|
OPINIÓN
LA UE
DEBERÍA introducir una regulación que tratara de impedir pagos desorbitados a grandes
atletas
Locuras
económico-deportivas
La
Vanguardia - - 09:12 horas - 01/08/2000
El mundo de los deportes se ha convertido en una locura económica que ya nadie puede
entender: cada verano nos horrorizamos un poco más con las cantidades estratosféricas
que se pagan por algunos jugadores. A pesar de que del dinero que llega al deporte a
través de los contratos televisivos y publicitarios aumenta sin cesar, multitud de clubs
caen en la insolvencia financiera e incluso en la ruina total. ¿Por qué pasa todo esto?
Una primera explicación es que el mundo del deporte se ha convertido en un mar de
irracionalidad. El último ejemplo se ha visto durante las recientes elecciones
presidenciales de un club de fútbol. El candidato criticó duramente al entonces
presidente por haber generado una deuda de más de 40.000 millones de pesetas. Su
propuesta estelar era (como cualquier persona inteligente hubiera deducido a la vista del
problema) realizar el fichaje más caro de la historia del fútbol mundial por unos 11.000
millones y pagar al jugador un salario de cerca de 700 millones netos. La salud económica
del club, pues, quedaba garantizada por tan astuta operación financiera. Todo un ejemplo
de lucidez intelectual. Y claro, ante tanto sentido común, no es de extrañar que los
futbolistas ganen salarios desorbitados mientras que los clubs se hunden en la bancarrota
(o en la Segunda División), a pesar de los éxitos de sus dirigentes en el mundo de la
empresa privada.
Una segunda explicación es la que darían algunos economistas de talante superficialmente
liberal. Los mejores atletas cobran tanto, dirían, porque el mercado en el que venden su
producto es enorme. De hecho, la televisión hace que el mercado de las superestrellas
deportivas haya pasado a ser el mundo entero. En el mercado, cada uno cobra por lo que
genera y, de la misma manera que el trabajador de una empresa de automóviles cobra según
su contribución a las ventas, un deportista cobra según su contribución al club por el
que trabaja. Por lo tanto, los salarios se determinan según las leyes de la oferta y la
demanda y nadie puede decir que cobran "demasiado". Fin del problema.
Este argumento, aunque aparentemente impecable, se equivoca al comparar las sociedades
deportivas con las empresas normales. La "producción" de las sociedades
deportivas no se mide en términos absolutos, sino en relación con la de los demás. Es
decir, lo que importa en el fútbol no es que un equipo marque una determinada cantidad de
goles o sume una cantidad de puntos, sino que marque más que los demás o que sume más
puntos que los demás. No es tan importante jugar bien como jugar mejor que el adversario.
Esta sutil diferencia crea problemas importantes, ya que, cuando un club contrata a un
jugador bueno, no solamente aumentan la "producción" de su equipo sino que,
además, reduce la "producción" del equipo contrario. Este fenómeno, que los
economistas llamamos "externalidad negativa", se asemeja bastante al de las
empresas contaminantes que, al producir, perjudican a los ciudadanos y empresas que las
rodean.
Estas externalidades tienen al menos dos consecuencias indeseables. Por un lado, los clubs
tienen excesivos incentivos a pagar salarios demasiado altos: el hecho de tener jugadores
"un poco mejores" que los del adversario es lo que traerá el éxito deportivo y
hay que pagar lo que sea para conseguirlo. Los salarios excesivos, lógicamente, van
ligados a la ruina económica de los clubs y sus propietarios. Los jugadores (y sus
representantes, que de esto saben mejor que nadie) acaban convirtiéndose en vampiros que
"chupan" la sangre de los socios y espectadores.
Por otro lado, los atletas también tienen excesivos incentivos a superarse ya que el ser
un poco mejor que los adversarios da una infinidad más de dinero y gloria. Este excesivo
afán de superación conlleva problemas personales de todo tipo. Desde padres que
presionan a sus hijos para que se conviertan en deportistas de elite (con el elevado coste
psicológico que comporta el fracaso para la mayoría de niños que no lo consigue) hasta
la utilización de métodos poco recomendables como el dopaje o el exceso de
entrenamiento, que acaba con lesiones irreversibles. Muchas estrellas potenciales acaban
convertidas en piltrafas humanas.
Cuando hay externalidades, los mercados no funcionan bien y se requiere la intervención
pública. La Unión Europea, tan predispuesta a entrometerse en otros aspectos de nuestras
vidas económicas, debería introducir una regulación que tratara de impedir los pagos
desorbitados a los grandes atletas. Una solución sería la limitación de la cantidad
total de dinero que un equipo puede pagar a la suma de sus jugadores. Según esta
propuesta (que en Estados Unidos ya existe con el nombre de "salary cap" o tope
salarial), un club podría utilizar, por ejemplo, un máximo de 10.000 millones de pesetas
anuales para pagar a todos sus jugadores. Si el club quiere utilizar 2.000 de estos
millones para pagar a un jugador, tendría la libertad de hacerlo. Ahora bien, solamente
le quedarían 8.000 para contratar al resto de la plantilla.
Lógicamente, una regulación de este tipo debería ser adoptada por la Unión Europea y
no por el Gobierno español, porque limitar la capacidad salarial de los equipos de la
Liga española y no los de la de la italiana pondría a los primeros en situación de
desventaja. Ahora bien, no estaría mal que nuestras autoridades políticas presionaran en
Europa en este sentido, ya que la española es una de las ligas en la que más se prodigan
las locuras económicas.
www.columbia.edu/%7exs23
XAVIER SALA I MARTÍN, catedrático de la Columbia University y profesor
de la UPF
[Martes, 1 de agosto de 2000]

© Copyright La Vanguardia
Digital 2000. All Rights Reserved
|