ANNA LABORDA - 16/10/2003 - 13.34 horas
 

No hay mayor ciego que el que no quiere ver


 

ANNA LABORDA - 13:34 horas - 16/10/2003

Me ha gustado mucho el reciente artículo de uno de los más conocidos economistas de nuestro país, el doctor Xavier Sala i Martí, en el que se criticaba a los antiliberales por creer que la ola de calor que hemos padecido este verano es suficiente para demostrar el cambio climático. Y me ha gustado mucho porque en el mismo artículo se nos ofrecen, de forma generosa, los argumentos que permiten contradecir al propio autor, y eso es de alabar.

Dice el autor que una flor no hace verano (o primavera, no vamos a pelearnos por un pequeño detalle, quizá en Estados Unidos, donde el doctor Sala lleva viviendo más de veinte años, las flores brotan en verano) refiriéndose de esa forma a que de los calores de un verano no puede inferirse un calentamiento global del planeta; afirmación con la que estoy totalmente de acuerdo. En cambio parece ser que sí hace verano la flor cuando de la incapacidad de respuesta de la sanidad pública francesa ante la ola de calor se puede inferir, como el autor insinúa, que todo Estado del Bienestar es ineficiente y tontos somos los que aún creemos en él.

También indica muy correctamente el autor que el cambio climático, que implica un calentamiento global, debe demostrarse a partir de la tendencia creciente a largo plazo de las temperaturas globales, es decir para el conjunto del planeta. Esto supone que el ‘no cambio climático’ no puede ser demostrado a partir de la anécdota viajera de Susan y Brad, por mucho hielo que se hayan encontrado en el polo. Actuar de otro modo sería aplicar lo que mi abuela, muy sabia ella como todas las abuelas, daba en llamar la ley del embudo; el lado ancho para mí (o para el autor, en este caso).

Hablemos, pues, de calentamiento global. Por coincidencias de aquellas con las que la vida nos sorprende, el mismo día en que el profesor Sala insiste en que el dogma del cambio climático se ha convertido en una cuestión de fe (él, que como yo, es economista, no físico que yo sepa), en otro medio de prensa se publica un artículo del profesor Martí Boada, miembro del Fórum Global 500 de la ONU e investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA) de la UAB. Cito textualmente el titular de su artículo: El Cambio Climático es irrefutable. Los argumentos a partir de los cuales se justifica este impresionante titular pueden ser calificados de científicos, sin que la fe haya intervenido para nada en ellos. Leyendo el artículo del profesor Boada nos enteramos que no ha sido solamente este verano el que se ha padecido una ola de calor. Claro, la memoria suele ser corta, tanto en liberales como en no liberales (aquí todos nos parecemos mucho a los caracoles) y quizá ya hemos olvidado que ha ido haciendo calor sistemáticamente durante toda la década, siendo ésta la más cálida de los últimos 1000 años. El incremento de CO2 (dióxido de carbono; gas causante mayoritariamente del efecto invernadero) en la atmósfera ha sido de 100 partes por millón en los últimos 100 años. El efecto invernadero es la causa última del cambio climático. Las emisiones de los gases que lo provocan se han intentado regular por el Protocolo de Kyoto, el cual los Estados Unidos se ha negado a firmar. Nuestro país, que sí debería cumplirlo como miembro de la Unión Europea, sobrepasa la cifra máxima de emisiones en un 40%. ¡Parece que no sólo damos apoyo al señor Bush en sus guerras ilegales!

Son los gobiernos (esos que en una economía liberal no deberían intervenir) de los países los que firman acuerdos internacionales, y los que con sus decisiones políticas pueden favorecer la destrucción del medio ambiente, o intentar conservarlo para generaciones futuras. Yo, que creo tener algo más de memoria que un caracol a pesar de no ser partidaria de los dogmas de fe de la economía liberal, recuerdo las declaraciones del señor Bush cuando, ante la plaga de incendios que afectaba su país, dijo que el problema era que habían demasiados árboles. Por supuesto, si no hay nada que quemar, el problema de los incendios veraniegos desaparece, pero ¿es esa la solución? Quizá algunos gobiernos escuchan a los científicos y a partir de los datos toman decisiones, pero permítanme dudarlo. Más me creo un comportamiento políticamente racional en el cual los gobiernos (las personas que los forman) buscan científicos y otras personas de peso en la opinión pública que puedan argumentar de alguna forma aquello que les conviene que sea dicho y creído por la población.

¿Qué perdemos con, ante la duda, intentar reducir nuestras emisiones de CO2? En economía, todo tiene un coste, por tanto la respuesta correcta a esta afirmación no es ‘nada’. Y quizá sea en la respuesta donde encontremos la razón por la que aún existen voces que se empeñan en trivializar un problema global, puede que el más importante al que la humanidad al completo esté enfrentada en este momento. Si reducir las emisiones de CO2 implica control sobre las empresas que contaminan, la reducción del uso del automóvil, la utilización de fuentes de energía alternativa en lugar de los combustibles fósiles como el petróleo... entonces el mundo podría experimentar un cambio no deseado por los lobbies de poder que actúan en la sombra, sosteniendo en su lugar a un presidente de la nación más poderosa del mundo que, desde mi humilde opinión, no se merece el cargo.

Si bien he dicho al principio que el artículo del profesor Sala me había gustado mucho, hay dos cuestiones con las que no acabo de estar de acuerdo; una está explicita en el artículo, la otra implícita. En primer lugar no creo que se deba comparar a los no liberales con los caracoles; yo creo que no suelen esconderse, sólo hay que saber mirar para verlos. La segunda, para mí el liberalismo es una doctrina económica (de la que se sirven, y mal, muchos políticos), y como toda doctrina también necesita de grandes dosis de fe para creer en ella. Mi stock de fe es limitado; lo gasto íntegramente en mantener la fe en la humanidad.

Anna Laborda
Profesora de Economía de ESADE

RESPUESTA DE XAVIER SALA-I-MARTIN
 

 

 

 
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