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La Vanguardia - - 11:55 horas - 29/08/2000
XAVIER SALA I MARTÍN


ASTROMUJOFF
Cuando José Antich me invitó a escribir en la sección de Opinión de "La Vanguardia", un amigo me dijo que a menudo se me acusaría de ser demasiado liberal y crítico con la excesiva intervención del gobierno. No hace falta decir que me sorprendió ver que la primera crítica recibida fuera la del profesor Pedro Schwartz, quien, en su artículo del pasado 15 de agosto, me censu-raba por todo lo contrario: defender la inter-vención pública en los mercados deportivos. Supongo que si a uno le atacan desde la derecha y desde la izquierda, uno no debe ser tan radical.

Ante todo, quiero manifestar mi profundo respeto y admiración por el profesor Schwartz, uno de los mejores economistas de España. El respeto a su persona me lleva a contestar su excelente crítica. Explica el profesor que la razón por la que las estrellas deportivas ganan tanto dinero es que la cantidad de público que atraen los superbuenos es numerosísimo y, aunque cada uno de nosotros pague solamente un poquito, el salario percibido por el jugador es enorme. Hasta aquí, todos estamos de acuerdo.

Pero lo que a mi me preocupa no es si los jugadores cobran mucho o poco, sino si cobran demasiado (énfasis en la palabra demasiado). Es decir, me pregunto si el libre funcionamiento del mercado es capaz de dar al jugador y al club las rentas que les corresponden o si, por el contrario, la excesiva competencia entre clubs acaba pujando el salario del jugador hasta niveles demasiado altos, cosa que comporta la ruina económica de la entidad deportiva.

El razonamiento de mi artículo del día 1 de agosto era que, a diferencia de las empresas normales, la "producción" de un club de fútbol no se mide por la calidad absoluta de su juego y sí por la calidad relativa: no solamente importa jugar bien, sino jugar mejor que el adversario y ganar. En la medida en que la victoria es un aspecto importante de la "producción" de un club, el mercado fracasa, ya que cuando un equipo gana, otro equipo pierde, por lo que su "producto" se reduce. Este fenómeno, conocido con el nombre de "externalidad negativa" y que es parecido al de la contaminación, lleva a los clubs a pagar demasiado a sus jugadores.

Lógicamente, el profesor Schwartz entiende el problema, aunque lo minimiza al afirmar que, en Europa, existen "dos poderosos mecanismos de corrección, a saber, el temor a bajar de división y los ingresos por traspasos (cláusulas de rescisión)". Aquí creo que se equivoca, ya que el temor a bajar de división penaliza aún más al perdedor y, en consecuencia, aumenta aún más los ya desproporcionados incentivos que gastar. Es decir, la posibilidad de descenso no solamente no es un mecanismo que corrige el fallo del mercado, sino que lo exagera.

Sobre la necesidad de remunerar al equipo "propietario" del jugador (cláusula de rescisión), es cierto que esta práctica limita los salarios excesivos. Pero me sorprende que un liberal como el profesor Schwartz prefiera la existencia de esos contratos de semiesclavitud a un sistema de limitación salarial como el que proponía yo. ¿Desde cuándo está bien que las empresas sean propietarias del capital humano de los trabajadores? ¿No atentan dichos contratos contra la libertad de las personas? Los contratos en que las empresas obtienen derechos exclusivos de propiedad sobre los trabajadores deberían ser inconstitucionales (y en EE.UU. lo son, aunque todavía se permiten el mundo del baloncesto, según una ley de 1922). En Europa, la Comisión ya está exigiendo a la FIFA la eliminación de los contratos que no permiten a los jugadores salir del club que los "posee". Cuando esto ocurra, los salarios de los jugadores aumentarán, la economía de los clubs empeorará y limitaciones salariales como las que proponía en mi artículo original se harán aún más necesarias.

Finalmente, el profesor Schwartz me recomienda la lectura del artículo de Rosen y Anderson. Escribe que dicho artículo "concluye que el método (deportivo) europeo es superior al americano". A raíz de esta contundente conclusión añade que, "a veces, los partidarios de la UE parecen querer copiar lo menos bueno del sistema federal americano". Debo confesar que aquí me sorprendí por partida doble. Primera, porque yo no soy ningún defensor de esa UE excesivamente burocrática y esclerotizada, donde la cultura del soborno domina sobre la racionalidad económica. Y segunda, porque el artículo nunca dice que el sistema europeo sea superior. Tras comparar los sistemas deportivos europeo y americano y reconocer la existencia de externalidades negativas como las que yo señalaba, el artículo acaba con la frase "it remains an interesting economic question as to which system is better" ("permanece como una pregunta económicamente interesante el saber cuál de los dos sistemas es mejor"). Cómo una frase tan transparente se puede traducir por "el método europeo es superior" es, también, una pregunta interesante que me abstendré de analizar aquí.

Después de todo lo dicho, me reafirmo en proponer que la Unión Europea intervenga y coordine a los clubs del continente para que establezcan topes salariales y evite esta especie de "carrera armamentista suicida" en la que se ha convertido la carrera por obtener los mejores jugadores de fútbol. Y esto es tanto más importante cuanto la Comisión ya intenta eliminar los contratos con cláusulas de rescisión. Si no se imponen límites salariales, aún veremos muchas locuras económicas en los deportes.

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XAVIER SALA I MARTÍN, catedrático de la Universidad de Columbia y profesor de la UPF

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[Martes, 29 de agosto de 2000]



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