Capítulo 7: El imperio en crisis (siglo XVII)

Arte barroco en América (s. XVII): pintura y escultura

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Villalpando Lactancia

Las corrientes artísticas dominantes en la Europa del siglo XVII llegaron en seguida también a las Américas; se puede hablar, de hecho, de una evolución paralela, aunque los artistas americanos cubrían principalmente una demanda local. Entre estos artistas hubo europeos que se establecieron en América, pero también criollos y un buen número de mestizos e indígenas para los cuales existió la posibilidad de trabajar en las "artes mecánicas". (La pintura, la escultura, la música, etc., se veían en la época como trabajo poco digno de la aristocracia, aunque los nobles —y la Iglesia, cuya alta jerarquía pertenecía a la nobleza— fueron los principales consumidores y promotores de las bellas artes. Estas en realidad se consideraban artes manuales —o mecánicas en la terminología de la época— cuyos practicantes cobraban salarios como remuneración por su trabajo. Recuérdese que en las investigaciones sobre Velázquez, una de las preguntas tenía que ver con su trabajo como pintor: de haber mantenido una tienda u otro negocio para vender sus cuadros, se hubiera descalificado para recibir la cruz de Santiago.)

El pintor mexicano Cristóbal de Villalpando (c. 1649-1714), por ejemplo, conoció y estudió la obra de Rubens, cuya influencia se nota en el cuadro más arriba, que representa la milagrosa aparición de la Virgen a Santo Domingo cuando hacia penitencia en una cueva; según la tradición, ella alimentó al santo con su leche. En el cuadro les acompaña una serie de figuras alegóricas que deben representar la caridad (rojo) y la esperanza (verde); la fe está simbolizada por el blanco del hábito del santo. La obra de otros pintores europeos también era conocida en las Américas, algo evidente cuando se considera el retablo de la iglesia de San Bernardino en Xochimilco (en las afueras de la ciudad de México): el cuadro central es una copia de la crucifixión de San Pedro pintada por Caravaggio, la primera imagen abajo. Los dos cuadros siguientes son del pintor mexicano Baltasar Echave Ibía (c. 1585-1643), cuya pintura muestran los elementos típicos del barroco. (Nótense el dramatismo del cuadro de la Vía Crucis y el tenebrismo de la escena de la crucifixión.) Las últimas dos imágenes son de un biombo (ing. screen), pintado por Juan Correa (c. 1646-1716, tío del pintor del pequeño cuadro de las bodas de Caná de las "Notas"). Este objeto refleja el gusto de la época por las alegorías: en un lado están representados los cuatro elementos y en el otro, las siete artes liberales. (Compárense las figuras alegóricas de la ópera de Calderón o las de la loa de Sor Juana. Falta un panel del biombo. Los biombos se originaron en Japón —la palabra viene del japonés byobu— y su popularidad en América y Europa refleja una influencia más del arte asiático.)

copia Caravaggio. Echave Via Crucis. Echave crucifixión. biombo elementos. biombo artes

De gran interés para los estudiosos de la América colonial son aquellas obras de arte que responden a la situación sociocultural particular de las colonias. Un elemento clave de la experiencia de las colonias fue la interacción entre las culturas de Europa y de la América precolombina. Aunque ésta claramente fue una relación de desigualdad, no por eso dejan de interesar las obras de arte en las que se presenta un importante componente indígena. (Recuérdese también que muchos artistas indígenas se dedicaron a la creación de obras completamente "europeas" en términos estilísticos y temáticos.) La incorporación de elementos que evocan las culturas indígenas nos pueden ofrecer importantes indicios sobre la evolución de la cultura colonial.

El Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, en México, con sede en el monasterio de Santiago Tlatelolco, se estableció como centro de enseñanza para los hijos de los nobles mexicas tras la conquista de Tenochtitlán. El colegio entró en declive a finales del siglo XVI, pero a principios del XVII, en un intento de dar un nuevo impulso al monasterio, se comisionó la producción de un gran retablo en bajo relieve dedicado al santo, del que únicamente sobrevive un panel (la imagen abajo a la izquierda). Se trata de una representación de Santiago Mataindios (en vez de Matamoros) y su supuesta intervención en las guerras de conquista, una reinterpretación del motivo iconográfico medieval asociado con la conquista de territorio musulmán. (Véanse las imágenes de Santiago Matamoros de la parte románica de la catedral de Santiago en Compostela.) Esta obra se ha atribuido a un escultor indígena, Miguel Mauricio, según testimonios contemporáneos.

Santiago Mataindios

La imagen a la derecha, de finales del siglo XVII, es un supuesto retrato del hueyi tlatoani mexica Moctezuma. El cuadro perteneció al gobierno indígena de Santiago Tlatelolco (es decir, la institución local dirigida por miembros de la nobleza mexica y subordinada a la autoridad colonial). Muestra a Moctezuma en ademán de sumisión, con su corona en el suelo y una expresión de profunda tristeza. Lleva todavía la diadema que indica su calidad de tlatoani, curiosamente adornado con el águila bicéfala de Carlos V.

Moctezuma

Se ofrecen a continuación otras imágenes que indican complejas relaciones entre las diferentes culturas de las colonias e indicios de sincretismo religioso y cultural. La primera, de 1709, muestra una procesión ante la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, cuyo culto, promovido activamente en el siglo XVII, incorporó la historia del indígena Juan Diego y sin duda sirvió para fines proselitistas entre la población amerindia; también serviría para reafirmar la supremacía del cristianismo entre criollos y españoles. (La segunda imagen es un detalle del cuadro en el que se ve la imagen de la Virgen de Guadalupe.) La tercera imagen, de c. 1740, es una representación de la Virgen del Cerro, cuyo culto también cobra importancia en el siglo XVII. Según la tradición, un indio ladino (que hablaba español) descubrió plata en el Cerro Rico de Potosí en Bolivia y luego lo anunció a los españoles quienes se beneficiaron de la enorme riqueza del yacimiento. (La historia se representa en la montaña misma; al pie de ella están Carlos V y el papa Paulo III.) Aquí el Cerro mismo tiene la forma de la Virgen (compárese la cuarta imagen, una representación de la Virgen del Rosario, cuyo vestido tiene la misma forma que la montaña). El Cerro había sido objeto de reverencia entre los indígenas antes de la conquista; se convierte aquí en objeto de reverencia cristiana. La quinta imagen es una estatua de principios del siglo XVII, del Niño Jesús de Huanca, cuyo culto se centraba en Lima. Aquí se representa con una túnica que pretende imitar un estilo incaico y lleva el corte de pelo típico de los andinos recién convertidos al cristianismo. En una mano sostiene el Sagrado Corazón y en la otra medio aguacate. La imagen final es del siglo XVIII, de los pocos ejemplos que sobreviven de esta figura iconográfica, el Niño Jesús con la "corona imperial" de los incas. Es de suponer que hubo muchas más imágenes parecidas, y de épocas más tempranas, pero no han sobrevivido debido a su sistemática destrucción por parte de las autoridades coloniales peruanas a finales del siglo XVIII tras la rebelión indígena en de Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui, bisnieto de Túpac Amaru I) en 1781.

Basílica Guadalupe. procesión Guadalupe. Virgen Potosí. Virgen Rosario. Cristo Huanca. Cristo inca

Las siguientes imágenes representan actos públicos: bodas y una procesión.

La primera es de un biombo pintado hacia 1690 en México que representa una boda india. Los recién casados y sus padrinos aparecen en el panel a la izquierda. Los otros tres paneles están dedicados a las celebraciones; entre ellas está el mitote, el baile tradicional en el que una figura representa a Moctezuma (en este caso el que está a la izquierda). Nótense las figuras que llevan ropa europea a la izquierda, observando las festividades. Su posición es similar a la de los primeros dueños del biombo, miembros de la aristocracia novohispana que ostentarían este objeto lujo doméstico como muestra de costumbres locales.

La segunda imagen, un cuadro de hacia 1680, es ideológicamente mucho más complejo. En él se representan dos matrimonios: el primero, el de un pariente de San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas, y una princesa inca, celebrado en 1572 en Cuzco (con la asistencia de la aristocracia inca según la imagen); y el segundo, celebrado en Madrid en 1611, entre la hija del primer matrimonio y el pariente aristocrático de otro santo jesuita. Entre las dos escenas están los dos santos: San Ignacio y San Juan Borja, detrás de los cuales se ve un enorme sol (símbolo de la realeza incaica) con el emblema de la Compañía de Jesús. Se comisionaron varias copias de este cuadro para colgarse en algunas iglesias jesuitas de la zona. Se trata de una compleja obra de propaganda cuyo público sería tanto indígena como europeo.

Las últimas imágenes son de un cuadro que representa una procesión del Corpus Christi en Cuzco, de una serie de lienzos sobre este tema producida entre 1675 y 1680. Sobre un carro va la figura de San Sebastián, patrón de una de las parroquias de indios conversos, con pájaros americanos en la copa del árbol al que está atado; delante va un hombre vestido con una túnica y una corona, símbolos de la aristocracia incaica, y largas mangas de encaje (ing. lace) de estilo europeo. Se trata de una visión idealizada de la sociedad cuzqueña en perfecta armonía durante la celebración del Corpus. (No es una representación fiel de tales celebraciones en Cuzco, ya que se sabe que estos cuadros están basados en una serie de grabados que representan una procesión que tuvo lugar en Valencia, España, en 1662.)

boda mexicana. boda Cuzco. procesión S Sebastián, Cuzco. procesión S. Sebastián, Cuzco

Finalmente, se incluyen aquí cinco ángeles pintados a principios del siglo XVIII, producidos cerca de La Paz (en lo que es hoy Bolivia): Gabriel, Uriel, Letiel, Laeiel y Asiel. Los primeros cuatro son de una serie preparada para la iglesia de Calamarca, una población mayoritariamente indígena cerca del Lago Titicaca. (El quinto es de otra serie contemporánea.) El primero es conocido: es el ángel de la Anunciación (el que pronuncia el primer "Ave María"), uno de los tres arcángeles —junto con Miguel y Rafael—. Sin embargo, su imagen aquí no corresponde a su iconografía típica. Los otros cuatro son ángeles hoy en día olvidados pertenecientes a la tradición del apócrifo Libro de Enoc, en el que se explica que los ángeles controlan el movimiento de las estrellas. Todos llevan arcabuces (ing. harquebuses, un tipo de rifle) en referencia a su papel en el ejército divino contra los demonios. Todos llevan también una suntuosa indumentaria que evoca la guardia real de Carlos II. (El estilo es de finales del siglo XVII, cuando por primera vez empezaron a producirse estas series.) La producción de estos cuadros se asocia con el esfuerzo por parte de la Iglesia para sustituir el culto a las estrellas que existía en las tradiciones indígenas andinas por el culto a los ángeles.

Gabriel. Uriel. Letiel. Laeiel. Asiel Timor Dei