Antes que nada,
quiero agradecer a Gemma Lienas, una conocida
feminista experta en prostitución, primero por haberme dedicado un artículo y
segundo por ser ese artículo más bien negativo. Ya se sabe que en el mundo de
la discusión científica, las citas negativas cuentan más que las positivas
porque demuestran que no estás equivocado: si estuvieras equivocado, solamente
habría una crítica negativa, y se acabaría el debate.
Doña Lienas ha escrito un artículo que, además de transpirar
cólera (con algunos toques de mala educación), está tan repleto de errores que
he decidido responder párrafo a párrafo.
Recientemente, un conocido periódico
publicó un artículo que defendía legalizar la prostitución basándose en el
hecho de que "la universalidad del negocio del sexo indica que se trata de
un fenómeno biológico y no cultural", lo que sería como decir que, puesto
que la opresión de las clases más desfavorecidas se da en todas las sociedades,
su raíz debe de ser biológica.
Según el articulista, nuestros antepasados
más lujuriosos tuvieron más descendientes que los castos, mientras que las
mujeres, fueran lúbricas o no, tenían más o menos el mismo número de criaturas.
Lo cual es una explicación veraz a medias ya que el número de descendientes de
los varones no dependía de su lujuria o castidad, sino de la asimetría respecto
a las mujeres: muchos espermatozoos contra un solo
óvulo. Dicho de otro modo, en la naturaleza (y así era para la humanidad en el
pasado), puesto que la fecundidad masculina depende del número de
apareamientos, los machos luchan entre sí por el acceso a las hembras. Ello
favorece a los ejemplares más fuertes y jóvenes, que son quienes tienen más
descendencia, y perjudica a más de la mitad de machos, que no dejan sucesión
alguna.
Así, gracias a este mecanismo, las hembras
son fecundadas por espermatozoos saludables, lo que
fortalece la especie. Esto sí es la selección natural darwiniana y no la que
infiere el articulista al escribir: "Al ser descendientes de hombres extraordinariamente
libidinosos (...), nuestro código genético actual dice: el hombre es más
promiscuo que la mujer".
Fijaros en la
falacia: empieza diciendo que el mecanismo que indico yo “es una explicación veraz a medias” (o sea,
que tiene la mitad de veracidad) y en la conclusión, la “media verdad” ha
desaparecido. ¡Naturalmente que en la reproducción humana han intervenido
diversos factores y el atractivo físico y el poder dentro de la tribu forman
parte de ellas! Ved, sino, mi artículo “Mercados Matrimoniales” publicado en La
Vanguardia en el que hablo de ambos factores. Pero que los guapos y los
poderosos tiendan a tener más éxito en el mercado de la reproducción no quiere
decir que no existan otros atributos que también cuenten. En particular, entre los
guapos y poderosos, ¡los que más fornicaron son los que más se reprodujeron! ¿O
no? Por lo tanto, somos descendientes de “hombres poderosos, guapos, Y
PROMÍSCUOS”. Fijaros eso no cambia para nada la conclusión: el hombre es más
promiscuo que la mujer.
Esa peregrina conclusión sería como decir
que, por sistema, los ojos azules paternos los hereda el hijo y los verdes
maternos, la hija. En realidad, según las leyes de Mendel,
se darían también varones virtuosos y mujeres lujuriosas.
El ejemplo de
los ojos azules demuestra que usted no ha entendido las leyes de Mendel. En nuestra genética hay características masculinas,
características femeninas y características asexuales. Entre las
características masculinas están el pene, o el impulso sexual a copular con
mujeres más o menos acentuado. Entre las femeninas, está el tamaño de los
pechos o la más o menos promiscua atracción por los hombres. Entre las comunes
o asexuales está el color de los ojos. ¿Por qué el impulso sexual a copular es
una característica masculina o femenina y no común? Pues porque mi impulso
sexual me lleva a copular com mujeres y
el de usted (creo), con hombres. Dicho esto, yo soy portador de genes
masculinos y femeninos aunque sólo se manifiestan en mí los masculinos. Los
femeninos no se manifiestan en mí pero yo los paso a mis herederos. Es decir,
mi hija ha heredado de mí el tamaño de los pechos de mi madre, PERO ESO NO
QUIERE DECIR QUE YO TENGA PECHOS (o ella pene). Del mismo modo, ha heredado el
impulso sexual a copular con hombres que tenía mi madre aunque eso no quiera
decir que a mí me atraigan los hombres. Por lo tanto, resulta que mi “peregrina
conclusión” era correcta y que el símil de los ojos azules no es más que un mal
ejemplo que no se aplica a la conducta sexual (por cierto, la palabra
“peregrina” demuestra un cierto tic de mala educación que ignoraré porque yo sí
soy bien educado y porque entiendo que usted ha escrito su artículo cuando
estaba poseída por una ira que la ha llevado a la improvisación argumental y no
porque sea usted una mala mujer o una mala pensadora).
En su siguiente razonamiento, el
articulista se pregunta cómo se puede compaginar la conducta de esos varones
tan lascivos con la de esas castas mujeres, y explica: "Con unas pocas
mujeres practicando sexo a cambio de una compensación económica. Nace, pues, la
prostitución". Su respuesta es francamente pasmosa: al principio afirmaba
que se trataba de un fenómeno biológico y, sin embargo, ahora admite que es el
resultado de una determinada estrategia social, es decir, un fenómeno cultural.
Lo que resulta
realmente pasmoso es su desconocimiento de la lógica elemental: que un fenómeno
tenga raíces biológicas no quiere decir que no tenga consecuencias sociales y
culturales. Por ejemplo, el papel secundario de la mujer en nuestra sociedad
(de la que usted es tan conocedora) es una consecuencia social y cultural que
tiene un origen biológico. ¿O no hay una diferencia biológica un hombre y una
mujer? Pues esas diferencias biológicas han sido utilizadas por las diferentes
culturas y sociedades para poner a la
mujer en uno u otro sitio dentro de la sociedad. Es tan “pasmosamente”
sencillo que me preocupa que no lo haya entendido.
Pero, por lo menos, hemos llegado a un
punto de acuerdo: los varones, que acumulaban poder y riqueza (eso se le ha
olvidado al articulista), determinaron que habría una mujer para cada uno
(obligadamente casta) y unas cuantas a repartir entre todos. Las mujeres, sin
autoridad ni fortuna, poco pudieron objetar.
Ahora resulta
que tampoco conoce la historia: (1) los varones que acumulaban poder y riqueza
determinaron que ellos se quedaban a muchas mujeres (nota para la señora Lienas: a lo largo de la historia, las civilizaciones
polígamas han sido más numerosas que las monógamas) y (2) las mujeres con
autoridad y fortuna (como las hijas de los reyes) también eran vendidas al
mejor postor y en beneficio del padre (el rey).
Por otro lado, y retomando el argumento
biológico, si sólo los varones fueran promiscuos, la infidelidad femenina no
existiría. Y sin embargo, estudios recientes confirman hasta un 70% de mujeres
con sexo extramatrimonial. Bien es verdad que trabajos realizados en la década
de 1950 arrojaban porcentajes mucho más bajos, pero esta diferencia de
resultados obedece a la intensa represión ejercida antaño sobre las mujeres,
por lo que o controlaban sus impulsos o no hacían públicas sus digresiones
sexuales.
Doña Gemma, doña
Gemma: ¡no haga trampas! Es una técnica de muy poca elegancia intelectual poner
en boca del adversario una frase absurda que no ha dicho y luego criticarla. Yo
no he dicho que sólo los hombres sean promiscuos. He dicho que son más
promiscuos que las mujeres. De hecho, la cita exacta es: “La selección natural
darwiniana sugiere, pues, que al ser nosotros descendientes de hombres extraordinariamente
libidinosos (y con una preferencia por tener relaciones con una gran variedad
de hembras) y de mujeres de
vida más o menos ordenada, nuestro código genético actual dice: el hombre
es más promiscuo que la mujer.” Lea, por favor,
antes de criticar. Si, a pesar de que los hombres son más promiscuos, las
mujeres tienen un grado positivo de promiscuidad, se publicarán estudios que
demuestren que hay un cierto grado de infidelidad femenina. Pero eso no
demuestra la falsedad de mi argumento sino sólo demuestra lo infantil y
primitivo de su estrategia argumental. Por cierto, para ver que las mujeres
practican el sexo extramatrimonial no se necesitan estudios científicos, ¡sólo
se necesita ir al Luz de Gas!
Una vez más, pues, son las razones
culturales las que modulan la respuesta sexual de los individuos.
El articulista, por fin, invoca el nombre
de san Agustín y santo Tomás de Aquino, que justificaban la prostitución como
válvula de escape. Aunque parece ignorar que a esos padres de la Iglesia las
mujeres les parecían seres de segunda. Decía san Agustín que a las mujeres
había que segregarlas, "ya que son causa de insidiosas e involuntarias
erecciones en los santos varones", y santo Tomás consideraba a las mujeres
"varones defectuosos". Así que ni uno ni otro resultan
un referente cabal en cuestiones de género.
Qué manía con
eso de que “parece ignorar”. Es curioso observar que es el ignorante el que
acusa a los demás de ignorar. Que para usted y todo el movimiento feminista, San
Agustín y Santo Tomás de Aquino no sean referentes no quiere decir que no lo
sean para nadie. En particular, lo son para todos sus seguidores de la iglesia
católica, iglesia a la que iba dedicado ese párrafo. El punto que usted no
quiere es que la iglesia, que es una de las instituciones que más se opone en
la actualidad a la prostitución por cuestiones de “moralidad” tiene unos
referentes que entendieron que la promiscuidad masculina es tal que a veces es
mejor dejar que exista la prostitución para apagar la sed de los sedientos de
sexo. En ese sentido, la iglesia católica parece ser menos dogmática que el
movimiento feminista.
Sólo hubiera faltado que el articulista
hubiese tratado de demostrar con argumentos seudoideológicos
por qué la mayoría de las prostitutas, además de ser mujeres, son también
pobres y de una etnia distinta a la de él.
Curiosa
conclusión y curiosa acusación de utilizar “argumentos seudoideológicos”
(cuando ninguno de sus argumentos, que han sido expuestos desde la ideología se
aguanta por ninguna parte). ¡Naturalmente que, en la actualidad las prostitutas
tienden a ser pobres y a ser de otra etnia! (aunque, cuando los de mi etnia
eran pobres, también se prostituían, doña Gemma…). Para eso no hace falta ningún argumento
ideológico. Cualquier trabajo mal pagado y desagradable es realizado por la
gente con menos recursos que tienden a emigrar de países más pobres que el
nuestro. Eso es cierto para la prostitución, y también lo es para los
basureros, aunque eso no represente ningún argumento a favor de prohibir ni la
prostitución ni los basureros.
Desde argumentos culturales es fácil
entenderlo como una explotación de sexo, clase y origen.
¿Y dice la Sra Gemma que ella no habla desde la ideología? Es
“curioso” que considere contratar a una chica pobre para hacer un trabajo es
explotar a la mujer y contratar a un barón para trabajar en la vendimia por
cuatro euros no. ¿No es eso ideología feminista, doña Gemma?
Por cierto, ¿ya le ha explicado eso de la explotación al alcalde de Barcelona
(de su partido) que está explotando a los que limpian cada noche el
ayuntamiento: ¿O no se ha dado cuenta de que son mujeres, son pobres y son de
otra etnia?