas fueron robadas
en las aduanas, cuántas llegaron a aldeas tanzanas, cuántas fueron
utilizadas como mosquiteras (es común utilizarlas como vestidos de novia
o redes de pescar) y cuántas fueron utilizadas correctamente (son
difíciles de usar cuando se duerme sin cama, ya que los niños se las
quitan de encima debido al calor). En definitiva, no saben cuántas vidas
se acabaron salvando. Intento buscar a Sharon Stone para que me lo
aclare, pero este año no ha venido a Davos.
Sin lugar a dudas, la filantropía de los famosos tiene muchos aspectos
positivos, pero este episodio demuestra que también los tiene negativos.
Demuestra, por ejemplo, que cuando los famosos contribuyen a recaudar
fondos, desvían dinero de otras causas tanto o más importantes: Unicef
tuvo que poner tres cuartos de millón que seguramente iba a dedicar a
otras causas tanto o más urgentes. De manera parecida, a principios del
2005 casi todos los famosos del mundo se dedicaron a recaudar fondos
para el tsunami asiático que mató a unas 200.000 personas. Y no habría
nada que objetar si no fuera porque durante ese periodo las ONG
relacionadas con África notaron un sustancial descenso de contribuciones
a pesar de que en África mueren 200.000 niños cada diez días por causas
relacionadas con la pobreza.
Otro aspecto negativo es que los famosos tienden a estar más interesados
en recaudar dinero que en gastarlo de manera efectiva. Muchos estudios
demuestran que, si no se hace bien, la ayuda al desarrollo es
contraproducente ya que fomenta la corrupción, causa dependencia y hace
que los jóvenes más talentosos se dediquen a la burocracia y no a
actividades productivas. El problema es que si el dinero recaudado por
Sharon Stone se hubiera malgastado o hubiera perjudicado a los tanzanos,
no sólo ella no sería castigada sino que ni siquiera tiene que devolver
el dinero.
Sí. Ya sé que este es un problema común a todas las ONG que quieren
imponer sus soluciones a lo que ellos creen que son los
problemas de los pobres. Pero el tema es especialmente grave para
las celebridades ya que el asegurarse que las cosas funcionan tiene
menos glamour que los espectáculos mediáticos recaudadores que tanto
gustan a los famosos.
Un tercer problema es que la elección de las causas que los famosos
apoyan no siempre es fruto de una selección inteligente e informada.
La señora Sharon Stone confesó haber reaccionado conmovida por las
palabras de Benjamin Mkapa. No investigó las causas y las consecuencias
de la malaria, no comparó ése con otros problemas que sufre África, no
consultó a los expertos sobre si la mejor solución era la adquisición de
mosquiteras y, más importante todavía, no preguntó a los ciudadanos de
Tanzania si eso era lo que querían. Y es que si lo hubiera hecho, quizá
se habría llevado una sorpresa, ya que son muchos los gobiernos
africanos que regalan mosquiteras. Lo que pasa es que la gente las coge,
las vende en el mercado negro y con el dinero compra cosas que realmente
desea..., y la malaria persiste.
La tendencia a escoger causas equivocadas se magnifica por el
hecho de que las celebridades viven de su imagen pública, por lo que las
causas poco sexys nunca son adoptadas por ellos. Mientras Stone
estaba haciendo su espectáculo en Davos, un prestigioso médico me
susurró al oído: "Es cierto que un millón de niños mueren anualmente de
malaria, pero dos millones mueren de diarrea". ¿Se hubiera conmovido
tanto esta señora si, en lugar de malaria, Mkapa hubiera hablado de
diarrea?
Vivimos en un mundo plagado de problemas: malaria, pobreza, sida,
guerras, discriminación, escasez de agua, extinción de especies, cambio
climático, disfunción eréctil, falta de educación, tsunamis, emigración
y células madre, entre muchos otros. Algunos de esos problemas son
reales, otros son imaginarios. Unos tienen un coste elevadísimo, otros
son relativamente baratos. Aunque parezca mentira, la humanidad no tiene
ni las instituciones ni la metodología para establecer prioridades. ¿La
consecuencia?: miles de millones se malgastan cada año mientras docenas
de asuntos importantes siguen sin solución. Me parece que ha llegado la
hora de que establezcamos un sistema de priorización racional y
sistemático y de que abandonemos el sistema que deja las decisiones en
manos de los caprichos de los ricos y del instinto básico de Sharon
Stone.
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele, Columbia
University y UPF www.umbele.org
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