Cuando las Cosas Iban Bien
Por fin el gobierno de España ha aprobado un paquete de medidas económicas
contra esa crisis económica que, según el presidente Rodríguez, no existe.
Ahora bien: si no hay crisis, ¿a qué vienen las medidas? Supongo que a
los ministros les debe entrar un sudor frío cuando piensan en lo que pasará el
31 de Agosto, cuando el último turista vuelva a su casa y lo comparan con lo que
pasó el día que el último turista abandonó Barcelona después del glorioso verano
olímpico de 1992. Esa comparación les ha hecho tan poca gracia que han adoptado
24 medidas preventivas. La pregunta es: ¿solucionarán el problema esas medidas?
Claro que una pregunta previa es: ¿cuál es el problema que se intenta
solucionar?
En mi opinión, la economía española ha arrastrado no uno sino dos grandes
problemas durante los últimos años: el excesivo peso de la construcción y la
falta de productividad. Los continuos aumentos de precios de la vivienda
hicieron que millones de familias compraran inmuebles a modo de inversión
Recuerden lo que decían convencidos: “a diferencia de la bolsa, el tocho no
baja”. Para satisfacer toda esa vorágine de familias disfrazadas de maligno
especulador, las constructoras construyeron y construyeron hasta convertirse en
principal motor de la economía del país. El 19% del empleo creado durante la
última década era de la construcción (en Estados Unidos, la cifra sólo era del
4%) cosa que comportó una peligrosa concentración económica en un negocio que
sabíamos que se paralizaría en cuanto los precios dejaran de subir. Y la burbuja
se desinfló. Y el motor se paralizó.
El segundo y quizá más preocupante problema es el gargantuesco déficit exterior:
España compra 100.000 millones de euros más de lo que vende y eso representa el
9,4% del PIB. Ese déficit exterior es, junto con el griego, el más grande de
Europa y casi dobla el tan criticado déficit exterior de los Estados Unidos que
sólo llega al 4,8% del PIB.
Para entender por qué el déficit exterior es preocupante permítanme una pequeña
lección de economía: el déficit exterior es la diferencia entre la demanda y la
oferta. Cuando una economía consume (o demanda) más recursos de los que produce
(u ofrece), la diferencia tiene que ser comprada en el exterior. A eso se le
llama déficit. Si, por el contrario, la economía produce más de lo que la gente
del país compra, la diferencia debe ser vendida en el exterior y eso se llama
superávit. El hecho de que la economía española tenga uno de los déficits
exteriores más grandes del planeta tierra (y seguramente uno de los más grandes
del sistema solar) quiere decir que o bien España compra demasiado o bien vende
demasiado poco.
¡Y no! No vale decir que no es que España compre demasiado sino que, al tener
que importar todo su petróleo, la factura de importaciones se ha disparado con
el aumento del precio del crudo. Eso puede ser verdad… pero no explica por qué
España tiene un déficit galáctico y no lo tienen otros países que también
importan su petróleo como Alemania, Austria, Finlandia, Holanda, Suecia o Suiza,
que no tienen déficits sino superávits de 6,4%, 2,9%, 4,5%, 5,9%, 7,9% y 13,9%
del PIB respectivamente.
Si el déficit es la diferencia entre demanda y oferta, es obvio que sólo hay dos
maneras de eliminarlo: reducir la demanda o aumentar la oferta. De cajón.
Reducir la demanda en un 9,4% del PIB quiere decir que familias, empresas o
gobierno tendrán que gastar menos. Eso implica una recesión económica
catastrófica. No es lo que persigue el gobierno. Supongo. Ahora bien, si no
quieren reducir la demanda, la única alternativa es aumentar la oferta haciendo
que las empresas produzcan más con los mismos recursos. Es decir, “aumentando la
productividad”. Problema diagnosticado y
aquí es donde quería llegar. La pregunta clave es: ¿contribuyen las medidas
adoptadas por el consejo de ministros a aumentar la productividad? Pues algunas,
claramente, no. Destinar 10.000 millones a impulsar la vivienda protegida no
sólo no aumenta la productividad sino que es un intento burdo de salvar a
empresas constructoras en un momento en el que España debería reducir el peso de
la construcción en el global de su economía. En el mismo sentido, las
regulaciones medioambientales sobre energías renovables y lucha contra el cambio
climático tampoco aumentan la productividad sino más bien al contrario.
Por otro lado, las propuestas de reducción de la fiscalidad –como la supresión
del impuesto sobre el patrimonio-, el fomento de la competencia en transporte de
mercancías por ferrocarril, el reforzamiento de la independencia de los
reguladores, la flexibilización de la ley de arrendamientos y, sobre todo, la
agilización de trámites para la creación de empresas, son medidas que, a medio
plazo, sí contribuirán a la productividad.
La Vanguardia, 08-17-200 8Back to Sala-i-Martin's Articles EN CATALÀ Back to Sala-i-Martin's Articles EN ESPAÑOL
Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra © Xavier Sala-i-Martín, 2008
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