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OPINIÓN

Superestrellas deportivas

La Vanguardia - - 11:31 horas - 24/08/2000

PEDRO SCHWARTZ


AVALLONE

Tengo el máximo respeto por la capacidad profesional de Xavier Sala i Martí. Porque somos colegas me atreveré a criticar su artículo "Locuras económico-deportivas" del 1 de agosto. En mi opinión, Sala i Martí yerra al decir que "el mundo de los deportes se ha convertido en una locura económica que nadie puede entender" y todo porque se pagan "cantidades estratosféricas" a los superestrellas.

La argumentación de Sala es como sigue. Las empresas normales compiten por obtener para sí el mayor beneficio posible, sin cuidarse de compararlo con el beneficio de las demás: tienen objetivos independientes las unas de las otras. En cambio, los equipos deportivos persiguen triunfos relativos: quieren ser mejores que sus rivales.

El fenómeno se parece a las carreras de armamentos, en las que el equilibrio podría establecerse en un nivel de gasto menor, si se alcanza un acuerdo de limitación de armas. De ello deduce Sala que, si una autoridad no pone límite al mercado, no hay tasa a lo que los clubs gastan en fichajes, pues siempre buscan conseguir el deportista superestrella que sea marginalmente mejor que el del club de enfrente. Si alguien pusiera techo a esas ganancias de los jugadores, las diferencias relativas podrían situarse en niveles más bajos. La propuesta final de Sala: cree que la Unión Europea "debería introducir una regulación que tratara de impedir los pagos desorbitados a los grandes atletas".

Veamos. Dos cosas chocan en el mundo del fútbol europeo: las ganancias de los grandes futbolistas y las deudas de los clubs que los contratan. ¿Por qué habrían de ganar cientos de millones unos muchachos que dan patadas a un balón, cuando su trabajo es mucho menos útil para la sociedad que el de un maestro o un médico? Es cierto que la utilidad social de la enseñanza o de la salud superan ampliamente la del espectáculo, sea deporte, música o cine.

Por eso mismo las sumas totales que la sociedad gasta en educación o sanidad centuplican lo gastado en espectáculos. Sí es cierto que algunos deportistas, cantantes o artistas excepcionales ganan mucho dinero, aunque (aparente paradoja) cada espectador gasta mucho menos en espectáculos que en enseñanza o salud (privadamente o a través de impuestos). El hecho es que la renta de los deportistas sube exponencialmente con la calidad, porque ese ápice de genio es el que da la victoria, pero el público es muy reacio a pagar por los espectáculos. De aquí que las grandes sumas totales percibidas por los escasísimos "superbuenos" las obtienen atrayendo mucho público (gracias a la televisión) pero cobrando muy poco a cada uno de sus fans. Como el coste de montar un espectáculo es el mismo para un jugador o artista bueno que para uno malo, el que consigue mucho público obtiene lo que los economistas llamamos "rendimientos a escala".

Los clubs gastarían mucho más dinero en sus superestrellas si éstos subastaran sus servicios libremente. Pero, por suerte, a los futbolistas se les contrata no sólo por un sueldo sino también por una suma de traspaso que ellos o el equipo al que se marchen tienen que pagar a su club de origen. Es decir, que los clubes se resarcen de parte de las cantidades que gastan en un nuevo as del balón si luego lo "revenden" y de esta forma expropian parte de las "rentas" de calidad de los jugadores. Si pese a los ingresos de la televisión, un club gestiona mal sus asuntos, puede verse forzado a ceder sus mejores jugadores para tapar agujeros y a bajar de categoría. Al permitirse a los clubs traspasar jugadores por altas sumas de dinero, resulta que el talento de los diversos futbolistas se asigna de la mejor manera posible para hacer más interesante e incierta la competición.

Además, el deporte de competición se mueve en dos planos. En el primero se desarrollan juegos de suma cero, es decir, competiciones en las que si uno gana, el otro pierde. En un plano superior, el juego es de suma positiva, pues la misma rivalidad de los equipos atrae a más espectadores y lleva a que todos salgan beneficiados. Esos traspasos millonarios amplían la taquilla y los derechos de retransmisión. El que gana no se lo lleva todo, sino que, sin querer, reparte beneficios con los demás de su categoría.

La cuestión que plantea Sala desde su atalaya americana es si en el fútbol hay mecanismos automáticos que encaucen los esfuerzos interesados de los individuos o si el efecto de su actividad puede ser explosivo. Sin duda hay en el deporte casos de competencia antisocial causada por ese deseo de superación del rival, por ejemplo, en el abuso de drogas estimulantes o anabolizantes. Mas por lo que se refiere a los clubs europeos, creo haber descrito poderosos mecanismos de corrección del dispendio imprudente, a saber, los ingresos por traspasos y el temor a bajar de división.

En este punto, somos los europeos los que podemos dar lecciones a los americanos. Aconsejo a mi amigo Sala la lectura del papel de Sherwin Rosen y Allen Sanderson titulado "Los mercados de trabajo en los deportes profesionales", recién publicado por el National Bureau of Economic Research. Los autores contrastan el sistema de Estados Unidos, plagado de huelgas porque se han impuesto topes salariales para corregir el síndrome de la "carrera de armamentos", con el sistema europeo de traspasos y amenaza de descenso a divisiones inferiores.

Concluyen que consideran el método europeo, con todo y los altísimos salarios que aquí cobran los superestrellas, superior al modelo americano. A veces, los partidarios de la Unión Europea parecen querer copiar lo menos bueno del sistema federal americano.

pschwartz@idelco.es



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[Martes, 15 de agosto de 2000]




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