No Tienen Otro Remedio
Desde hace unos meses, cada quince días algún banco
importante anuncia un agujero financiero relacionado con las hipotecas “subprime”.
De momento, el récord lo tiene Citigroup con un agujero de 24.000 millones de
dólares, seguido de Merrill Lynch con 22.500, la Unión de Bancas Suizas con
18.700. Y así, de millardo en millardo, totalizan un agujero global de 181.500
millones de dólares. ¿ Qué pasa cuando esos bancos anuncian pérdidas tan exorbitantes? Pues en circunstancias normales, el precio de sus acciones cae en picado y son compradas a precio de saldo por otra entidad financiera privada (véase el caso de Bear Sterns que cotizaba a 160 dólares por acción hace unos meses y fue adquirida por JP Morgan por cuatro dólares hace unas semanas). Lo interesante, sin embargo, es que durante la presente crisis han aparecido unos nuevos jugadores en la partida financiera: los llamados fondos soberanos compuestos por dinero acumulado por los gobiernos de países productores de petróleo más China y Singapur.La idea de los fondos soberanos surgió en los años
setenta, cuando el gobierno americano decidió poner los recursos que generaba el
petróleo de Alaska en un fondo cuyos rendimientos eran repartidos entre los
ciudadanos de ese estado. Esa idea fue copiada rápidamente por otros países
productores de petróleo para estabilizar sus finanzas: cuando el precio del
petróleo está alto, ellos invierten una parte de las ventas en los fondos
soberanos. Cuando el precio baje, los ciudadanos podrán vivir, literalmente, de
las rentas de esos fondos. Así estabilizan sus economías. Hoy, el mayor fondo
del mundo es el de Abu Dabi (que administra 875.000 millones de dólares),
seguido por el de Noruega (350.000), el de Arabia Saudita (300.000) y el de
Kuwait (250.000). A esos fondos de petróleo se unen los de dos países cuyos
gobiernos obligan a los ciudadanos a ahorrar de manera compulsiva (Singapur y
China),
cuyo monto es ya de 470.000 y 200.000 millones de dólares
respectivamente.
Se calcula que, entre unos y otros, los fondos
soberanos administran cerca de 3 billones de dólares.
Al principio, los fondos soberanos se invertían en bonos del
estado, con intereses seguros pero miserables. Poco a poco, compraron empresas
privadas para obtener una mayor rentabilidad. Lo que nos devuelve a la crisis
financiera actual: durante los últimos meses, se han dedicado comprar o rescatar
bancos occidentales con problemas. El fondo de Abu Dabi rescató al Citigroup, el
de Singapur rescató a la Unión de Bancas Suizas, el fondo Chino ha comprado
parte de Barklays, mientras el de Dubai ha comprado participaciones importantes
den Deutsche Bank.
Esta gran inyección de dinero público ha sido bienvenida por
el sector financiero occidental ya que, de momento, ha evitado una catástrofe
económica… pero ha generado recelo entre los legisladores que no saben
exactamente cómo tratar el tema. En Estados Unidos, por ejemplo, los fondos
públicos de la seguridad social no pueden ser invertidos en empresas privadas.
Ante esa restricción, uno se pregunta: si el dinero público americano no puede
invertir en empresas privadas, ¿por qué se deja que lo haga el dinero público de
otros países? En principio, uno debería haber libertad de invertir
allí donde uno guste. Pero, ¿los gobiernos también?
Existen tres razones que recomiendan limitar la
libertad de los fondos públicos. Primero, la regla básica del capitalismo es que
las empresas deben intentar maximizar la rentabilidad de los inversores. El
problema aparece cuando un socio mayoritario (en este caso el fondo soberano
extranjero) tiene “otros” objetivos políticos. Por ejemplo, un fondo de Abu Dabi
que compra una empresa de aviación puede intentar promocionar destinos en Abu
Dabi no rentables desde el punto de vista empresarial, pero deseables
políticamente. Eso perjudicaría al resto de propietarios de la empresa y debe
ser impedido. Segundo, los fondos públicos pueden ser sometidos a
presiones políticas que perjudiquen a los accionistas. Ejemplo: no hace mucho,
el fondo de Noruega estaba metido en un banco privado que especuló contra la
moneda de Islandia. Los accionistas ganaban mucho dinero con esa operación…
hasta que el gobierno de Islandia llamó al de Noruega y amenazó con represalias
diplomáticas. Noruega obligó al banco privado en el que participaba a dejar de
especular y los accionistas perdieron dinero. Tercero, los gobiernos pueden
tener la tentación de utilizar las empresas participadas para contratar a
directivos no por qué esté capacitados para dirigir esos negocios sino a cambio
de favores políticos.
En honor a la verdad, si exceptuamos el episodio de
Noruega-Islandia, hasta ahora los fondos soberanos se han comportado de forma
impecable por lo que, de momento, los problemas existen sólo a nivel teórico.
Dicho esto, es preocupante que, cuando se les ha pedido que firmaran un
compromiso de no actuar con criterios políticos, se han negado rotundamente. Y
negativa levanta sospechas.
Cuando la tormenta económica haya amainado, el paisaje
financiero será peculiar: el dinero público estará infiltrado en el corazón
financiero del capitalismo occidental al ser los estados de países extranjeros
los propietarios de los principales bancos occidentales. Está por ver si los
líderes políticos que tantas trabas ponen a los gobiernos locales para que
participen en empresas privadas, hacen la vista gorda a los fondos soberanos
porque piensan que no habrá problemas… o porque saben que no tienen otro
remedio.
La Vanguardia, 17-03-2008 Back to Sala-i-Martin's Articles EN CATALÀ Back to Sala-i-Martin's Articles EN ESPAÑOL
Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra © Xavier Sala-i-Martín, 2008
|