Capítulo 4: Culturas amerindias (mayas, mexicas, incas)

Arquitectura y arte mexica

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Ruinas de Tenochtitlán
La "Piedra del Sol
El “Codex Borbonicus
Escultura mexica

 

Tenochtitlán (y Tlatelolco)

Tlatelolco

La moderna Ciudad de México se construyó sobre las ruinas de Tenochtitlán. En su primera época colonial a menudo se utilizaban las piedras de los edificios y monumentos de la antigua capital mexica para los nuevos edificios.

De las descripciones hechas por los primeros españoles que vieron la ciudad y de imágenes en manuscritos preparados por informantes nativos tras la conquista, podemos hacernos una idea de cómo era esta ciudad, con sus grandiosos palacios cubiertos de estuco blanco, imponentes templos pintados de rojo y azul, bulliciosos mercados, populosos barrios (o calpullis), elegantes canales y avenidas largas y rectas —un diseño urbano inspirado en la ciudad de Teotihuacán, cuyas ruinas eran objeto de veneración entre los mexicas—. Con quizás 200.000 habitantes, Tenochtitlán era una de las ciudades más grandes y más densamente pobladas del mundo cuando los españoles la invadieron en 1521. De esta ciudad sólo quedan algunos pobres restos que se pueden contemplar en dos excavaciones en la Ciudad de México.

Arriba, la llamada “Plaza de las Tres Culturas”, que tiene ruinas de la antigua ciudad de Tlatelolco, que había sido en una época un estado independiente en una isla del lago Texcoco pero que luego fue anexionado por los mexicas e incorporado en la propia ciudad de Tenochtitlán. En el fondo, se ve la iglesia colonial de Santiago, claramente construida con las piedras de los templos de Tlatelolco. Abajo, dos imágenes más de esta plaza. La segunda es un detalle del llamado “Templo Calendárico”, ya que tiene en sus laterales los símbolos para los días de uno de los calendarios mexicas. Las dos imágenes siguientes son de las excavaciones del antiguo Templo Mayor, cerca de la Catedral Metropolitana (para cuya construcción también se incluyeron piedras de los templos tenochcas) y la gran plaza del Zócalo. Desgraciadamente, en el caso de Tenochtitlán, estamos obligados a recurrir a la fantasía para “reconstruir” la ciudad. La última imagen es de dos reconstrucciones imaginadas de Tenochtitlán: un cuadro del pintor mexicano del siglo XX conocido como “Dr. Atl” y una maqueta de lo que podría haber sido la ciudad, ambos en el Museo Nacional de Antropología.

Tlatelolco. signos calendáricos. Tenochtitlán. Tenochtitlán. maqueta Tenochtitlán

 

La “Piedra del Sol”

Uno de los objetos más característicos de la civilización tenochca es la gran escultura redonda hallada en 1790 en las ruinas del Templo Mayor, conocida como la “Piedra del Sol”. Debe ser de finales del siglo XV o de principios del XVI. Aunque su iconografía no está del todo clara, hay consenso general de que se trata de una imagen del sol, con la cara del dios solar, Tonatiuh, en el centro (imagen 1, abajo). Está rodeado de símbolos del calendario ritual de los mexicas.

Según testimonios recogidos tras la conquista, los mexicas creían que el universo se había creado y destruido ya cuatro veces, y que este mundo era su quinta encarnación. Cada universo sucesivo era generado por un “sol”. La imagen de la escultura está vinculada con este sentido cosmogónico de “sol”, pues la cara de Tonatiuh está rodeada de los signos para los cuatro soles anteriores: 4-jaguar, 4-viento, 4-lluvia de fuego, y 4-agua (imagen 2). El círculo siguiente contiene los veinte signos para los nombres de los días en el calendario ritual, llamado tonalpohualli en náhuatl, que correspondía al calendario tzolk’in de los mayas. Es de 260 días, la intersección de dos ciclos, uno de trece días numerados y otro de veinte días con nombres (imagen 3). Después de otro círculo que representa los rayos del sol pero que también evoca los cuatro puntos cardinales, simbolizando así los cuatro ángulos del universo, la figura concluye con dos enormes serpientes de fuego, o xiuhcóatl (imagen 4). De sus bocas emergen las caras de dos divinidades que no se han conseguido identificar. La ultima imagen indica los lugares en los que se han encontrado restos microscópicos de pintura roja y ocre.

Piedra del Sol
Piedra del Sol detalle. Piedra del Sol detalle. Piedra del Sol detalle. Piedra del Sol detalle. Piedra del Sol colores

 

Manuscrito mexica: Codex Borbonicus

Huehuecóyotl e Ixtlilton
Chalchiuhtlicue
Tezcatlipoca y Tonatiuh
Tláloc
Xipe Tótec
Ixtliton y Huehuecóyotl
Chalchiuhtlicue
Tezcatlipoca y Tonatiuh
Tláloc
Xipe Tótec

Como los mayas, los mexicas y otros pueblos de las tierras altas centrales preparaban libros manuscritos. Los mexicas no desarrollaron un sistema de escritura tan sofisticado como el de los mayas sino que utilizaban un sistema pictográfico más sencillo. (En la pictografía, se utiliza una imagen de la cosa significada: una cabeza de perro significa “perro”.)

Uno de los manuscritos mexicas más famosos es el Codex Borbonicus (llamado así porque actualmente se conserva en la biblioteca del Palais Bourbon de Paris). Data de principios del siglo XVI y puede haberse preparado poco antes o después de la llegada de los españoles. (El manuscrito contiene anotaciones en español añadidas posteriormente y da la impresión de que su escribano mexica dejó lugar para estas glosas.) Está hecho de la misma sustancia que los cuatro códices mayas que sobreviven, llamada amatl en náhuatl. (Hay ejemplos también de libros hechos de piel de venado u otro animal.) Los libros mexicas tienen el mismo formato: una larga tira de papel —ésta mide más de 14 metros, o 46 pies— doblada como un acordeón.

Este libro consta de tres partes. La primera resume las veinte trecenas del calendario de 260 días (tonalpohualli) con una imagen del dios o dioses que presiden sobre cada trecena (unidad de trece días). Las glosas en español sugieren que esta parte del libro se usaría para horóscopos y predicciones. Las imágenes arriba son de dioses que presiden trecenas: Ixtlilton, dios de los escribanos y pintores (sentado en su mesa preparando un libro) y Huehuecóyotl, “Viejo Coyote”, dios embustero y sembrador de discordias; Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas; Tezcatlipoca (divinidad que se oponía a Quetzalcóatl) y Tonatiuh, dios del sol; Tláloc, dios de la lluvia, y Xipe Tótec, dios de la muerte y regeneración, asociado con los sacrificios y la fertilidad. Una de las imágenes más bellas del manuscrito (y de las más horripilantes para un lector moderno) es la de Xipe, en su espléndido atavío de plumas, llevando la piel despellejada de una víctima de sacrificio.

La segunda parte ofrece un recuento del ciclo de 52 años que resultan de la intersección del calendario solar de 365 días con el calendario ritual de 260. Al principio de esta sección se encuentran imágenes de los dioses que estaban presentes al principio de la historia: la Abuela Cipactónal y el Abuelo Oxomoco, primeros seres humanos (deificados más tarde) e inventores del calendario; y Quetzalcóatl y su eterno rival Tezcatlipoca. La tercera parte corresponde a las festividades y sacrificios del año 1507, el final de una secuencia de 52 años que culmina en la celebración del “Fuego Nuevo”. Este ritual requiere el sacrificio del un guerrero de 52 años de edad sobre cuyo pecho se coloca un pedernal para simbólicamente sacar fuego de su cuerpo. Este fuego entonces se utiliza para crear una gran hoguera, y los sacerdotes de los distintos templos vienen para llevarse parte del fuego a los demás templos. Las cuatro imágenes abajo son de la segunda y tercera parte.

Oxomoco
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca
juego de pelota
"Fuego Nuevo"
La Abuela
y el Abuelo
Quetzalcóatl
y Tezcatlipoca
juego de pelota
"Fuego Nuevo"

 

Escultura

águila tolteca. Chalchiuhcuitle. Tláloc Templo Mayor

La escultura desempeñaba un papel importante en la vida religiosa de los mexicas, al igual que en otras civilizaciones mesoamericanas. Si bien no se desarrolló una tradición tan espectacular como la de los mayas, ha sobrevivido un corpus de escultura mexica de alta calidad. La primera imagen, sin embargo, no es una obra mexica. Es una escultura en bajo relieve de estilo tolteca, de entre los siglos XI y XIII, que representa un águila comiendo un corazón. Este ave era un símbolo esencial en la mitología mexica, asociado con la fundación legendaria de la ciudad de Tenochtitlán. (También se han hallado imágenes semejantes en la ciudad maya de Chichén Itzá, cuyas conexiones con la cultura tolteca se examinaron en la sección del “Contexto histórico” sobre los mayas.) La segunda imagen es de una escultura del Valle de México que representa a Chalchiuhtlicue, diosa de aguas y manantiales (ing. springs). Tales estatuillas se colocaban en altares construidos en lugares sagrados, como cuevas o manantiales. Está ataviada elegantemente, al estilo de las mujeres nobles de Tenochtitlán. (Las dos primeras esculturas son de la colección del Museo Metropolitan.) La tercera imagen es de una estatuilla del dios de la lluvia, Tláloc, hallada en septiembre de 2006 en las excavaciones del Templo Mayor de Tenochtitlán. Para más información sobre este reciente hallazgo, véase este artículo del diario español, El País.