Crisis Financiera (8): Minar Nuestra Confianza
Es curioso: los medios y los expertos están haciendo cuajar la idea de que la
actual recesión ha sido causada por los excesos del sector privado y olvidan
completamente los excesos del sector público. Está claro que el origen del
problema es la burbuja inmobiliaria. Pero, ¿qué causó esa burbuja? Respuesta: el
mantenimiento de tipos de interés artificialmente bajos por parte de las
autoridades monetarias… públicas. Es decir, los tipos bajos llevan a demasiada
gente a pedir hipotecas, cosa que provoca aumentos extravagantes de los precios
de los inmuebles.
El sector financiero, se nos dice, construyó activos basados en hipotecas
errando clamorosamente en la apreciación de lo que sería la tasa de morosidad.
Pero, ¿por qué cometió ese error? Por muchas razones. Una de ellas es que,
cuando los precios suben la proporción de morosos se reduce (porque las familias
tienen más incentivos a no perder una casa que se aprecia). Eso lleva a las
entidades financieras y empresas de rating a creer erróneamente que la
probabilidad morosidad estructural se ha reducido. Es decir, si la burbuja
inmobiliaria (creada, insisto, por las autoridades públicas) no hubiera
existido, la alegría con la que se compraron los activos basados en hipotecas no
se habría producido.
Se dice que demasiados bancos privados prestaron demasiado dinero a demasiadas
familias con pocos recursos (familias “subprime”). ¿Por qué lo hicieron?
Respuesta: entre otras cosas, porque dos instituciones semipúblicas (Freddie Mac
y Fannie Mae) garantizaban esas hipotecas. ¿Por qué? Porque el gobierno las
obligó a ello con el objetivo de esas familias también formaran parte del sueño
americano de tener una vivienda de propiedad.
Se explica que el sector financiero se dedicó a crear activos complicados que no
entendía y a pedir prestado para invertir (apalancarse). ¿Por qué? Pues en
parte, por culpa de la política de tipos artificialmente bajos que indujo a todo
el mundo (¡incluso los bancos!) a pedir prestado para invertir.
Los errores de política pública contribuyeron, pues, de manera significativa a
originar la crisis actual. Pero la cosa no acaba aquí: también están
contribuyendo a agravarla y a convertir lo que habría sido una pequeña recesión
en un episodio potencialmente catastrófico.
Durante los primeros meses de crisis en EEUU (entre Diciembre 2007 y Setiembre
2008), el consumo, la inversión inmobiliaria y las exportaciones netas se
mantuvieron. Lo único que cayó en picado era la construcción. Concretamente,
hasta setiembre de 2008, la reducción del PIB había sido de unos 313.000
millones de dólares, un poco menos que la caída de la construcción. Es decir, lo
único que demostraba estar realmente en crisis era ese sector.
Las cosas cambiaron radicalmente en setiembre 2008. Después de salvar a Bear
Sterns, Freddie Mac, Fannie Mae, y Goldman Sachs, el fin de semana del 13-14 de
setiembre, el gobierno decidió no ayudar a Lehman Brothers y, después, se salvó
a AIG. Nadie entendió por qué se salvaba a unos bancos y no a otros, pero esa
política errática dejaba claro que el gobierno no tenía claro cómo afrontar la
situación. La confianza cayó y las bolsas de todo el mundo se hundieron. El
gobierno reaccionó aprobando, a toda prisa, un programa de 0,7 billones para
comprar los activos tóxicos de los bancos: la semana que siguió a la aprobación
del llamado TARP (“Troubled Assets Relief Program”), la bolsa sufrió la peor
caída semanal de la historia. Ante el asombro de todos, la reacción del gobierno
fue la de decir: “como a la bolsa no
le ha gustado el TARP, no compraremos activos tóxicos sino que recapitalizaremos
directamente a los bancos”. Y claro, al constatar que el gobierno utilizaba a la
bolsa para ver si sus propias acciones tenían sentido, todo el mundo se dio
cuenta de que andaba bastante perdido. Eso acabó de demostrar que estábamos en
manos de una pandilla de incompetentes, justo en el momento que cuajaba la idea
de que el ángel salvador único era… ¡el gobierno!
Es importante que si los estados deciden auto-erigirse en salvavidas de la
economía, nos convenzan primero de que están capacitados para ello. Porque, en
economía, cuando el líder no inspira confianza, las familias dejan de consumir,
las empresas dejan de invertir y las crisis se agravan.
Lo peor de todo es que, la confianza ciega que muchos tenían en
Barack Obama, se está disipando rápidamente: después de aprobar un plan
de gasto plagado de esotéricos programas inútiles, Obama ha dedicado otro billón
de dólares a una nueva versión de TARP, a pesar del ostentoso fracaso de la
primera versión el plan. Es más, el día que su secretario del tesoro, Tim
Geitner lo anunció, no explicó ni quien comprará esos activos, ni cómo se
decidirá su precio, ni qué bancos serán ayudados, ni qué pasará con los activos
comprados... Es decir: no explicó nada de nada. Su inseguridad y su miedo no
contribuyeron a establecer la necesaria confianza en que el nuevo liderazgo sabe
cómo reconducir la situación.
¡Ah! ¡Casi me olvidaba!: mientras tanto, el sector privado –¡ese maldito sector
privado que tanto daño hace a la sociedad!- ha seguido haciendo sus deberes:
según un estudio del profesor Casey Mulligan la productividad del sector no
financiero norteamericano sigue subiendo (a diferencia de lo que pasó durante la
gran depresión). Es decir: gracias al sector privado, la economía norteamericana
saldrá disparada de la crisis el día que la incompetencia del gobierno deje de
minar nuestra confianza.
La Vanguardia, 17-02-200 9Back to Sala-i-Martin's Articles EN CATALÀ Back to Sala-i-Martin's Articles EN ESPAÑOL
Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra © Xavier Sala-i-Martín, 2008
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