Capítulo 3: La hegemonía cristiana en la península (siglos XIII-XV)

La cultura manuscrita (manuscritos de lujo de la corte de Alfonso X)

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Imágenes de códices de las siguientes obras:

Cantigas de Santa María

Libro de ajedrez, dados y tablas

Lapidario

Folio de las Tablas alfonsíes

 

Libro de ajedrez

En la Edad Media todos los libros (llamados también códices) se producían a mano, lo cual implicaba una serie de cosas. Ninguna copia era igual que otra. La calidad de la copia dependía de las habilidades del copista, y la introducción de errores y variantes de todo tipo era inevitable, incluso en el caso de los mejores copistas. (Arriba, tres escribanos en una de las etapas de la preparación de manuscritos, una imagen del Libro de ajedrez.) La producción de cada copia era lenta, ya que no solo hacía falta copiar todo a mano, sino que también había que preparar el soporte físico del texto. (Antes de la introducción del papel —innovación de los árabes— los libros se escribían sobre pergamino [ing. parchment], de la piel de un animal como cabras, ovejas o terneras, lo cual implicaba un largo proceso de preparación.) Debido al coste y el tiempo que se tardaba en producir un libro, de muchos textos se hicieron pocas copias y a menudo solo una. Todos los libros, incluso los más cotidianos, eran objetos muy valiosos. Durante los siglos XIII y XIV en las grandes ciudades con universidades se desarrollaron técnicas y prácticas para hacer más eficiente la producción y venta (y alquiler) de libros, pero el proceso siguió siendo básicamente el mismo hasta la invención de la imprenta en el siglo XV. Aun así siguieron produciéndose manuscritos durante varios siglos. La imprenta permitió por primera vez la amplia difusión de textos, algo que en siglos anteriores era sumamente difícil si no imposible. (La Biblia sí gozó de una difusión amplísima, pero una Biblia sería, por su extensión, un libro muy caro.) La vasta mayoría de los manuscritos no tenía ilustraciones.

La inclusión de ilustraciones rápidamente aumentaba el valor (y el coste) de un libro. Los manuscritos lujosamente iluminados (es decir, ilustrados a color) eran la propiedad de los miembros más influyentes de la sociedad y muestra de su poder y riqueza; únicamente los reyes, la alta nobleza y alta jerarquía eclesiástica se podía permitir tales lujos. Los manuscritos producidos bajo los auspicios de Alfonso X proclaman el poder de su dueño y patrocinador: no sólo estaban lujosamente ilustrados con una impresionante variedad de colores y hasta hoja de oro, sino que suelen representar al propio monarca en los primeros folios supervisando la producción de sus libros, como en esta imagen al principio de la copia de las Cantigas de Santa María conocida como el “Códice Rico”. (Nótese también cómo el rey está acompañado aquí de músicos y cantantes, como si dirigiera toda la operación.)

Codice Rico: prólogo

 

Cantigas de Santa María

El manuscrito más lujoso producido en la corte de Alfonso X fue el llamado “Códice Rico” de las Cantigas. Cada composición, copiada con esmero junto con su melodía, viene acompañada de una representación pictórica de la historia del milagro o de las ideas principales del poema si es una cantiga de loor: un ingente trabajo artístico. Es difícil saber en qué circunstancias un libro así se presentaría públicamente. Parece lógico pensar que únicamente los más privilegiados miembros de la corte o sus más ilustres visitantes tendrían acceso a este documento. Los que tuvieron la suerte de ver este libro y de escuchar una interpretación de alguna de sus composiciones podrían apreciar al menos tres dimensiones de la obra: la poética, la musical y la visual. Más abajo, una serie de ejemplos de folios iluminados del Códice Rico. (En ellos merece notarse dos cosas: en los motivos arquitectónicos de los dibujos no se ven los redondos arcos románicos al estilo de la catedral de Santiago, sino los arcos apuntados típicos de lo que hoy se llama estilo gótico; la letra es también gótica, el estilo que predominó en los documentos hasta finales del siglo XV.)

Hacer clic en la imagen aquí permite ver toda la ilustración del milagro. El pintor de una iglesia prepara una bella imagen de la Virgen y otra, muy fea, del diablo. Éste, ofendido porque lo ha representado de modo tan poco halagador (aunque resulta ser una retrato muy acertado), sacude los andamios donde trabaja el pintor para hacerlo caer, pero milagrosamente su pincel, con el que en ese momento pintaba a la Virgen y al Niño, se queda pegado a la imagen de éstos y el pintor, agarrado del pincel, no se cae.

Cantigas: pintor

Un aspecto problemático del corpus de milagros es el fuerte antisemitismo de algunos de ellos. Si bien esta actitud está reflejada también en las fuentes latinas y romances que se utilizaron para recopilar las Cantigas —muchas veces de manera más virulenta— las representaciones estereotipadas de judíos con grandes narices cometiendo todo tipo de crimen contra cristianos son la contrapartida literaria de las leyes discriminatorias de las Siete Partidas.

La primera imagen a la derecha es una escena de un milagro en el que un judío, instigado por el diablo, roba una imagen de la Virgen y la tira a su retrete. (El judío muere, los diablos se llevan su alma, y un cristiano rescata la imagen, que milagrosamente huele a perfume.) La segunda imagen es una historia completa. Un judío oye la bella voz de un niño que canta un himno a la Virgen. Airado, lo mata con un hacha y lo entierra. La Virgen oye las plegarias de la madre del niño, lo resucita, y la comunidad cristiana quema al asesino en una hoguera.

milagro judío milagro judío

Los musulmanes suelen representarse también como antagonistas religiosos en las Cantigas, aunque el odio especial reservado para los judíos no tenía equivalente tan severo en el caso de los musulmanes. Tras las conquistas del siglo XIII se les asociaba sobre todo con las empresas militares. Aquí, un milagro curioso en el que la Virgen apoya al ejército de Marrakech, asediado por otro ejército musulmán. Recomiendan al rey de Marrakech que saque con sus tropas la imagen de la Virgen que guardaban los cristianos de la ciudad, y éste gana una victoria decisiva, pues la Virgen “ayuda a sus amigos” aunque sean de “otra ley” (es decir, religión).

ejércitos moros

Como última muestra del variado contenido de las Cantigas, una escena famosa de un milagro en el que unos muchachos juegan a la pelota, en un juego muy parecido al béisbol. ¿Será que se inventó el deporte moderno en México o el Caribe y no en las calles de Canadá y Estados Unidos como siempre nos han dicho? Sea cual fuere el caso, no sabemos como se jugaba en la Castilla medieval, pero esta imagen es buen ejemplo de las abundantes representaciones de la vida cotidiana en las Cantigas.

juego pelota

 

Libro de ajedrez, dados y tablas

Libro ajedrez

Aunque producido hacia el final de su reinado, el comienzo del Libro de ajedrez representa al monarca todavía joven, ataviado con una curiosa vestimenta que parece un tablero de ajedrez. Como en la primera imagen de las Cantigas, Alfonso aquí dirige la producción de su propio libro. A la derecha hay unos pobres andrajosos que parecen pedir limosna. ¿Serán unos desgraciados que perdieron todo jugando a los dados? (Hay varios milagros en las Cantigas que hablan precisamente de este vicio.)

 

Libro de ajedrez

En esta imagen los tres sabios de la historia que se cuenta en el prólogo al Lapidario presentan sus juegos al rey de la misma historia.

 

Libro de ajedrez

En esta imagen se ve la construcción de tableros y piezas de ajedrez. Tiene su paralelo en la imagen de los escribanos.

 

Aquí, juegan dos musulmanes y el libro que consulta uno tiene caracteres árabes, un recuerdo de las fuentes para el Libro de ajedrez. (Como se ve, la figura sentada a la derecha prefiere utilizar su teléfono móvil para tales consultas.)

 

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Como explica Alfonso en el prólogo (véase “Lecturas”), los juegos de mesa son apropiados también para las mujeres. Aquí, dos damas cristianas ataviadas —uno supondría— con la ropa de moda en la corte y dos jugadoras musulmanas.

 

Los judíos también aparecen representados en el Libro de ajedrez. Aquí juegan con cristianos en una huerta. Puede ser una escena cargada de simbolismo por el lugar, aunque el significado no está muy claro. ¿Están enfrentados entre sí?

 

Finalmente, una imagen de la tercera parte del libro, sobre las “tablas” o juegos de mesa que combinan el azar con la estrategia. El tablero pretende representar los siete cielos. De esta manera, este juego, presidido aquí por el propio Alfonso, vincula su libro de pasatiempos con una de sus mayores preocupaciones intelectuales: la astronomía.

 

Lapidario

El lapidario está organizado sistemáticamente según la supuesta relación entre cada piedra y la estrella o estrellas que ejercen su poder sobre ella. Tiene doce capítulos, cada uno de los cuales corresponde a un signo del zodíaco. La primera imagen, del prólogo, es la figura de Aristóteles enseñando a sus discípulos. Uno se podría preguntar hasta qué punto esta imagen refleja una idealización de las academias griegas basada en la experiencia de las escuelas catedralicias o las nuevas universidades. Aristóteles aquí se representa, desde luego, como profesor escolástico, y la asociación no es casual, ya que sus obras —transmitidas a la Europa cristiana mediante el filósofo cordobés Averroes— fueron textos básicos para el escolasticismo. La figura del rey Alfonso, que tampoco falta aquí, aparece otra vez como el que dirige la producción del libro; acaso su imagen es un recuerdo de la de Aristóteles enseñando. Finalmente, una página elegida al azar: dos piedras con sus estrellas correspondientes: la piedra “que tira [atrae] el oro” y la piedra “que chupa la sangre".

Lapidario: Aristóteles. Lapidario: Alfonso. Lapidario

 

Para concluir, dos páginas de un manuscrito menos lujoso, pero de una obra mucho más difundida. Se trata de una de las tablas del libro comisionado por Alfonso para calcular eclipses y la posición de los cuerpos celestes según el calendario, basado en las complicadas fórmulas necesarias con el sistema tolomeico. Las Tablas alfonsíes, cuyo sistema de cálculos proviene de una fuente árabe, se convirtieron en una obra de referencia básica para la Europa cristiana medieval. Nótese que los numerales son arábigos, no romanos.

Tablas alfonsíes