ECONOMÍA
EL PEQUEÑO comercio se verá perjudicado si no se liberaliza el mercado laboral
Liberalizaciones
La Vanguardia - 02:15 horas - 24/06/2000
XAVIER SALA I MARTÍN
Las elevadas tasas de crecimiento de la economía catalana llevan ya tiempo siendo
superiores a las españolas y éstas, a su vez, superando a las europeas. Nuestro
crecimiento ha conllevado notables reducciones en las tasas de paro y sustanciosos
aumentos de renta. Claramente, nuestra situación económica es encomiable y podemos y
debemos sentirnos satisfechos.
La pregunta es: ¿cuánto durará esta bonanza? Para que un proceso de crecimiento sea
sano y duradero, la capacidad productiva (la oferta) ha de aumentar más o menos al mismo
ritmo que las necesidades económicas (la demanda). Cuando la oferta crece menos que la
demanda, las empresas se ven tentadas o incluso obligadas por el mercado a subir precios.
Éstas, a su vez, hacen que nuestros productos tiendan a encarecerse más que los de
nuestra competencia, situación que los expertos catalogan de pérdida de competitividad.
A largo plazo, esa pérdida de competitividad erosiona la demanda (ya que "si nos
hacemos caros", nos comprarán menos), lo que acaba por poner fin a la bonanza
económica. En resumen, situaciones de crecimiento descompensado en las que la demanda
crece más que la oferta no pueden durar.
No hace falta ser un gran analista para darse cuenta de que es esta situación de
crecimiento descompensado la que describe nuestra coyuntura, ya que los incrementos de
precios o inflación en Cataluña son superiores a los españoles y éstos, a su vez,
superan a los europeos. En este sentido, si las medidas impulsadas por el Gobierno inducen
a las empresas a competir aumentando la producción en lugar de aumentar precios (si
permiten que la oferta aumente al mismo ritmo que la demanda), deberemos concluir que la
liberalización debe ser aplaudida: sin la liberalización de la oferta, el crecimiento
del que disfrutamos no tardará en desaparecer.
Ahora bien, también hay que señalar que un proceso de desregulación excesivamente
rápida y de liberalización no coordinada puede conllevar situaciones injustas que el
Gobierno debería evitar. Por ejemplo, la liberalización de los horarios comerciales
(que, no por casualidad, es la medida más polémica) va a perjudicar seria e injustamente
a los pequeños comerciantes si antes no se liberalizan otros aspectos como el mercado
laboral. Para un comercio pequeño, contratar a uno o dos trabajadores adicionales para
que abran los domingos puede resultar ruinoso mientras que ese es un coste trivial para
una gran superficie. En consecuencia, la pequeña empresa va a perder una parte importante
de las ventas semanales y no será porque está produciendo un producto poco atractivo a
un precio demasiado alto (perder por este motivo sería bueno desde el punto de vista de
la eficiencia), sino porque el Gobierno habrá liberalizado los horarios comerciales sin
desregular previamente el mercado laboral. En este sentido, la libertad de horarios
impondrá grandes e injustas pérdidas en un sector que, si fuera tratado en términos de
igualdad, podría ser competitivo. A largo plazo, los pequeños comercios deben poder
sobrevivir sin la protección del Gobierno. A corto y medio plazo, es responsabilidad del
Gobierno que miles de estas pequeñas empresas no desaparezcan simplemente porque se ha
aplicado un proceso liberalizador parcial que no les ha permitido luchar en igualdad de
condiciones.
XAVIER SALA I MARTÍN, profesor de la Universidad Columbia y de UPF