La Ley de la Oferta y la Demanda
Uno de los principios más importantes de la economía es el
de la ley de la oferta y la demanda: cuando el precio de un producto sube, las
empresas aumentan su producción (porque un precio superior hace provechosos
procesos que de otra manera no son rentables) y los consumidores reducen las
compras (porqué pasan a comprar substitutos más baratos). En una economía de
mercado como la nuestra, el equilibrio entre la oferta y la demanda determina el
precio final: el precio sube cuando aumenta la demanda o cuando cae la oferta.
Así de simple.
A pesar de que todo eso se enseña durante la primera semana
en cualquier facultad de economía moderna, la reciente escalada del petróleo ha
puesto de manifiesto que son muchos los políticos y analistas económicos que
siguen sin entender las leyes fundamentales de la economía. Veamos tres ejemplos
reveladores. Primero: cada día está más extendida la idea de que el petróleo
está subiendo por culpa de unos supuestos especuladores malignos, especuladores
que, dicho sea de paso, han sustituido a los empresarios capitalistas en el
papel de causantes de todos los males de la humanidad en el ideario de
socialistas, medioambientalistas y demás descendientes intelectuales del
marxismo.
Normalmente, los especuladores ganan dinero a base de
comprar un producto barato, guardarlo durante un tiempo mientras esperan
(especulan) que su precio suba y, cuando lo hace, venderlo y quedarse con la
diferencia. Cuando muchos especuladores compran al mismo tiempo, ellos mismos
crean una demanda que hace subir los precios. Es por eso que se les acusa de
encarecer el petróleo. El problema es que los presuntos especuladores del
petróleo no compran barriles de crudo, no los guardan en sus casas y no los
vuelven a vender al cabo de unos meses. Para hacer eso necesitarían tener unas
casas muy grandes y pagar unos costes de almacenamiento descomunales. Lo que
hacen en realidad es comprar contratos de “futuros”. Es decir, adquieren unos
papelitos que les da derecho a comprar barriles de petróleo dentro de seis meses
a un precio determinado. Si dentro de seis meses el precio de mercado es
superior al determinado, comprarán los barriles al precio determinado y los
venderán inmediatamente después al precio de mercado apropiándose de la
diferencia. De alguna manera, es como si los especuladores “apostaran” a que el
precio del petróleo subirá sin tocar nunca ni un solo barril de crudo. Y del
mismo modo que los que apuestan a las quinielas de fútbol no tienen ningún
impacto sobre el resultado de los partidos, la gente que compra “futuros” de
petróleo sin comprar barriles no afecta ni la oferta ni la demanda de crudo y,
por lo tanto, no afecta su precio. ¿Por qué sube, pues, el petróleo? Pues por
varias razones, la principal de las cuales es el enorme aumento de demanda que
proviene de los grandes países en vías de desarrollo como China e India, cuyos
ciudadanos cada vez más ricos han decidido ir en coche, utilizar la calefacción
y el aire acondicionado. Es la ley de la oferta y la demanda. Segundo ejemplo: una amplia gama de políticos y
huelguistas españoles, europeos y americanos proponen eliminar temporalmente los
impuestos sobre carburantes con el objetivo de reducir su precio. Eso es un
craso error. Imaginemos que la oferta y la demanda dictan un precio de la
gasolina de 100 y que el gobierno pone un impuesto de 30: los consumidores pagan
100, los productores de gasolina cobran 70 y
el
gobierno recauda 30. Hasta aquí todo normal. Pensemos qué pasará si el gobierno
elimina el impuesto de 30. Si la oferta de gasolina es más o menos constante a
corto plazo (y lo es, dado que cambiar la producción de crudo es
extraordinariamente costoso), la oferta y la demanda seguirán siendo las mismas,
por lo que el precio que deberá pagar el consumidor seguirá siendo 100. Pero el
gobierno ya no cobrará los 30. ¿Pero si el consumidor sigue pagando 100, a dónde
van a parar los 30 que hasta ahora recaudaba el gobierno? Pues directamente al
bolsillo de los productores. Es decir, la eliminación del impuesto sobre la
gasolina no sólo no contribuirá a reducir precios sino que representará un
enorme regalo fiscal a los ya millonarios regentes de Arabia Saudita o
Venezuela. Tercer ejemplo: muchos gobiernos progresistas, después
de darnos la lección diaria sobre el cambio climático, van y firman todos los
tratados internacionales habidos y por haber, buscan reducir emisiones a través
de la coerción estatal y dedican millones de euros a “campañas de
concienciación” o a promover
las
tendenciosas y deliberadamente histéricas películas de Al Gore.
A
la hora de la verdad, sin embargo, esos gobiernos fracasan e incumplen
sistemáticamente los objetivos a los que se han comprometido. Pues bien, esos
mismos gobiernos se quejan de la subida de los precios del crudo e intentan
tomar medidas para paliar los efectos sobre los ciudadanos, sin darse cuenta que
es esa misma subida de precios la que va a lograr lo que ellos no han conseguido
hasta ahora: reducir las emisiones de CO2. Porque lo que realmente va afectar el
comportamiento de la gente no son las campañas institucionales a favor de una
“nueva cultura de la energía” o las películas porno-climáticas sino el bolsillo:
los consumidores ahorrarán de verdad cuando les sea demasiado costoso no hacerlo
y las empresas ofrecerán alternativas cuando eso les reporte beneficios. Así de
simple. Es la lección más antigua de la economía. Es la de la ley de la oferta y
la demanda.
La Vanguardia, 17-06-200 8Back to Sala-i-Martin's Articles EN CATALÀ Back to Sala-i-Martin's Articles EN ESPAÑOL
Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra © Xavier Sala-i-Martín, 2008
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