Respuesta a la carta del Sr. Fontcuberta

 

 

 

El señor Fontcuberta no ha entendido bien el mensaje de mi artículo. El problema no es si los Estados Unidos están mejor o peor. El problema es que la mayor parte de intelectuales progres españoles proponen ciegamente que España converja hacia Suecia sin pararse a pensar que, en muchas de las propuestas que ellos hace, los suecos ya están de vuelta. Por ejemplo, cuando nos damos cuenta que en Suecia el gasto social es abusado constantemente y que el gobierno sueco está luchando contra ese problema, ¿debemos nosotros seguir aumentando ciegamente el gasto social simplemente porque así lo hacen los suecos? Cuando vemos que los suecos, que han tenido un monopolio público en materias de sanidad y educación durante décadas, se han dado cuenta de lo mal que funciona y ahora están privatizando e introduciendo cheques escolares y hospitales privados, ¿no deberíamos cuestionarnos nosotros si eso de los hospitales o escuelas públicas monopolistas es una buena idea?

Dicho esto, el señor Fontcuberta (quien por cierto, es editor de una pequeña publicación que defiendee la “renta básica” –la propuesta estrella del movimiento antiglobalización) califica (o más bien descalifica) mi estimación del paro sueco como “extravagante”. Los descalificativos sin argumentos no valen en las discusiones intelectuales serias. Señor Fontcuberta: ¿Deberían los vagos que se hacen los enfermos contar como parados si o no? ¿Deberían contar los pre-jubilados que el gobierno ha forzado a dejar de trabajar para dar su empleo a jóvenes –y reducir artificialmente de paso la tasa oficial de paro- si o no? Si la respuesta es que si, entonces las estimaciones que yo hago no son extravagantes sino correctas. Usted ha tenido la oportunidad en su escrito de corregirme. Lamentablemente, ha desperdiciado esa oportunidad y ha preferido la simple descalificación sin argumentos.

Sobre los datos que usted propone, ¡qué típicos!. Son los mismos datos que repite una y otra vez la izquierda europea para justificar el fracaso de los Estados Unidos. Sólo ha faltado que nos diera el dato del número de encarcelados por 100.000 habitantes y ya hubiera cumplido a rajatabla el decálogo de Porto Alegre.

Lamentablemente, sin embargo, los números no son tan sencillos. Empecemos con la desigualdad. Hay gente que tiene esa manía de creer que menos igualdad es siempre mejor. Pero le recuerdo al señor Fontcuberta que cualquier poblado rural africano los coeficiente gini seguramente son cero: todo el mundo tiene la misma renta, todos son iguales, todos son pobres, iguales de pobres. Si todos los ciudadanos de Suecia tuvieran renta cero, las desigualdades serian cero. ¿Sería eso bueno? Obviamente no. Decir pues que menos desigualdad es mejor que más desigualdad es arbitrario y erróneo. Decir que una desigualdad de 0,25 es mejor que una de 0,40 es igualmente arbitrario y erróneo.

Una de las razones por las que las desigualdades en EEUU son mayores es que América acoge a un número muy superior de inmigrantes: 3,5 inmigrantes por cada 100.000 habitantes comparado con 0,9 en Suecia (¡Un 400% superior!). Una parte importante de esos inmigrantes son gente pobre que viene a ganarse la vida a un país que le da la oportunidad de hacerlo. Al principio, esa gente gana menos dinero (lo que hace aumentar las medidas de desigualdad), menos salud (lo que hace bajar las medidas de salud), menos educación (lo reduce las estimaciones de educación) y menos esperanza de vida (cosa que reduce las estadísticas de esperanza de vida de los Estados Unidos). Y luego vienen los “antis” y dicen que los Estados Unidos son un desastre. Pero la pregunta importante es si es bueno para la humanidad que los EEUU acojan a tantos inmigrantes desamparados aunque sea a costa del deterioro de sus estadísticas sociales. ¿O sería mejor que se comportara como los europeos (y los suecos en particular) impidiendo que los inmigrantes tengan la posibilidad de ganarse la vida e impidiendo de paso que suban las estadísticas de desigualdad y pobreza?

La grandeza de los EEUU es que muchos de los hijos de los inmigrantes llegan a la universidad, se convierten en empresarios ricos y en políticos influyentes. Es decir, en Estados Unidos funciona el “ascenso social” mucho mejor que en Europa. Eso se ve no en las estadísticas de desigualdad, educación o sanidad que tan brillantemente nos ha mostrado el Sr. Fontcuberta sino en las estadísticas de movilidad económica y social que con igual brillantez, el Sr. Fontcuberta nos ha escondido.

Hablando de esconder estadísticas, se habrán fijado ustedes que el Sr. Fontcuberta nos habla orgulloso del número de alumnos matriculados en educación primaria y secundaria en los que Suecia es un poco superior. Se habrán fijado ustedes también, que tanto en Estados Unidos como en Suecia como en la Isla de Tonga y el resto del planeta, la educación no se acaba en la secundaria sino en la universidad. Pero el Sr. Fontcuberta no nos da datos sobre la universidad. ¿Se han preguntado por qué? Pues yo se lo explico: porqué según las mismas fuentes que él utiliza (los indicadores de desarrollo del Banco Mundial), el 80,9% de los americanos van a la universidad, ¡comparado con el 50% de Suecia! ¿Se imaginan lo que diría el Sr. Fontcuberta si en los Estados Unidos sólo fueran a la universidad el 50% de los jóvenes y en Suecia el 80,9%? Nos daría sermones sobre lo elitista que es el sistema norteamericano, lo injusta que es la economía capitalista neoliberal salvaje (no se olviden lo de salvaje) y lo importante que sería introducir la tasa Tobin y la renta básica para solucionar el problema. Pero como los datos son al revés, lo que obtenemos es… SILENCIO. El silencio del que repite el decálogo sin entender por qué pasan las cosas.

Mejor dicho, no sólo el Sr. Fontcuberta silencia el número de niños matriculados en las escuelas que no le interesa sino que simple y llanamente hace afirmaciones falsas. En su última frase dice: “En Suecia, efectivamente, consumen menos bienes y servicios, pero viven en una sociedad más equitativa y más formada…”. ¿Más formada porque la escolarización de primaria y secundaria es mayor? ¿Desde cuando eso es una medida de lo “educada que es una sociedad?” ¿Qué no cuenta la educación universitaria? Si contamos la educación en su totalidad (y no sólo las partes que le interesan al Sr. Fontcuberta), resulta que el número de años de escolarización en Estados Unidos es, en promedio, de 12 años mientras que el sueco es de 11,4. Decir, pues que los suecos están más formados es faltar interesadamente a la verdad.

Por lo que hace referencia a la mordaz pregunta “en que se gastarán los americanos el dinero de la sanidad?”. Le felicito, Sr. Fontcuberta, por la fina ironía. Tiene razón que el sistema sanitario en Estados Unidos es ineficiente y caro. Lo de ineficiente se debe corregir (igual que se deben corregir las ineficiencias de los sistemas europeos con su falta de capacidad de elección y las enormes colas de espera). El problema sanitario no está solucionado en ningún país del mundo y debemos seguir trabajando para encontrar un modelo que funcione. Lo del elevado coste del sistema sanitario y sobre el “en qué se lo gastarán”, le diré que una de las consecuencias del elevado gasto americano es que permite que los innovadores en materia sanitaria de todo el mundo (incluyendo notables empresas farmacéuticas suecas) tengan incentivos a innovar para aprovecharse del elevado precio que se paga en Estados Unidos. Una vez realizado el invento o descubierto el nuevo fármaco para ganar dinero en el mercado americano, las empresas lo pueden vender a precios inferiores en el resto del mundo. No hace falta decir que eso beneficia a miles de millones de ciudadanos de todo el planeta. Podríamos decir que la respuesta a su sagaz pregunta de ¿qué harán los americanos con el dinero de la sanidad? es: subsidiar los sistemas sanitarios del resto del mundo al fomentar la investigación en beneficio de todos.

Otra cosa que también hacen los americanos es educar a una gran parte de los médicos europeos a través de sus estudios en Estados Unidos. Lo sé de primera tinta ya que mi propia universidad en New York está llena de estudiantes de medicina europeos (incluidos españoles), muchos de ellos becados por la propia universidad. Es decir, becados… con ese dinero americano sobre el que se pregunta el Sr. Fontcuberta.

Podríamos dar datos y más datos sobre Suecia y Estados Unidos. Unos datos favorecerían a un sistema y otros datos al otro. Pero, como he dicho al principio, el mensaje importante de mi artículo no es que el sistema americano es superior. Estados Unidos no es un país perfecto y yo no he dicho nunca que lo sea. Pero que el sistema americano no sea perfecto no quiere decir que Suecia sea un paraíso[1]… y mucho menos quiere decir que los españoles deban copiar ciegamente lo que hacen los suecos.

Insisto, el mensaje principal de mi artículo es que el sistema sueco no es tan brillante como nos quieren hacer ver algunos y que las reformas que algunos radicales de izquierda quieren introducir en España son reformas que en Suecia ya se han eliminado por ineficientes. Los cuatro datos mostrados por Fontcuberta no introducen ninguna novedad en esta dirección, por lo que me reafirmo al decir que Suecia no es el espejo en el que nos debemos mirar sino un espejismo que algunos progres nos quieren hacer pasar por un paraíso.


 

[1] Por cierto, si Suecia (o Europa) es un paraíso tan grande, ¿se han preguntado porqué la fracción de suecos (o europeos) que emigra a Estados Unidos es 10 veces superior a la fracción de americanos que va a Suecia (o Europa)? ¿O por qué la tasa de suicidio en Suecia es del 13,4 por 100.000 habitantes mientras que en Estados Unidos es del 10,7?

¡No! No me digan que son las bajas temperaturas: Canadá tiene menos suicidios que Suecia (11,9) y tiene la misma latitud. Y Francia, eso otro gran paraíso del estado del bienestar al que debemos aspirar ciegamente, tiene una tasa 17,6 aunque está mucho más al sur. ¿Conocen algún paraíso de verdad del que la gente quiera huir con tanta urgencia?

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Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra

© Xavier Sala-i-Martín, 2006.