Cambio Climático (IV): La Cabeza Fria

 

Imagínense ustedes que una compañía de seguros les viene a ustedes con un estudio muy bien hecho que demuestra que su casa se va a derrumbar con toda seguridad en 100 años. Después de estimar que construir una casa igual en 2106 costará 301.000 euros, la compañía le hace una oferta: usted y sus descendientes pagan 3.000 euros al año durante 100 años y, al final, la compañía de seguros le construye una casa nueva. ¿Qué piensa, es una buena oferta?

La respuesta es… depende. Si el tipo de interés es igual a cero, depositando usted en el banco 3.000 al año durante 100 años, sus descendientes tendrán 300.000 euros y les faltarán mil para poder construir. Usted sale ganando con la oferta del seguro. Si, como es más realista, el tipo de interés (o la tasa de retorno de la inversión) es de, digamos, un 6%, entonces invirtiendo 3.000 euros al año sus descendientes tendrán más de 18 millones en el banco y podrán comprar no una sino ¡60 casas! La oferta del seguro es, en este caso, una grandísima tomadura de pelo. O, dicho de otro modo, si el tipo de interés es del 6%, sólo valdrá la pena ahorrar 3.000 euros anuales si el coste de la casa dentro de 100 años es de 18 millones de euros.

Este ejemplo demuestra un principio económico importante: si el tipo de interés es positivo, sólo vale la pena sacrificar hoy cantidades importantes de dinero con el objetivo de prevenir catástrofes lejanas si estas catástrofes son extraordinariamente costosas.

Este principio explica por qué adoptar el protocolo de Kyoto es una mala idea: los costes económicos de Kyoto se notarán inmediatamente mientras que los beneficios (en forma de reducción o incluso eliminación de riesgos adicionales de inundaciones, tormentas, pérdidas de cosechas, negocios o incluso vidas humanas) no se notarán en algunas décadas o incluso siglos.

Dicen los estudios que los costes económicos de Kyoto serán más o menos de 1% del PIB anual. Esto lo sabemos más o menos con certeza. Lo que no sabemos demasiado bien es cuales son los beneficios de evitar que se produzca el cambio climático ni cuando se notarán. Como he dicho en artículos anteriores, los modelos matemáticos que se utilizan para hacer este tipo de predicciones son bastante imperfectos. Pero imaginemos que sabemos con certeza que el cambio climático comportará problemas económicos dentro de 100 años y durarán para siempre.

Imaginemos, por poner un ejemplo, que la tasa de crecimiento de la economía es del 2,5% (que es la tasa que suponen, en promedio, los escenarios del IPCC) y el tipo de interés es del 6%. En este caso, si el protocolo de Kyoto consiguiera eliminar totalmente el calentamiento global, se necesitaría que esas pérdidas fueran del 33% del PIB dentro de 100 años para que valiera la pena. Ni siquiera los peores augurios de los modelos más esotéricos hablan de pérdidas de esa magnitud. Más bien hablan de pérdidas de entre el 2 y el 5% del PIB.

Pero es que la cosa es todavía más grave: todo el mundo sabe que el protocolo de Kyoto no eliminará el calentamiento global sino que solo lo pospondrá. Los ecologistas son los primeros que lo admiten y por eso dicen que Kyoto es sólo el primer paso y que en el futuro deberemos imponer restricciones todavía más costosas. Tomando el escenario que dice que si no hacemos nada las temperaturas aumentarán 2,4 grados en 100 años, si hacemos Kyoto las temperaturas aumentarán en 2,4 en 106 años. ¿vale la pena sacrificar el 1% del PIB (500.000 millones de euros) cada año durante 100 años para posponer el calentamiento en sólo 6 años? La respuesta es, claramente, no. Sería mucho más inteligente poner todo ese dinero en el banco para que nuestros descendientes tuvieran el dinero suficiente para afrontar el problema, invertirlo en conocimiento (a través por ejemplo de la financiación de I+D) para encontrar energías más limpias o para limpiar el CO2 que dejamos en la atmósfera o… olvidarse del cambio climático y solucionar otros problemas importantes que también afectan a la humanidad en el presente.

Si. Ya sé que muchos me acusaran que soy un egoísta y que no me preocupa que nuestros hijos hereden un mundo mejor. Nada más lejos de la verdad. Lo que pasa es que un mundo mejor no quiere decir un planeta más frío. Podríamos utilizar los 500 mil millones para dejar a nuestros hijos un mundo sin pobreza (la misma ONU que publica el IPCC dice que eso costaría unos 75.000 millones anuales). ¿No dejaríamos un mundo mejor si erradicamos la pobreza aunque las temperaturas sean 2.4 grados más altas en 100 años? También podríamos dejar un mundo donde todos los ciudadanos tienen acceso a agua potable cosa que salvaría unas 2 millones de vidas anuales (la ONU dice que eso costaría unos 2.000 millones anuales), o un mundo sin esa malaria que mata a 1 millón de niños cada año o sin esa SIDA que mata a 3 millones de ciudadanos anualmente.

Sería fantástico poder hacerlo todo pero no podemos. Hay que tomar decisiones difíciles y priorizar los problemas, solucionando primero los que van a salvar más vidas en la actualidad y posponiendo los que tendrán costos futuros. Un grupo llamado Consenso de Copenhague expuso los 10 grandes problemas del mundo a un grupo de sabios, a un grupo de embajadores de la ONU y a un grupo de niños. Después de escuchar los argumentos, les pidió que priorizaran los 10 problemas (en particular, les preguntó en qué problema deberíamos gastar 50.000 millones de dólares). Todos los grupos decidieron lo mismo: la prioridad hoy son la pobreza, la falta de agua y las grandes enfermedades (SIDA, malaria y tuberculosis). El último de la lista fue, en todos los casos, el cambio climático.

¿Y si acaba resultando que el calentamiento causará, efectivamente, hecatombes que representan el 33% del PIB? Para protegernos ante esa eventualidad, lo sensato es seguir monitorizando el clima y mejorando nuestros modelos. Si algún día éstos predicen fiablemente que la catástrofe será mayúscula, entonces, y sólo entonces, deberíamos cambiar las prioridades. Mientras tanto, hay que atender los problemas más urgentes. Cuando las temperaturas del planeta suben, es muy importante tomar decisiones con la cabeza fría.

 

 

 

 

La Vanguardia, X-02-2007

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Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra

© Xavier Sala-i-Martín, 2007