Capítulo 4: Culturas amerindias (mayas, mexicas, incas)

Contexto histórico

Culturas amerindias

De las tres civilizaciones americanas con las que los europeos tuvieron el primer contacto a principios del siglo XVI, dos de ellas, la mexica (o azteca) y la incaica dominaban política y culturalmente en sus territorios respectivos (Mesoamérica y los Andes). Cuando llegaron los españoles, estas sociedades constituían "imperios”: controlaban grandes territorios y exigían tributos de otros estados vecinos. Sus capitales—Tenochtitlán en México y Cuzco en los Andes—eran los centros administrativos que gobernaban poblaciones de millones de personas. La tercera gran civilización, y la más antigua, era la de los mayas, que a la llegada de los españoles ya había sufrido un marcado declive.

Mesoamérica

Mayas

La historia de la cultura maya suele dividirse en tres grandes etapas: la preclásica (anterior a 100 d.C.), la clásica (entre 100 y 900) y la posclásica (de 900 al siglo XVI). Alrededor de 650, los centros mayas cobraron mayor importancia. Nunca se organizaron en una entidad política única sino que fueron siempre un conjunto de estados independientes. En el siglo VII, esta zona de Mesoamérica experimentó un aumento de población significativo y abundaron los asentamientos por toda la región, dividida en más de sesenta ciudades-estado. La rivalidad política entre estas entidades, cada una con su gobernante, parece haberse traducido en una competencia cultural que produjo el período de mayor exuberancia artística, con una gran variedad estilística en la construcción de monumentos, edificios y pinturas murales. A principios del siglo IX, por razones todavía desconocidas, los centros más importantes de la región central (el Petén) empezaron a abandonarse y es a partir de entonces que las tierras bajas de Yucatán se convirtieron en la zona más desarrollada.

El arte maya es único en Mesoamérica. En particular, el arte representativo de los mayas es notable por su naturalismo, su aspecto narrativo y un estilo particular de ornamentación. La ciudad maya más grande fue Tikal (hoy en Guatemala), cuyos edificios monumentales todavía inspiran admiración. Los templos más importantes de este lugar son obra de los siglos VIII y IX cuando Tikal gozaba de su mayor influencia y prosperidad. Se estima que la población centrada en el propio Tikal llegó a sobrepasar las diez mil personas y el territorio colindante tendría quizás más de cincuenta mil. Al este de Tikal, otra poderosa ciudad del Petén fue Copán (en lo que es hoy Honduras, cerca de la frontera con Guatemala). Copán es conocido sobre todo por las bellas esculturas incorporadas en sus edificios y por una serie de espectaculares estelas que representan a dirigentes de la ciudad. Palenque, al oeste de Tikal (en lo que es hoy el estado de Chiapas, México) fue un centro menor, pero se le reconoce por sus excelentes edificios y esculturas en bajo relieve. La mayoría de las edificaciones monumentales de Palenque son de finales del siglo VII. Son una clara muestra de los esfuerzos de una élite para avalar su poder político mediante la construcción de impresionantes monumentos públicos, algo observable tanto en los grandes como en los pequeños asentamientos mayas.

Los mayas desarrollaron un sistema de escritura que combina la logografía con un silabario, es decir, un repertorio de símbolos que representan sílabas (un sistema parecido al de la escritura japonesa, que tiene signos logográficos y silábicos). Estos jeroglíficos abundan en las estelas y otros monumentos en los yacimientos arqueológicos mayas y aunque todavía no se han descifrado todos los signos, las inscripciones pueden proporcionar valiosa información sobre épocas de construcción y para fechar los reinos de los dirigentes de una ciudad.

La escritura sin duda se utilizó en la producción de numerosos libros. Desgraciadamente, debido al clima húmedo de esta zona tropical, los objetos hechos de materia orgánica como la madera suelen desintegrarse rápidamente si no se protegen. Los libros mayas se hacían de la corteza de higueras (ing. fig trees) y, lógicamente, hay muy pocas posibilidades de que tales objetos sobrevivan mucho tiempo bajo esas condiciones. La caída y abandono de los centros principales de la época clásica seguramente propició la pérdida de gran número de documentos. Los cuatro libros mayas que se conservan hoy en día son de la época posclásica y sobrevivieron no sólo a la humedad sino a la destrucción de los misioneros españoles, que los veían como libros diabólicos.

Tanto la producción de libros como la construcción de monumentos estaba vinculada en gran parte a las creencias religiosas. La celebración de ceremonias y la formulación de adivinanzas proféticas se basaban en el cómputo riguroso del paso del tiempo, para lo cual la escritura sirvió como herramienta básica. Los mayas tenían varios sistemas para calcular el tiempo, pero los más importantes eran el calendario ceremonial de 260 días (el resultado de dos ciclos de días: trece numerados y veinte con nombre) y otro calendario solar de 365 (dieciocho meses de veinte días, más cinco días adicionales) que se utilizaba para documentar el movimiento de los cuerpos celestes. Con estos sistemas para marcar el paso del tiempo y con cuidadosas observaciones astronómicas, los mayas consiguieron calcular y predecir con extraordinaria precisión el movimiento cíclico de los planetas y la aparición de eclipses.

Las creencias religiosas de los mayas parecen haber compartido bastantes elementos con las religiones de las otras grandes culturas de Mesoamérica. Eran politeístas, con un panteón de dioses celestiales, terrenales e infernales. La religión maya también tenía un rico repertorio de narraciones. Entre las más célebres se encuentra la historia de los dos hermanos héroes narrada en el Popol Vuh (un texto producido después de la conquista española que sin embargo refleja las creencias antiguas de los mayas).

El declive de las ciudades del Petén en los siglos IX y X no implicó la pérdida inmediata de estos conocimientos y tradiciones, ya que en ese momento cobraron importancia las ciudades mayas al norte, en la tierras bajas de Yucatán. No se sabe la causa del abandono de estos territorios. Quizá se debió al agotamiento de las tierras de cultivo como resultado de un sistema intensivo de rozas y quema (ing. slash and burn). Otras teorías que se manejan como explicación son la posibilidad de una epidemia, de guerras intestinas o de ataques desde fuera. Su declive parece haber sido una combinación de varias causas. Un centro de gran importancia en Yucatán, incluso antes de la caída de las ciudades del Petén, fue Uxmal. En esta ciudad y otras de la zona como Chichén Itzá se desarrolló un estilo particular en la edificación de templos y palacios, llamado puc (o puuk). El auge de Uxmal, entre 700 y 1200, termina, como en las ciudades del Petén, con el abandono de la ciudad.

Tras el declive de las principales ciudades mayas, fue en el Valle de México donde apareció la mayor potencia política en la historia de Mesoamérica, la civilización de los mexicas que los españoles encontraron a su llegada en 1519.

Mexicas (o aztecas)

Siguiendo la tendencia de los historiadores más recientes, este capítulo utilizará los nombres con los que ellos mismos se denominaban: mexicas o también tenochcas, “originarios de Tenochtitlán”, para designar al pueblo que se asentó en el Valle de México a principios del siglo XIV. “Azteca”, nombre por el que son conocidos popularmente, es un término que surgió en el siglo XVIII entre los criollos mexicanos para referirse a esa cultura ancestral. De su lengua, el náhuatl, se han incorporado algunos vocablos al español: ‘chocolate’, ‘maíz’, ‘coyote’, tomate’ y ‘comal’, entre otros.

Los mexicas asimilaron la cultura y la religión de los toltecas, una civilización antigua que había dejado su huella trescientos años antes en el valle de México. Los toltecas a su vez asimilaron rasgos culturales y religiosos de los teotihuacanos, cuyo centro ceremonial más significativo se encontraba en Teotihuacán, al norte de lo que es hoy la ciudad de México. El repentino declive de Teotihuacán, para el cual no existe explicación definitiva, parece haber ocurrido alrededor del año 650.

Según sus leyendas fundacionales, los mexicas abandonaron una ciudad legendaria, Aztlán (de ahí la palabra "azteca"), para ir en busca de una señal mística comunicada por los dioses a su sacerdote mayor para indicarles donde debían asentarse: un águila posada sobre un nopal (el típico cactus de hojas redondas comestibles). Este signo divino por fin se encontró en una isla del lago Texcoco, un pantano de aguas semisaladas en el valle de México.

Los anales mexicas indican que la ciudad de Tenochtitlán se fundó a principios del siglo XIV sobre esta isla. Un siglo después, en 1431, los tenochcas se aliaron con otras dos ciudades, Texcoco (la más importante) y Tlacopán, en la zona del lago. Esta “Triple Alianza” pronto logró imponer su autoridad sobre el conjunto de ciudades-estado del área del lago. A mediados de siglo, la alianza realizó sus primeras conquistas fuera del Valle de México y para finales de siglo, Tenochtitlán se había convertido en el estado dominante de la alianza. Tras una agresiva campaña militar llevada a cabo por el rey—o en náhuatl, el tlatoani—Ahuitzotl (r. 1486-1502), los mexicas extendieron su dominio hasta Chiapas en el sur y hasta la costa del Pacífico en el oeste. A pesar de esta política expansionista, los estados rivales de los tarascos (al oeste) y de los tlaxcaltecas (al este) consiguieron resistir a los tenochcas hasta la invasión europea. Los españoles, de hecho, aprovecharían la rivalidad entre Tlaxcala y Tenochtitlán para conquistar la capital mexica. El sucesor de Ahuitzotl—y último hueyi tlatoani (gran señor, literalmente “gran orador”) antes de la conquista española—fue Moctezuma (o Motecuhzoma Xocoyotzin).

A comienzos del siglo XVI la hegemonía mexica se extendía desde el Golfo de México hasta el Pacífico. Cuando llegaron los españoles en 1519, Tenochtitlán encabezaba un enorme conjunto de estados tributarios cuyas contribuciones habían financiado el crecimiento de la ciudad, la cual se había convertido en una de las más grandes del mundo. Con la inclusión de las poblaciones cercanas al lago Texcoco bajo el control directo de la ciudad, serían varios cientos de miles más. Tenochtitlán llegó a dominar sobre varios millones de personas si se incluyen todas las ciudades y poblaciones dependientes y tributarias.

La edificación de Tenochtitlán sobre las aguas del lago Texcoco fue una hazaña de ingeniería. Mediante la construcción de un sistema de diques, los mexicas consiguieron dividir el lago en dos partes y llenar el lado que correspondía a su isla con el agua dulce que bajaba de las montañas cercanas. También incrementaron la superficie de la ciudad mediante el amontonamiento de tierra rescatada del pantano. El cultivo intensivo de toda la tierra disponible alrededor del lago se vio fortalecido por la antigua técnica de construir chinampas en sus zonas menos profundas, es decir, pequeñas islas artificiales hechas de materia vegetal encima de las cuales se cultivaban los productos agrícolas típicos de la dieta mesoamericana: maíz, frijoles, tomates, chiles, etc. Los tenochcas también construyeron una serie de caminos elevados para acceder a la isla a pie. En 1473 Tenochtitlán se anexionó la isla adyacente de Tlatelolco, una pequeña ciudad-estado semi-independiente, y los tenochcas construyeron nuevo terreno entre las dos islas para unirlas; Tlatelolco se convirtió en el barrio que albergaba un inmenso mercado que dejó boquiabiertos a los españoles en 1519. En poco más de una década, las dos ciudades llegaron a constituir la zona urbana más densamente poblada de las Américas. Su población probablemente superó las 200,000 personas en un área de tan sólo 13 kilómetros cuadrados (5 millas cuadradas, menos de la cuarta parte del área de la isla de Manhattan).

El dios principal de los mexicas era Huitzilopochtli (“Colibrí Izquierdo”), asociado con la guerra y a veces también con el sol, cuyo culto ocupaba un lugar central en la vida religiosa de la ciudad. (Según las leyendas de los mexicas, fue Huitzilopochtli el que los guió al lago de Texcoco.) El numeroso contingente de sacerdotes en Tenochtitlán dirigía los espectáculos—bailes, representaciones dramáticas y sacrificios—que formaban parte del calendario sagrado de 260 días (el tonalpohualli), en el que cada mes se asociaba con una divinidad. Los sacerdotes también se encargaban en escuelas especiales (calmecacs) de la educación de los novicios, en su mayoría de la aristocracia; si no se convertían en sacerdotes, esta formación les preparaba también para unirse a la administración política. Tras la conquista española, los representantes de ese imperio europeo pudieron aprovecharse de tales instituciones sociales como infraestructura inicial para su propio dominio ideológico de los pueblos conquistados.

El aspecto de la vida religiosa de los mexicas que provoca mayor sensacionalismo es el papel dominante del sacrificio humano, en el que ofrecían los corazones de los prisioneros de guerra a los dioses, en especial a Huitzilopochtli y al dios del sol, Tonatiuh, que según la tradición de los mexicas requerían un suministro constante de sangre humana para mantenerse vivos y fuertes. Los mexicas no eran los únicos mesoamericanos que practicaban el sacrificio ritual de los cautivos de guerra pero su celebración de este rito en las décadas anteriores a la conquista española se hizo cada vez más frecuente y masiva a medida que aumentaba su poder. Para la consagración de la última ampliación del Templo Mayor de Tenochtitlán en 1487, por ejemplo, se sacrificaron miles de prisioneros en ceremonias que duraron cuatro días. Estas prácticas son las que provocaron el mayor rechazo por parte de los europeos, quienes las usaron como justificación para la subyugación de las poblaciones mesoamericanas tras la conquista en 1521.

Región andina

Incas

Los incas establecieron un estado independiente en Cuzco probablemente en el siglo XIII. La época de expansión de los incas empieza en la segunda mitad del siglo XV, bajo Pachacuti Inca Yupanqui, quien, con su hijo Túpac Inca Yupanqui como general, conquistó grandes territorios en las tierras altas, hasta el actual Ecuador.

La conquista de estos vastos territorios requirió la creación de un sistema para incorporar pueblos tan dispares en el imperio incaico. En el siglo XV la capital, Cuzco, experimentó la construcción de grandes edificios públicos, como una imponente fortaleza en una de las colinas que domina la ciudad, palacios y un templo dedicado al dios solar Inti, el cual era el objeto principal de la veneración inca. Estas obras transformaron la capital en un gran centro ceremonial y foco ideológico del poder imperial.

Los incas instituyeron políticas de integración de los pueblos conquistados mediante un intercambio de población forzoso: se enviaba colonos de territorios que habían aceptado el dominio incaico a los territorios conquistados recientemente, mientras que se traían grupos de estos lugares recién invadidos a poblaciones ya bien integradas en el imperio. Se trataba por un lado de una manera de adoctrinar a los conquistados sobre las costumbres y prácticas administrativas de los incas y, por otro, de una manera de dispersar los potenciales focos de resistencia. Asimismo, los incas se encargaron de educar en Cuzco a los hijos de nobles de otras ciudades, lo cual, junto con los lazos matrimoniales que procuraban establecer con dinastías conquistadas, servía para mejor cimentar las bases del imperio. Algo que también facilitó la integración política de estos territorios bajo los incas fue las semejanzas sociológicas de las varias culturas andinas, como por ejemplo su típica organización en unidades sociales básicas llamadas ayllus (en quechua), clanes unidos por lazos familiares y territoriales.

Al mismo tiempo que los incas dejaban a los conquistados mantener sus prácticas religiosas locales, imponían el culto a sus propios dioses. Además del sol (Inti), veneraban a Viracocha, el dios responsable de la creación de los seres humanos y de la enseñanza de las artes. También rendían culto a la luna, a las estrellas y a la tierra. Algunos ritos incluían el sacrificio humano, aunque los incas nunca lo practicaron con la frecuencia extrema de los mexicas.

Los incas también consiguieron un cierto grado de unidad mediante la imposición del quechua como lengua común del imperio. La red de calzadas que construyeron constituyó un elemento unificador más visible, así como un eficiente sistema de correos que mantenía la comunicación entre tan distantes territorios. Los chasquis, mensajeros corredores, llevaban sus misivas en una especie de carrera de relevos (ing. relays) entre numerosos puestos establecidos a lo largo del recorrido. El sistema de contabilidad con el que controlaban las poblaciones de su imperio y sus contribuciones a los almacenes comunitarios era muy sofisticado y se basaba en la cuidadosa documentación de cantidades mediante el uso de cuerdas especiales de diferentes colores con nudos que indicaban valores. Parece que estas cuerdas, llamadas quipus, también podían servir para documentar acontecimientos del pasado, aunque no se ha descubierto todavía el sistema que utilizaban para este fin.

Tales prácticas y políticas contribuyeron a la rápida imposición de la autoridad incaica como la entidad política más grande en la historia de las Américas antes de la conquista española. Tras las conquistas de regiones del sur a principios del siglo XVI, su imperio se extendía desde el norte del actual Ecuador, por toda la región andina hasta la zona central de Chile. Abarcaba una población de cerca de doce millones de habitantes que hablaban más de veinte lenguas diferentes.

Los incas recaudaban tributos no en especie sino principalmente en forma de mano de obra para el mantenimiento de la infraestructura y alimentación del imperio, y para su defensa y expansión, mediante la conscripción militar. Según esta costumbre, denominada mita, cada población tenía la obligación de contribuir en la construcción de las vías de comunicación, en la preparación de las terrazas andinas en las laderas de las montañas para el cultivo, o en el mantenimiento de los almacenes donde se guardaban grandes cantidades de comida conservada (carne y tubérculos desecados, entre otras cosas) para prevenir el hambre en años de malas cosechas, algo que ocurría de manera cíclica en esta zona del Pacífico. La administración del Tawantinsuyu, el nombre que los incas daban a la totalidad de su territorio, se llevaba a cabo con un cuidadoso sistema de contabilidad para el recuento de población y de productos agrícolas y textiles.

La llegada de los españoles en 1532 coincidió con la consolidación del poder incaico sobre este vasto territorio; además, los hijos del inca Huayna Cápac—muerto repentinamente en 1527—acababan de librar una guerra civil durante casi cinco años, circunstancia que fue aprovechada por los invasores. Tras el asesinato de Huáscar en 1532, su hermano Atahuallpa, que salió victorioso, consiguió apoderarse del trono en el momento en que arribó el pequeño ejército liderado por Francisco Pizarro. Esta invasión impidió la consolidación del poder de Atahuallpa, y la desintegración del imperio de los incas sobrevino rápidamente. Al igual que el imperio de los mexicas, los incas se enfrentaron con un nuevo enemigo para el que no estaban preparados.

Otras culturas amerindias precolombinas

En el Caribe, en las Antillas Mayores (Puerto Rico, Cuba, la República Dominicana y Haití) habitaban los taínos, tradicionalmente emparentados con los pueblos arawak o arahuacos, un nombre que designa a varios grupos indígenas de lo que es hoy Brasil y la costa norte de Sudamérica. Los taínos competían con los caribes, una tribu no arahuaca originalmente del continente sudamericano que habitaba en las Antillas Menores. Las sociedades de las islas y costa caribeñas eran jerárquicas y se organizaban en pequeños asentamientos agrupados bajo el dominio de un cacique (cada isla tenía varios caciques). En el siglo XV parece que los caribes intentaban expandir su territorio y cuando llegaron los españoles a finales de siglo, la rivalidad entre los dos grupos era evidente. Los caribes tenían la reputación de ser especialmente agresivos; su nombre, aparte de ser aplicado al mar que rodea las Antillas, es también el origen de la palabra caníbal. Estos grupos prácticamente desaparecieron poco después de la llegada de los españoles. Sin embargo, hay palabras de su vocabulario que pasaron a la lengua española, entre ellas ‘hamaca’, ‘huracán’, ‘barbacoa’, ‘bohío,’ ‘guayaba’ y ‘cacique’.

Este resumen de la historia de las Américas durante los siglos previos a la invasión y colonización europeas sólo ofrece indicios de la diversidad y complejidad de las sociedades amerindias precolombinas al ocuparse únicamente de las que desempeñaron el papel más importante y llamativo en la evolución de la historia americana después de la conquista. Aunque el legado colonial (y poscolonial) supuso la aniquilación de muchas de estas culturas y el debilitamiento y marginalización de las que sobrevivieron, la contribución de las culturas amerindias sigue siendo un elemento significativo en muchas sociedades latinoamericanas hoy en día.