La Vida Loca

Hace un par de veranos, Ricky Martin nos agobiaba con su pegajoso “un pasito p’alante, María, un pasito p’atrás”. No sé si el castigo fue menos severo que el que nos han impuesto este verano las tomatitas del “Aserejé”, o si el tiempo nos hace olvidar incluso las torturas más dolorosas. En cualquier caso, les pido que modifiquen la canción Ricky y hagan “tres pasitos p’adelante y un pasito p’atrás”. De hecho, háganlo cien veces seguidas y pregúntense dónde se encuentran con respecto al punto de partida. A pesar de que ustedes verán que han adelantado 200 pasos, algunos analistas llegarán a la conclusión de que han retrocedido 100. ¿Por qué? ¡Pues porque a esos sagaces observadores les gusta ignorar sistemáticamente los pasitos p’alante y sólo contabilizan los pasitos p’atrás!

Si, ya sé que es absurdo, pero eso es exactamente lo que hacen los críticos de las inversiones multinacionales cuando acusan a empresas como Lear o Volkswagen de llevarse “nuestros” puestos de trabajo a la Europa del Este: “por culpa de las multinacionales”, apuntan, “se han perdido 500, 1.000 o 2.000 empleos”. Y claro, si “por culpa de las multinacionales se pierde ocupación”, debemos exigir que “gobierno evite que éstas se muevan libremente atendiendo sólo a criterios de rentabilidad”.

Es cierto que las multinacionales atienden criterios de rentabilidad...y es bueno que así sea porque, de lo contrario, las empresas quiebran y entonces no se pierden cientos sino miles de empleos por todo el mundo.

También es cierto que, cuando una empresa se va a la Europa del Este, Catalunya pierde puestos de trabajo. Naturalmente, eso es malo para nosotros, aunque no es necesariamente malo desde el punto de vista global: al fin y al cabo, debemos tener en cuenta lo felices que son los trabajadores eslovacos o polacos –no nosotros, sino los polacos de verdad- con sus nuevos empleos. Curiosamente, la gente que ahora se queja de que los polacos nos “roban” puestos de trabajo, no se quejaron cuando nosotros “robamos” los mismos empleos a los trabajadores americanos hace un par de décadas.

Lo que ya no es cierto es que “se pierden puestos de trabajo por culpa de las multinacionales”. De hecho, eso sólo es verdad si no se tienen en cuenta los empleos que éstas crearon cuando vinieron o los que no se destruyeron cuando salvaron a alguna empresa local en bancarrota (por ejemplo, cuando Volkswagen trajo capital para evitar que SEAT cerrara por culpa de sus monstruosas pérdidas). ¡Ignorar los empleos que generan las multinacionales cuando vienen y fijarse solamente en los que se pierden cuando se van es tan ridículo como ignorar los pasitos p’alante y fijarse solamente en los pasitos p‘atrás! La verdad es que, cuando se tienen en cuenta los pros y los contras, se llega a la conclusión de que la apertura al exterior es buena, que las inversiones extranjeras tienen un balance positivo y que las ingerencias políticas que intenten restringir la movilidad acaban perjudicando a la economía en general y a los trabajadores en particular.

Pero, ¿no es injusto que las multinacionales se vayan cuando el gobierno les dio facilidades fiscales para atraerlas? La verdad es que sí, pero la culpa de esa injusticia la tiene el gobierno por meterse donde no le llaman. Nuestras autoridades no deberían subsidiar o incentivar fiscalmente a las multinacionales porque no hay manera de garantizar que, una vez hechas las concesiones, éstas se vayan a quedar. Es más, cuando el gobierno regala millones de euros a una empresa para que no se vaya, ésta se acostumbra a vivir del subsidio. Y como se sabe importante, cada tres años amenaza con irse con el único objetivo de extraer más dinero del erario público. El chantaje se agranda hasta que, siendo fiscalmente insoportable, el gobierno deja de pagar y la empresa acaba yéndose igualmente, dejando a los responsables políticos con cara de bobo. Como dice la canción de LeAnn Rimes, “If you fool me once, shame on you; if you fool me twice, shame on me” (si me engañas una vez, deberías avergonzarte; si me engañas dos, debería avergonzarme yo).

A eso hay que añadir que los puestos de trabajo que se pierden en beneficio de países con salarios bajos pagan, por definición,... ¡salarios bajos! Cuando, hace treinta años, nuestra economía era pobre y subdesarrollada, los puestos de trabajo poco remunerados eran como agua bendita. Pero ahora ya no somos pobres y nuestro objetivo es otro: ¡ahora queremos salarios elevados! Y para conseguirlo el gobierno debe hacer dos cosas. La primera y más urgente, es ayudar a los trabajadores despedidos por la multinacional a sobrevivir, a reciclarse y a encontrar nuevos puestos de trabajo en otras empresas. La segunda es asegurarse que en nuestro país existe un entorno empresarial adecuado, infraestructuras potentes, servicios competitivos, tecnología moderna y actualizada y trabajadores altamente cualificados, cosa que se consigue con un sistema educativo moderno, flexible e integrado en la sociedad. Todo eso es mucho más importante y acabará beneficiando a nuestros ciudadanos infinitamente más que el puñado de empleos poco cualificados que podamos mantener con subsidios públicos.

Pero no, en lugar de hacer las cosas bien, nuestras autoridades prefieren cantar con Ricky Martin: “se fue a New York City, a la torre de un hotel, te ha robado la cartera, se ha llevado hasta tu piel”. Y, mientras nosotros seguimos pagando impuestos, el gobierno baila con los chantajistas, se baja los pantalones ... y vive “la vida loca”.

 

 

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Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra

© Xavier Sala-i-Martín, 2002.