La cultura manuscrita (manuscritos de lujo de la corte de Alfonso X)
(Haz clic en las imágenes para verlas con más detalle. En algunos casos, hacer clic una segunda vez permite ampliarlas aún más.)
Imágenes de códices de las siguientes obras: Cantigas de Santa María Libro de ajedrez, dados y tablas Lapidario Folio de las Tablas alfonsíes |
En la Edad Media todos los libros (llamados también códices) se producían a mano, lo cual implicaba una serie de cosas. Ninguna copia era igual que otra. La calidad de la copia dependía de las habilidades del copista, y la introducción de errores y variantes de todo tipo era inevitable, incluso en el caso de los mejores copistas. (Arriba, tres escribanos en una de las etapas de la preparación de manuscritos, una imagen del Libro de ajedrez.) La producción de cada copia era lenta, ya que no solo hacía falta copiar todo a mano, sino que también había que preparar el soporte físico del texto. (Antes de la introducción del papel —innovación de los árabes— los libros se escribían sobre pergamino [ing. parchment], de la piel de un animal como cabras, ovejas o terneras, lo cual implicaba un largo proceso de preparación.) Debido al coste y el tiempo que se tardaba en producir un libro, de muchos textos se hicieron pocas copias y a menudo solo una. Todos los libros, incluso los más cotidianos, eran objetos muy valiosos. Durante los siglos XIII y XIV en las grandes ciudades con universidades se desarrollaron técnicas y prácticas para hacer más eficiente la producción y venta (y alquiler) de libros, pero el proceso siguió siendo básicamente el mismo hasta la invención de la imprenta en el siglo XV. Aun así siguieron produciéndose manuscritos durante varios siglos. La imprenta permitió por primera vez la amplia difusión de textos, algo que en siglos anteriores era sumamente difícil si no imposible. (La Biblia sí gozó de una difusión amplísima, pero una Biblia sería, por su extensión, un libro muy caro.) La vasta mayoría de los manuscritos no tenía ilustraciones. La inclusión de ilustraciones rápidamente aumentaba el valor (y el coste) de un libro. Los manuscritos lujosamente iluminados (es decir, ilustrados a color) eran la propiedad de los miembros más influyentes de la sociedad y muestra de su poder y riqueza; únicamente los reyes, la alta nobleza y alta jerarquía eclesiástica se podía permitir tales lujos. Los manuscritos producidos bajo los auspicios de Alfonso X proclaman el poder de su dueño y patrocinador: no sólo estaban lujosamente ilustrados con una impresionante variedad de colores y hasta hoja de oro, sino que suelen representar al propio monarca en los primeros folios supervisando la producción de sus libros, como en esta imagen al principio de la copia de las Cantigas de Santa María conocida como el “Códice Rico”. (Nótese también cómo el rey está acompañado aquí de músicos y cantantes, como si dirigiera toda la operación.) |
Cantigas de Santa María
Libro de ajedrez, dados y tablas
Aunque producido hacia el final de su reinado, el comienzo del Libro de ajedrez representa al monarca todavía joven, ataviado con una curiosa vestimenta que parece un tablero de ajedrez. Como en la primera imagen de las Cantigas, Alfonso aquí dirige la producción de su propio libro. A la derecha hay unos pobres andrajosos que parecen pedir limosna. ¿Serán unos desgraciados que perdieron todo jugando a los dados? (Hay varios milagros en las Cantigas que hablan precisamente de este vicio.)
En esta imagen los tres sabios de la historia que se cuenta en el prólogo al Lapidario presentan sus juegos al rey de la misma historia.
En esta imagen se ve la construcción de tableros y piezas de ajedrez. Tiene su paralelo en la imagen de los escribanos.
Aquí, juegan dos musulmanes y el libro que consulta uno tiene caracteres árabes, un recuerdo de las fuentes para el Libro de ajedrez. (Como se ve, la figura sentada a la derecha prefiere utilizar su teléfono móvil para tales consultas.)
Como explica Alfonso en el prólogo (véase “Lecturas”), los juegos de mesa son apropiados también para las mujeres. Aquí, dos damas cristianas ataviadas —uno supondría— con la ropa de moda en la corte y dos jugadoras musulmanas.
Los judíos también aparecen representados en el Libro de ajedrez. Aquí juegan con cristianos en una huerta. Puede ser una escena cargada de simbolismo por el lugar, aunque el significado no está muy claro. ¿Están enfrentados entre sí?
Finalmente, una imagen de la tercera parte del libro, sobre las “tablas” o juegos de mesa que combinan el azar con la estrategia. El tablero pretende representar los siete cielos. De esta manera, este juego, presidido aquí por el propio Alfonso, vincula su libro de pasatiempos con una de sus mayores preocupaciones intelectuales: la astronomía. |
Lapidario
El lapidario está organizado sistemáticamente según la supuesta relación entre cada piedra y la estrella o estrellas que ejercen su poder sobre ella. Tiene doce capítulos, cada uno de los cuales corresponde a un signo del zodíaco. La primera imagen, del prólogo, es la figura de Aristóteles enseñando a sus discípulos. Uno se podría preguntar hasta qué punto esta imagen refleja una idealización de las academias griegas basada en la experiencia de las escuelas catedralicias o las nuevas universidades. Aristóteles aquí se representa, desde luego, como profesor escolástico, y la asociación no es casual, ya que sus obras —transmitidas a la Europa cristiana mediante el filósofo cordobés Averroes— fueron textos básicos para el escolasticismo. La figura del rey Alfonso, que tampoco falta aquí, aparece otra vez como el que dirige la producción del libro; acaso su imagen es un recuerdo de la de Aristóteles enseñando. Finalmente, una página elegida al azar: dos piedras con sus estrellas correspondientes: la piedra “que tira [atrae] el oro” y la piedra “que chupa la sangre". |
||