OPINIÓN > VERSIÓN PARA
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| XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Catalunya Oberta, Columbia
University y UPF A PESAR DE TODAS las atrocidades desde 1980, Mugabe
aún puede ganar las elecciones en Zimbabue ante la pasividad occidental
El Mussolini africano
LA VANGUARDIA - 04.13 horas -
08/03/2002
XAVIER SALA I MARTÍN
Tony Blair es un maricón en un Gobierno de maricones de un país de
maricones." Así de fino es el señor que este fin de semana intentará robar
unas nuevas elecciones en Zimbabue: Robert Mugabe.
La historia de
Zimbabue es extremadamente triste. Cuando en 1980 consiguió la
independencia y dejó de llamarse Rhodesia, era uno de los países más ricos
de África. Los colonos que a finales del siglo XIX habían seguido al
millonario Cecil Rhodes en busca de minas de oro formaron productivas
granjas en una de las tierras más fértiles del continente. Durante años,
Rhodesia exportó cantidades ingentes de caña de azúcar, maíz, algodón,
tabaco y cacahuetes. En la actualidad, Zimbabue depende de las donaciones
de alimentos de Sudáfrica y Libia para evitar que medio millón de personas
mueran de hambre. El 60% de la población está en paro, la inflación llega
al 100%, la inversión ha desaparecido, el déficit fiscal es insoportable,
la renta per cápita ha caído a la mitad y un 30% de la población tiene
sida -la tasa más alta del mundo.
¿Cómo es posible que uno de los
países más ricos de África se haya convertido en uno de sus más sonados
desastres en sólo dos decenios? Ya sé que los intelectualoides que
critican a la "Europa del capital" nos dirán que se trata de otra víctima
de la globalización capitalista neoliberal salvaje (no se olviden lo de
"salvaje"). La verdad, sin embargo, es que Zimbabue ha sido víctima del
socialismo que introdujo Mugabe de la mano de Corea del Norte.
Tras ganar las elecciones de 1980 -las únicas limpias que ha
habido en el país desde la independencia-, el partido Zimbabwe African
National Union (ZANU) de Robert Mugabe buscó "la victoria del socialismo
sobre el capitalismo" mediante la creación de un "Estado
marxista-leninista de partido único bajo el liderato del politburó del
ZANU" y el "cierre del país a la explotación de las multinacionales" (¿les
suena la retórica?). Para conseguirlo, se propuso una muy necesaria
reforma agraria y se prometió trabajo para todos, salud pública y
educación gratuita.
Las palabras eran muy bonitas pero, como ha
pasado tan a menudo con el socialismo, las promesas nunca se hicieron
realidad. En su lugar, llegaron los gulags, las persecuciones y las
matanzas. Los asesinatos masivos de miles de ndebeles han sido
particularmente sangrientos (los ndebeles son los descendientes de los
guerreros zulús que fueron expulsados de Sudáfrica por el gran Shaka en
1830 y opositores de la etnia shona, a la que pertenece Robert Mugabe).
Los amigos del dictador se enriquecieron mediante contratos públicos. Las
ayudas y los créditos internacionales, tras ser robados por los miembros
del partido, dejaron de llegar. Al no poder pagar a los milicianos que lo
mantenían en el poder, el Gobierno les permitió invadir y saquear las
granjas de los blancos diciendo que esa era la "reforma agraria". La
consecuencia fue que las tierras no sirvieron como garantía de crédito
para comprar fertilizantes, la producción de alimentos bajó y los precios
se multiplicaron. Para "solucionarlo", el camarada Bob decretó un precio
del pan muy por debajo de su coste. Naturalmente, se dejó de producir pan
y llegaron las hambrunas. A pesar de la escasez generalizada, el Gobierno
tiene a más de 10.000 soldados en la guerra de Congo. Como pago, Robert
Mugabe recibe diamantes.
Pese a todo, el tirano tiene todos los
números para ganar las elecciones de los días 9 y 10 de marzo. ¿Por qué?
Pues porque está metiendo en la cárcel a los miembros del partido de la
oposición, el Movimiento para el Cambio Democrático (MDC) -hace dos
semanas, su líder, Morgan Tsvangirai, fue encarcelado acusado de traición
por decir que una derrota electoral "eliminaría" a Mugabe-, porque ha
expulsado a los observadores extranjeros, porque ha impedido que la prensa
libre hablara de las elecciones y porque sus seguidores tienen libertad
para violentar a quien intente votar en su contra.
Shepherd
Ngundu, un maestro, fue sorprendido delante de su casa por seguidores de
Mugabe cuando estaba leyendo el periódico crítico "Daily News". Le
acusaron de dar apoyo a Tsvangirai. Entraron en su casa y la registraron
esperando encontrar su carnet de afiliado o algún panfleto que lo ligara
al MDC. Al no hallar nada, decidieron que la posesión del "Daily News" era
prueba suficiente de traición. Le pegaron con barras de hierro y lo
azotaron con cadenas hasta que lo mataron. Arrastraron su cuerpo por el
pueblo para dar ejemplo e intimidar a los ciudadanos. Su mujer fue
corriendo a denunciar los hechos. En la comisaría se encontró con que los
asesinos de su marido eran los mismos policías.
A pesar de sus
atrocidades, en marzo del año pasado Mugabe fue recibido con honores de
Estado por el presidente de la República Francesa -ese país tan
progresista y tan defensor de los intereses de los pobres-, por el primer
ministro de Bélgica y por el comisario de la Unión Europea para la ayuda
al desarrollo. Tony Blair le hizo un feo, y por eso el calificativo de
"maricón". Lo cierto es que la pasividad actual de los líderes
occidentales es realmente inquietante, y no sólo por los perjuicios que
causa a su pueblo, sino porque la inestabilidad política de Zimbabue puede
afectar a toda la zona sur del continente africano y especialmente a su
motor, Sudáfrica. Esperemos que, a pesar de tener todas las cartas en
contra, la oposición gane las elecciones de mañana. Si no, los países
democráticos civilizados deberán empezar a pensar en cómo sacarse de
encima a ese Mussolini africano.
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