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EL ARTICULO DEL DIA
Xavier Sala i Martín
Catedrático de la Universidad de Columbia. Profesor de la Universitat Pompeu Fabra.
El mito de las 35 horas
La reducción de la semana laboral es un engaño estadístico que no favorece a los trabajadores ya que sólo conseguiría camuflar el paro por la vía de las cifras. Es una decisión todavía prematura

La pancarta que encabezaba la manifestación del Primero de Mayo en Barcelona decía: "Más y mejor empleo: 35 horas". La reducción de la jornada laboral se presentaba como una medida que reducirá el paro y que beneficiará a los trabajadores. En realidad, es un mito que no aportará ni "más" ni "mejor" empleo.

De entrada, la reducción de la jornada laboral sólo reduce el paro por la vía estadística. Imaginemos que Juan y Josefina trabajan 40 horas mientras que Manuel y Mercedes no trabajan. El paro es del 50% de la población. Si introducimos una medida según la cual todos pasan a trabajar 20 horas, las estadísticas oficiales mostrarán que el paro pasa a ser cero. Pero, en realidad, lo que va a pasar es que toda la población estará medio parada, por lo cual el paro real sigue siendo del 50%. Los medios puestos de trabajo que han ganado Manuel y Mercedes son exactamente los que han perdido Juan y Josefina. Pero como que estas horas perdidas no son contabilizadas por las estadísticas, el paro oficial ha bajado a pesar de que el paro real no ha variado nada. Y eso es exactamente lo que va a pasar si la jornada laboral pasa de 40 a 35 horas semanales: el paro real será el mismo y sólo se logrará camuflar el desempleo por la vía estadística, aprovechando que los datos oficiales no miden la reducción en el empleo de toda la gente que pase de trabajar 40 horas a trabajar 35. De "más empleo", nada de nada.

El segundo problema de la jornada de 35 horas es que representa un engaño para los trabajadores. Se nos dice que, con esta medida, podremos trabajar menos horas y cobrar lo mismo ("mejor empleo", decía la pancarta). Eso tampoco es cierto. Cuando las empresas vean que tienen que pagar lo mismo que pagaban por un trabajador que ahora trabaja menos horas, no les van a cuadrar los números ya que los costes les habrán subido. Por un lado, las empresas que no se encuentran compitiendo en el mercado europeo subirán precios, lo que va a reducir el poder adquisitivo del trabajador. Los salarios efectivos, por tanto, habrán bajado aunque los nominales no cambien.

Por otro lado, existen las empresas que no pueden subir precios ya que la competencia internacional no lo permite. Algunas de estas empresas se verán forzadas a cerrar, el paro subirá y los trabajadores volverán a salir perdiendo. Finalmente, el Gobierno también tendrá que actuar: si mantiene el número de funcionarios y éstos trabajan menos, la calidad de los servicios públicos bajará. Esto perjudicará principalmente a los trabajadores, ya que son éstos los que más se benefician de servicios como las escuelas o los hospitales públicos. Si, por otro lado, el Gobierno decide contratar a más gente para que haga el trabajo que dejarán de hacer los actuales funcionarios, tendrá que subir impuestos, lo que reducirá la renta disponible de todos..., incluyendo la de los trabajadores.

A todos nos gustaría trabajar menos a cambio de poder comprar lo mismo a final de mes, pero esto no es lo que la reducción de la jornada representará. Con la jornada de 35 horas trabajaremos menos, pero cobraremos menos en términos reales. Es posible que, una vez explicado, los trabajadores sigamos queriendo la jornada de 35 horas. Ahora bien, que no se nos intente engañar con el cuento de que cobraremos lo mismo, porque no es cierto.

Hay que agregar que las quejas de los empresarios que dicen que la reducción de la jornada laboral será un gran desastre económico también son infundadas, sobre todo si, siguiendo el ejemplo francés, la medida no se aplica a las empresas más pequeñas. Al fin y al cabo, en muchos sectores de la economía la gente ya disfruta de una jornada de 35 horas. Es cierto que algunas empresas que tienen beneficios pequeños, que están compitiendo internacionalmente y que no tienen posibilidad de irse deberán cerrar. Pero el impacto no será demasiado grande si se excluyen las empresas más pequeñas.

Por último, a menudo se nos dice que no hay nada mágico en la jornada de 40 horas y que, si a lo largo de la historia la jornada ha pasado de 72 horas semanales, a 54 horas, a 48 horas, y a 40 horas, pues no pasaría nada si se produjera una nueva reducción a 35. Es cierto que, a medida que las sociedades se enriquecen, el ocio adquiere un papel más importante en la vida de las personas, y éstas deciden trabajar menos y tener más horas para disfrutar. Quizá ha llegado ya el momento de continuar la historia y reducir de nuevo la jornada. Sin embargo, antes de intentar imitar ciegamente todo lo que hacen los franceses, hay que recordar que, si bien es cierto que los países ricos se pueden permitir el lujo de trabajar menos, también lo es que eso pasa cuando son ricos. No hay que olvidar que la renta per cápita española en la actualidad es similar a la que Francia tenía en 1974. O, dicho de otra forma, si España quisiera imitar a Francia y hacerlo bien, ¡la jornada de 35 no se debería introducir hasta el año 2023! Tarde o temprano tendremos una jornada de 35 horas, pero quizá ahora no es el momento.

En resumen, la reducción de la jornada laboral es un engaño estadístico que no favorece a los trabajadores y que quizá se está proponiendo de forma prematura. Creo que muchos trabajadores encontrarían injusto que se les obligara a trabajar menos de 40 horas, ya que no podrían llegar a final de mes. En todo caso, se debería intentar que, una vez explicadas claramente las consecuencias (que incluyen una reducción del salario real), los trabajadores que lo deseen trabajen 35 horas y los que quieran seguir trabajando 40 horas (y cobrarlas todas) lo hagan libremente y sin imposiciones. La reducción de la jornada no generará ningún gran desastre económico generalizado. Ahora bien, que quede claro que no solucionará el problema del paro. Que no sirva como sustituto de las medidas que realmente pueden acabar con el grave problema del desempleo.


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